A aquella niña anónima de El Luchador
que termino comulgando con un sobrecito
de
campeón porque su novio se contagio de sida *
Dios
a veces queda desempleado, y en su desempleo también a
veces deja de ser Dios...no le da tiempo ser Dios... porque el hombre
quiere serlo, el y nadie mas.
Allí,
en la noche...hay tristezas, flacas, muy flacas, flaquitas, pero largas,
muy largas, larguiruchas tristezas que parecen nunca acabar, y a veces
hasta sonríen. Allí en la noche, en las noches de El Luchador*, hay
sexo oral ¡todo a mil!, (ese era el precio de hace 5 años) y hay quienes
aprovechan semejante “baratillo” en el mercado de la desvergüenza.
Aprovechan hoy, no vaya a ser que cuando la revolución se vuelva de
verdad, verdad, revolución y los niños sean niños, también de verdad,
verdad, entonces se acabe el sexo oral, y se imponga la dignidad y la
vergüenza dentro de un proyecto de desarrollo nacional como el que
ya esta pronto a amanecernos.
Las
noches de hoy, esas que tienden a ser las noches del mañana, con las
consecuencias que puede implicar una prolongación del futuro. Las noches
de hoy, con su elocuente gesto de ébano que busca la prolongación
del presente, no dan cobijo gratis. Ya la noche, se ha vuelto el hotel
de las desdichas. Ebria de neones, de balas y de sirenas, las
noches de hoy aprovechan el desempleo de Dios, para aprovechar
un récipe de campeón, o una soga que se le queda desempleada a un
chinchorro, en una imbécil estrategia para que se acaben las noches
de algunos, de los nuestros, porque fue tanta la desesperanza que nos
inundo que las tres opciones que nos deja el capitalismo son: la muerte,
la muerte y la muerte.
La
noche cobra, porque ella de por sí es un curso para perdedores,
con cupos suficientes para que se acabe la vida, e incluso para que
se acabe el tiempo de las palabras. La noches de hoy, ALGUNAS SIRVEN
PARA LA POESIA, pero otras, otras ya no sirven para ser liricos, por
lo menos para esas que desencajan la vida, desde un cómodo sofá en
un estudio inundado de libros y de palabras vencidas, a las orillas
de uno de 18 años en las rocas.
Y
a propósito de las palabras, ya se está acabando el tiempo de
las palabras. Hay mucho discurso...solo eso hay: discurso y más
discursos. Es como si Simón José Antonio nos dijera desde su eternidad
no me teoricen, hagan de mi, el ejercicio diario, nojoda
porque sino las promesas se van a institucionalizar, miren a nuestras
niñas, allí en El Luchador, aprovechando una nueva promoción del
sistema, sexo oral a mil. Mil bolívares que no alcanzan ni siquiera
para vestir a una BARBI.
A
ellas, a esas niñas nuestras se la está llevando la noche, y
nosotros que nos socializamos a golpes de metáforas, no hacemos otra
cosa que no sea animar tertulias, mientras otros se van llenando
de discursos en una especie de indigestión de resignación...que si
el niño, que si el adolescente, que si patatín, que si patatan.
Cuantos
diagnósticos faltan, cuantos asesores tienen que lucrarse a costa de
“bajar de internet” información para la comisión de protección,
cuanto comen y cuanto beben, cuanto ganan sólo por mirar el mundo desde
la ventana. Quizá, aprenderán en tantos cursos, a aguarse los ojos...quizás,
quizás.
La
desesperanza, esa misma que lleva a nuestras niñas, disfrazadas de
mujeres a una especie de escolaridad para el delito: Sexo Oral I, para
este semestre. Sexo Oral II, como prelación de ... arrebatones, o quizás
de simulación de orgasmos: ¡Vaya escuela!, vaya vida esa la de arrebatarnos
la niñez y embriagarla de neones.
Y
la luna, esa luna que se robaron los poetas para ellos solos, creada
“para marcar el tiempo”, acaso no es la primera cicatriz de nuestras
niñas, las niñas de El Luchador. Si lo es, no hay duda en la elocuencia
de los salmos (104) “tu traes las tinieblas y es de noche, cuando
rondan las fieras de la selva”. Las fieras que aprovechan las
horas. Porque pueden ser las 10 para todos, pero no todos estamos para
las diez.
A
las diez, (realmente es a cualquier hora) cuando la cámara 3 de cualesquiera
canales de incomunicación nos traen la cara feliz de un Kiko, un Roland,
un Cesar Miguel vendiéndonos lo ultimo del capitalismo para darnos
“el placer de vivir” que por mucho tiempo fue el récipe consumista
de un Orlando Urdaneta promoviendo Explorers, a las diez las niñas
de El Luchador no viven ese placer. Lo vivimos nosotros, quienes estamos
a las orillas del mundo, porque un DVD, o un gigantesco TV de plasma
nos coloca allí, aristotélicamente dominados como la mejor expresión
de chatarra genética. Vivimos ese placer de vivir
(¿será el vivir una redundancia?)
, la vivimos en carne y whisky,
y esas niñas, las niñas de El Luchador, nos amanecen como un tema
de conversación...¡sólo eso! u-n t-e-m-a
d-e c-o-n-v-e-r-s-a-c-i-ó-n, algo así como insumos
teóricos para una buena tertulia de paja ligh, paja fina para un bla
bla bla sin alternativas y por ende, sin acciones, al diablo el vivir
bien, ¡viva el vivir de pinga! del cual muchos se han vuelto diestros,
incluso –es doloroso pero hay que decirlo- dentro de nuestro propio
Psuv.
Esas
niñas, se me hacen que se ausentaron para siempre de un cuento de Aquiles
Nazoa, cuando murió el maestro de la palabra que florece. Esas niñas,
que se le fugaron a Aquiles, quieren germinar en nuestros pueblos, ¿no
es esta, una tierra buena?. Pero parece que también con las niñas
del cuento de Aquiles, también se vinieron algunas palabras: “Y
es que en el pueblo de nuestro cuento, todo parecía dispuesto para
que los niños no conocieran nunca la alegría”.
Ellas, las niñas de El Luchador, algún tiempo atrás, no muy atrás
tampoco, pintaron casitas con flores, y hasta una bandera ondeaba en
el verde patio. Hoy, tienen las ganas de pintarse, como las grandes,
pero no tienen, quizá de eso se ríen los “medios”, de que unos
tienen y otros no. Es como si retumbaran más palabras de Nazoa,
en este cuento que no es tal: “aleluya, aleluya / cada quién cogió
la suya”. Que no se tarde mucho para que cada quien tenga lo suyo,
para que las hijas de esas niñas de El Luchador, puedan seguir pintando
casitas con flores, y a la llegada de las doce en sus Navidades,
miren bajo la almohada a ver si las siete piedritas se le volvieron
monedas.
Dios a veces queda desempleado, y en su desempleo también a veces deja de ser Dios...no le da tiempo ser Dios... porque el hombre quiere serlo, porque el hombre quiere serlo, el y nadie mas.
**El Luchador, así se llama una esquina central que identifica la ciudad de El Tigre y que intercepta a dos avenidas principales como haciendo una cruz, como presentando a una ciudad crucificada. Todo pueblo tiene su Luchador, porque el renegando de su historia se entrego al consumismo y se convirtió en teatro para ofertar la vida, al mejor postor, ¿al mejor?
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