Quienes equivocadamente extienden el concepto de igualdad ciudadana y política, a otros aspectos de la vida biológica y social de las personas, usualmente complementan su error afirmando, además, que éstas tienen las mismas necesidades. Con ello consideran que su posición “filosófica” ha sido felizmente completada y es, por lo tanto, imbatible. Un ejemplo de lo señalado lo constituye la propuesta salarial de estos ideólogos y pensadores de “avanzada” que, entre otras cosas, olvidan que la igualdad y la desigualdad son dos polos de una misma contradicción. “En el socialismo los salarios deben ser iguales porque los seres humanos somos iguales y tenemos las mismas necesidades”. Al finalizar el pronunciamiento creen completada su misión filosófico-doctrinaria, sin percatarse que la diversidad sigue allí, presente en la naturaleza y en la sociedad, golpeando sin misericordia el absurdo veredicto.
Ya explicamos in extenso que los seres humanos no son iguales entre sí, sino todo lo contrario: muy diferentes (La Razón, 28-8-2011; Aporrea, 30-8-2011). Son iguales ante la ley, iguales en sus derechos ciudadanos, iguales en los derechos políticos e iguales ante Dios, como me apuntó un amigo creyente. De resto, son desiguales afortunadamente. Unos son hombres, otros son mujeres; unos son altos, otros bajos; unos corpulentos, otros alfeñiques; unos son deportistas, otros muy lejos de querer serlo; unos estudiosos, otros no tanto; unos ajedrecistas, otros artífices del dominó y otros son mirones; unos son músicos, otros no tienen ni siquiera oído rítmico; unos son pintores, otros poetas o matemáticos; unos son plomeros, otros electricistas o carpinteros. Y podríamos por esta vía llenar páginas y páginas descubriendo el agua tibia, la cual a otros no se les ha revelado todavía.
Pero es que los seres humanos tampoco tienen las mismas necesidades. Es falsa la afirmación que así lo indica. Ni siquiera necesitamos la misma cantidad de aire o de alimentos o de agua para vivir, y miren que todos necesitamos esos tres elementos para seguir vivos sobre la tierra. Una persona alta, pesada, con actividad física intensa y en ambiente caluroso, requiere más aire, más nutrientes y más agua, que otra de baja estatura, poco peso, sin actividad física y en ambiente no caluroso. Un obrero requiere ingerir más calorías que un intelectual, pues su oficio consume más energía que la que consume un filósofo. Un levantador de pesas requiere de una elevada ingesta proteica, mientras la misma no hace falta en un poeta, un enfermero, un ministro o un diputado. Y en estos últimos casos ya abordé no sólo diferencias naturales entre las personas, sino diferencias producidas en la sociedad.
No son iguales las necesidades de un profesional y las de un joven estudiante. El primero debe estar casado y con hijos pequeños, mientras el segundo no. El primero tiene mayores necesidades, por lo que su ingreso económico no puede ser de la misma magnitud que el ingreso del estudiante. Un investigador científico, humanístico o social, tiene mayores necesidades que un bedel, una mecanógrafa o un portero, pues requiere de libros y revistas científicas para estar actualizado en su campo de trabajo y poder realizar éste en forma apropiada. Un pianista tiene unas necesidades distintas que un director de orquesta o un trompetista, pues su oficio requiere de esfuerzos particulares y especiales, que se traducen en requerimientos diferentes. Como estas necesidades se satisfacen principalmente por la vía de los sueldos y salarios, las magnitudes de éstos no pueden ser similares.
Cuando Marx se refiere al salario, señala con claridad que uno de los elementos a tomar en cuenta en su conformación es el costo del proceso de formación del trabajador. Este costo se traslada al salario, por lo que su magnitud será mayor en aquel trabajador cuyo costo educativo y de entrenamiento fue más elevado. Por esa razón, un arquitecto, un ingeniero en computación, un biólogo, deben tener un salario mayor al de un obrero, un técnico superior, un auxiliar de archivos, un asistente administrativo y cualquier otro cargo que no requiera del mismo tiempo, costos y esfuerzos que el del profesional. Un obrero especializado debe ganar más que un obrero no especializado, un técnico medio ganará más que un obrero especializado, una enfermera instrumentista de cirugía recibirá mayor sueldo que una auxiliar de enfermería o que una enfermera graduada no especializada.
Y es muy lógico lo anterior tanto en el capitalismo como en el socialismo, pues en éste se mantienen las diferencias salariales y jerárquicas producidas por la formación y el estudio. Lo que debería eliminar el socialismo, si es que nos gusta el término y deseamos mantenerlo, o el régimen político económico que se proponga hacer salir a Venezuela del subdesarrollo, en forma soberana, libre y democráticamente, es el desempleo, el empleo de los niños, los trabajos contrarios a la condición humana, el buhonerismo, los sueldos y salarios de hambre, mediante la realización de grandes inversiones productivas y en todos los niveles de la educación formal, iniciándose con el desarrollo aguas abajo de la industria petrolera, de manera de alcanzar a tener empleo estable bien remunerado y capacidades intelectuales y conocimientos para cubrir los niveles jerárquicos requeridos por la industrialización y la ampliación y elevación de todos los servicios ciudadanos.
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