A Doña Anarquía le encanta infiltrarse, colearse donde no la han llamado, y presentarse disfrazada. Con dolor y sentido autocrítico debo reconocer que en mucho de los asimismos llamados revolucionarios, reina Doña Anarquía. Ella se encuentra con demasiada frecuencia en los servicios públicos.
Cuando un funcionario hace lo que le da la gana, cuando no cumple su horario, cuando dilata expresamente los procedimientos en búsqueda de alguna prebenda personal, en perjuicio de los ciudadanos, allí se hizo presente Doña Anarquía. También está cuando un ciudadano es dejado en espera, cuando no se le da respuesta oportuna, cuando sus solicitudes son atendida con desgano, por quien gasta su tiempo hablando por teléfono o limándose las uñas.
Qué no decir de la corrupción, si ella reina junto a Doña Anarquía, que es su caldo de cultivo donde crece, se fortalece y multiplica. Para desgracia de los pueblos, el enrequicimientos indebido y grosero de unos pocos, se produce siempre en perjuicio de las mayorías. Los corruptos nunca son suficientemente bien castigados, porque el daño que se le hace al pueblo, producto de la corrupción, no se salda con unos pocos años de cárcel.
La anarquía no ama a los estudiantes, por eso se presenta en las escuelas de manera dramática. Ello explica la ausencia de algunos maestros, la suciedad en las aulas, el incumplimiento de los programas y, en definitiva, el perjuicio para nuestros muchachos. Ella también manifiesta su desamor por los enfermos, así como por los presos, lo que explica el caos hospitalario y la locura de nuestros centros penitenciarios convertidos en infiernos.
Por supuesto que Doña Anarquía también está presente en las empresas privadas y en los servicios que estas prestan. Los abastos y supermercados son una buena expresión de lo que es actuar fuera de las normas y en detrimento de las mayorías. Tienen a INDEPABIS de cabeza, el cual muchas veces pierde la pelea, si bien no pierde las ganas de seguir trabajando para castigar a los especuladores. Doña Anarquía esconde los productos, con la misma facilidad con que los infla de precio. De otro lado, los baños para atención de los ciudadanos son reino de ella, sin importar si el baño es de un establecimiento de propiedad privada o pública. La fetidez y la suciedad los hermana.
Doña Anarquía se disfraza con mucha frecuencia de chofer de autobús, buseta o vehículo, y por supuesto que muchas veces lleva el traje de motorizado y de buhonero. En esos casos no hay ley que valga, ni flecha que indique la ruta, tampoco luz roja que detenga al disfrazado. Con mucha frecuencia ella se convierte en hueco o basura; será por eso, me imagino, que abundan de tal manera en las calles de nuestros pueblos.
Ojo pela`o, y ahora voy en serio. La anarquía puede acabar con la Revolución y el cambio, porque ella pertenece al pasado, a lo viejo, a lo que no debe continuar. Los verdaderos revolucionarios no debemos transgredir las normas como nos venga en gana, ni hacer desorden del orden establecido. Ayudar el proceso de cambio que lideriza el Presidente Chávez es tarea de todos. Ninguno de nosotros está exento de que reine en nosotros mismos, así sea por un momento, el espíritu de la anarquía, que es tal vez la única dama a la que voy a desearle que desaparezca. Que muera Doña Anarquía, que viva la Revolución.