La política, de una manera muy simple, es “el proceso mediante el cual, las personas obtienen, utilizan y pierden el poder.” Hoy día, bajo los influjos de la sociedad del espectáculo, sometida y doblegada por la lógica mediática, la política ya no se orienta a convencer sobre las ventajas de las ideas, modelos, sistemas o proyectos de país. La política ya no lleva implícita el convencimiento, que requiere del “… compromiso que se proyecta en el tiempo” y “obliga a la voluntad” y es “inseparable del espacio de la ética” (Héctor Schmucler). A la luz de la lógica mediática del espectáculo la política vende. Y en el tránsito del convencer al vender, la política se concibe como una mera operación o táctica de venta. El vender se plantea bajo la condición de ganar, razón por la cual se extingue en el mismo acto de compra-venta, adquiriendo así un sentido cortoplacista.
En la sociedad del espectáculo ya no se promueve la defensa de ideas, muy por el contrario, se prestigia la venta y compra de símbolos. En la sociedad del mercado y el consumo todo se reduce a productos comerciales. Cuando se impone la óptica del “marketing” político, los ciudadanos y ciudadanas son concebidos y tratados como consumidores de logotipos “pseudoideológicos” y la política, en opinión de Juan Pablo Palladino, se vuelve el arte de hacer verosímil un logotipo.
En la actual coyuntura pre electoral, dos fuerzas políticas en pugna calientan sus motores y aceitan sus maquinarias publicitarias. El socialismo S XXI con candidato y proyecto de país definido. La MUD enfrenta una antesala de “limpieza electoral” que culminará en unas primarias. El elegido o la elegida afrontarán retos varios. Entre ellos integrar y expresar los intereses de las oposiciones al “proyecto chavista”. Enfrentar la construcción de un lenguaje y una propuesta “social, popular” que seduzca al nuevo sujeto, el consumidor. El gran desafío: ofrecer un producto para un mercado electoral que valora el socialismo como sistema, expresa que garantiza el bien común y afirma que la gente pobre se siente más reconocida ahora que en gobiernos anteriores. De allí que el intento de seducción descanse en logotipos “pseudoideológicos” con pretensión de vender un “capitalismo popular” que viaja en “el autobús del progreso” hacia la “mejor Venezuela” en la que caben todos los venezolanos.
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