El imperialismo ha colocado a la especie humana ante la posibilidad cierta de su prematuro fin, producto de una guerra de aniquilación total o por el progresivo y destructivo nivel contaminante que la obtención de recursos, para el crecimiento y expansión del capital, le viene imprimiendo a nuestro planeta.
Frente a esta realidad concreta del desarrollo capitalista muy bien estudiada y sintetizada por Lenin como su fase superior y última a la cual denominó imperialismo, dónde la exportación de mercancías se sustituye fundamentalmente por la exportación de capitales, hay un aspecto sobre el cual es vital profundizar: la hegemonía de los países pertenecientes al sistema imperialista frente a los países exportadores de materias primas para el desarrollo de los primeros y que además son receptáculos de sus capitales. Es la reproducción casi exacta de la práctica colonial entre metrópolis y provincia.
Una de las tareas urgentes del movimiento revolucionario mundial es precisar los actores hegemónicos en sus distintos niveles, sus instrumentos y sus mecanismos de dominación; dentro de los que sobresale sin ningún ámbito de dudas el imperialismo norteamericano, aunque por su puesto no es el único imperialismo.
Sí de hablar de mecanismos se trata, la unipolaridad como instrumentación de la hegemonía ha sido, y seguirá siendo, una de las fortalezas de sistema imperialista aunque pareciera empezar a mostrar algunas grietas. Para ilustrar esto sirve mucho conocer el funcionamiento de la ONU.
De lo anterior es fácilmente comprobable el correcto y necesario planteamiento sobre la urgencia de construir una nueva geopolítica mundial que profundice las contradicciones internas del sistema imperialista y abra posibilidades ciertas al avance de las fuerzas más consecuentes y ganadas no solo para golpear la hegemonía norteamericana y europea sino para construir cauces al socialismo.
Esa propuesta sobre una nueva geopolítica mundial, plasmada en el Proyecto Nacional “Simón Bolívar” 2.007-2.013 e implementada por la URSS en los años de su existencia al apoyar con consecuente internacionalismo a los países y movimientos que emprendían el camino de la liberación y al destinar buena parte de sus recursos económicos, técnicos y políticos a la diversificación de las relaciones económicas y políticas mundiales, propone como eje fundamental la multipolaridad contra la unipolaridad hegemónica, se corresponde con una correctísima línea de trabajo que permite la diversificación de las relaciones comerciales, la construcción de polos de resistencia económica priorizando sobre lo humano, el surgimiento de iniciativas superiores en las relaciones políticas, económicas y sociales entre los pueblos y gobiernos (como la ALBA) pero fundamentalmente la posibilidad de que estos “polos” se conviertan, ojala en un corto plazo, en espacios para la construcción revolucionaria y no solo para la reproducción a una escala reducida de los mecanismos de dominación de unas naciones contra otras.
El planteamiento de la multipolaridad como muestra de la recuperación de las propuestas alternativas al unipolarismo luego del derrumbe de la URSS es aún muy joven, todavía está muy imbuido de la “reproducción” de esquemas imperiales de dominación, pero sin lugar a dudas es un camino correcto que hay que transitar con optimismo; es tan cierto lo anterior que el imperialismo ya empieza a tener dolores de cabeza por el denominado grupo BRIC.
La multipolaridad es una cuestión de vital importancia para la derrota del imperialismo.
(*)Militante del PCV
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