Nuestros gobernantes y sus partidos, incluso algunas organizaciones “revolucionarias”, han tratado de justificar su entreguismo con la excusa de alguno de los internacionalismos existentes: socialdemócrata, proletario o bolivariano. Siempre hemos estado más preocupados de los derechos de nuestros vecinos, a quienes catalogamos de hermanos, que de los derechos de nuestra nación. Somos más internacionalistas que nacionalistas, lo cual es un contrasentido. Ningún país del mundo traza su política exterior de fronteras, en función de los intereses de aquellas naciones colindantes que aspiran porciones de su territorio o que reclaman derechos de cualquier tipo sobre su geografía. Venezuela es única en este aspecto.
Al anterior dislate debemos añadir nuevas dificultades a nuestros justos reclamos. Colombia, al igual que varias naciones sudamericanas, ha firmado acuerdos con países asiáticos como China. Para salir al Pacífico con nuestro petróleo se habla de un oleoducto por suelo colombiano. El Pacífico ya suplanta la preeminencia atlántica de los últimos dos siglos. Colombia tiene un TLC con EEUU y los acuerdos con Santos en Santa Marta nos obligan a un tratado comercial con ese país. Cuba sigue priorizando sus relaciones con Colombia, que la hicieron abandonar a las FARC hace mucho tiempo, y nos presiona en ese sentido; los artículos de Fidel no lo esconden. Los intereses de nuestros aliados favorecen la posición de Colombia en su disputa sobre el Golfo. Otro tanto ocurre con Brasil y el CARICOM y nuestro reclamo a Guyana del Ezequibo.
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