Y en la fábrica, en la escuela, en el pobre, en todas partes. Che, como dijera alguien muerto pero no vencido, San Ernesto de la Higuera he dejado de creer en ti por un rato, quizá porque te puse como un santo y tu no lo eras, los santos no tosen tanto como tu tos sublevaba los pulmones de todos. Déjame escribirte estas cortas líneas, solo para ser breve y abrirte un reclamo –por creerte santo- . Dónde estabas tú que en Cantaura dejaste solo a nuestros hermanos.
Amando el silencio de os pueblos como la confidencia que el tiempo tiene para nosotros en la fraternidad de los miserables, te acuerdas? es Arguedas. Te escribo con tristeza, pues a estas alturas del siglo los pasos que hemos dado hacia el socialismo, es decir hacia el amor, son contados y de verdad da miedo que esto se pierda después de todo. Después de todo, ya nos tenemos que prohibirnos perder.
Hoy estarías preocupado, un poco, lo sé al descubrirnos como hombres tubulares con una rara adición al dinero. Nos sigue animando el dinero, si hemos cambiado – es la naturaleza dialéctica nuestra- pero de amar al becerro de oro, seguimos amando ahora al oro del becerro. Nos hemos hecho ignorantes de eso que implica el sacrificio, y alojados en una cajita de confort, esa que nos tiene reservada el capitalismo para seguir siendo estúpidos diplomados, algunos de cuello blanco y facultos imbéciles de tanto decir y poco hacer.
No basta con recordarte CHE, mientras la acción significa la pérdida de la ternura en el acto humano, hemos sido duros y despiadados, ¡si!, pero con nosotros mismos, tan así, que tu nombre en el pecho, lo han convertido en puro diseño, en eso, en puro diseño. Algunos te han reservados batallas para con photoshop. Eres llavero a veces, gorra, franelilla, chaqueta roja para tu cara de negro. Hemos aprendido a llevarte en los labios, solo allí, solo allí.
Sin embargo, CHE, aquí donde estamos, tenemos que decir, que el estar ya es una pequeña victoria, porque lo importante es que vamos andando, pudo estar con nosotros, Noel, Sorfanny y cuantos otros, pero ya no están, ¿Por qué nos faltó el santo?
Y tu preguntaras, ¿Quién es Noel? ¿De qué Solfanny me hablas?. Y yo te contestare ellos son nosotros, hasta que solfanny diga con voz de segunda comandante: Hola Ernesto. Quizás tu no me conociste me llamo Sol Fanny, para algunos morí el 4 de octubre de 1982 junto con otros 22 hermanos nuestros y camaradas hasta después de la muerte. Yo no te escribo para decirte que en mis últimos momentos yo vi tu luz, te mentiría porque tu luz la vimos siempre. Cantaura fue para nosotros nuestra higuera, pero sin ti, sin ti San Ernesto de la Higuera –y a lo mejor te arrechas por estos, por aquello de que los santos se los dejas al yeso. Por favor, comandante San Ernesto no me dejes esta patria sola, no la dejes nunca. Déjanos, si, un consejo de los tuyos para eliminar el individualismo:”La velocidad de una columna guerrillera está determinada por la velocidad del mas lento”.
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