Estuve en Caracas pero no pude visitar el MUDosaurio del Parque los Caobos, como era mi intención, porque el imponderable dispuso para mí otra agenda.
Mi primo Anfitrión José-que por cierto, no es maracucho-llegó un poquito tarde a la terminal.
_Mi mujer me pega-dijo de sopetón como para justificar una tardanza que no era tal-si me largo sin marcar tarjeta.
_Menos mal-le dije-pensé que te pegaba otra cuestión. De todos modos nunca es bueno acumular demasiados puntos, a las mujeres siempre hay que darles un motivo para que peleen y se sientan en su elemento. Una mujer que no pelee por lo menos cien veces diarias se pone de mal humor; en cambio, cuando pelea y pelea es que anda contenta.
Resolví excelentemente la diligencia prevista, en breves minutos. Ya desocupado, dispusimos hacer una visita inesperada que sirvió para celebrar un poco y en eso voló el tiempo hasta que me tocó la hora del regreso.
Pude palpar el importante progreso que tiene la aceptación de Chávez en un sector otrora recalcitrante hacia él. Lamento que ese progreso no sea mayor; todavía falta mucho por hacer pero hay significativos avances en la proyección del porvenir.
Granjearnos la adhesión de un otrora rabioso escuálido-es el caso- vale doblemente porque a fin de cuentas significa que sumamos una voluntad al proceso revolucionario y restamos una a la oposición apátrida.
Esa numerosa porción de la clase media acomplejada y nariceada, confundida y atemorizada, no vendrá a nosotros por su propia voluntad sino que debemos ir a buscarla y convencerla de que precisamente es la revolución bolivariana la única que puede defender sus intereses.
Desde mi punto de vista, lo primero que hay que hacer con un escuálido es ponerlo a dudar, lo que se logra haciéndole preguntas cuyas respuestas sean evidentes; lo segundo consiste en demostrarle quien defiende sus intereses.
Es característico que el escuálido tienda a decir lo contrario a lo que piensa o acaso miente convencido de lo que dice porque es un alienado; yo los conozco bien; a veces me provoca darles un palo por la cabeza y sacarles un chichón pero, soy paciente, con tal de persuadir a uno de esos carajos.
Agradecí a mi primo Anfitrión-valga sin comillas-sus atenciones pero me largó esta: ¿Y, Cómo hago rabiar a mi mujer?
Bueno, cuando te levantes tempranito hálale el dedo gordo del pie para que empiece a descargarte a primera hora y si no, por cualquier vaina que no te obedezca llámala pitiyanky, nada hace enardecer más a una revolucionaria que esa vaina. Te lo aseguro.
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