¿Quién debatía con quién en ese pantano de miradas desorbitadas, bocas por flautas, estremecimientos de voces sin almas?
Un monólogo a cinco voces contra la revolución bolivariana.
Todos viejos, acicalados con trajes que exige la ocasión, como para un reinado: cuatro Míster Venezuela contra una miss en pañales: galanes y galanas todos fantasmas del fenecido Pacto de Nueva York.
Como no dijeron nada, ni podrían decir algo que valiera la pena, entonces se conformaron con presentarse como personas que no dicen groserías. Algo es algo. No las dijeron porque son ellos la mejor representación de la vulgaridad, de la fatuidad en pasta, porque lo vulgar se delata en sí mismo por las poses que montan, por las babiecadas que pronuncian, por las simplezas de las frases uniformes, rancias y vacuas que resaltan.
Tres grandulones hijos de papi, de los podridos que nunca maduraron: Henrique, María Corina y Leopoldo, acompañados de su verdadero protector espiritual, el padre de todos ellos: el ex diplomático de la ONU, ex hijo mimado del CEN de AD en tiempos de CAP. Diego Arria allí lo era todo, lo arropaba todo, entre hijos de papi de la UCAB como él lo había sido hacía cuarenta años.
El Pablo Pérez, como hijo de Manuel Rosales, era el de menor escala social, pero como sempiterno adeco sacaba pecho para recordar que en la sentina de su gente vibra la misma estirpe vulgar de sus pares.
De resto, estudiantes burgueses que ni son jóvenes ni venezolanos, y que provienen de la más rancia y degenerada oligarquía; ellos saltaron a la palestra de esa ridiculez con el guión que les hizo el Departamento de Estado norteamericano, con las preguntitas con las que todos los días abre sus titulares de prensa Globovisión y El Nacional.
Ni siquiera imaginación para hacer algo nuevo, propio, diferente. Para ver esa carnavalada bastaba con poner cualquiera de los programas de Globovisión, y listo.
Ahí estaba el contenido del referido debate, del que tanto alardeaban sus pupilos. ¿Dos horas de show para ver y oír lo que todos los días nos está mostrando Globovisión?
Sandeces. Nada se dijo, nada nuevo que presentarle al pueblo. Ese es el resultado del fulano debate oscurecido por un total apagón de pensamiento, de ideas, de valores, de contenidos.
Sandeces.
Diego Arria confesó meteórico con su quincalla de frases ensayadas, que él siente mucho miedo, “porque sé lo que el odio puede ocasionar en las sociedades. Yo propongo presidir un gobierno de 2 o 3 años que rescate la paz para todos. Propongo un gobierno que derrote la inseguridad.” Los presentes se quemaron las manos aplaudiendo. Millones de vulgaridades en tan pocas palabras.
Henrique Capriles: soltó la ingeniosa frase de que él no quiere que nadie caiga a causa de la violencia. Vacuidad, bostezo, soflama, pamplinas que estallan al primer soplo.
Pablo Pérez sentenció: “Quiero ser presidente de la República para brindarle al país seguridad social. “ Magnífico, profundo, excelso. VULGARÍSIMO.
María Corina Machado confundió a su público con la expresión: “Estamos realizando el primer acto del nuevo Gobierno”, TODO EL MUNDO SE VIO A LA CARA. ¿Cuál gobierno? ¿El suyo? María me quiere gobernar. Fofo, fatuo, frívolo.
Leopoldo López que a falta de talento político ahora se dedica a saltar pipotes, exclamó: “Propongo construir una Venezuela donde todos los derechos sean para todos los venezolanos”.
Luego apareció el
guión de Globovisión en las preguntas: ¿Cómo
resolvería el problema de la inseguridad?, ¿Cómo combatiría la impunidad?,
ellos que son los padres de la impunidad en este país.
¿Cómo combatiría
el narcotráfico?, Ellos que son los mayores alcahuetes en los negocios oscuros
del narcotráfico. En estos estaban cumpliendo la orden del Departamento de
Estado cuyo fin es declarar a Venezuela país forajido. La voz cantante la llevó
el anciano malévolo de Diego Arria.
EN FIN, QUÉ DEJARON PARA LA HISTORIA.
FIN DE FINES, SI NO FUERA PORQUE RESULTAN CHISTOSOS…
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