Preguntemos a un millonario o millonaria si es feliz; la respuesta que sea, será infeliz
Ni los millonarios, ni la clase media y menos los pobres del Mundo occidental capitalista, pueden pensar en tener mejor calidad de vida bajo cualquier forma mientras sea el capitalismo que rija sus destinos. ¿Y qué entendemos por calidad de vida? Se entiende por calidad de vida con mucha simpleza, cuando se aborda ese concepto bajo el prisma de bienes de consumo que satisfaga las necesidades o comodidades poco más o menos de nuestras expectativas materiales.
Casa segura con todos los servicios, espacios de recreación, trabajo bien o medianamente remunerado, transporte público o propio, vestido y comidas a su hora sin mortificaciones, educación de calidad en todos los niveles educativos, salud completa desde la niñez hasta ser adulto mayor, atención infantil y adulta desde el día que se nace y más allá de la muerte si es preciso, agua, energía, teléfonos y vías de transporte bien cuidadas, entre otras cosas, es al menos la consigna que hace sentir una buena calidad de vida.
¿Quién no busca la tan anhelada calidad de vida bajo cualquier forma religiosa, política, cultural o económica en todos los continentes del Planeta? Todos la buscamos y muchos la proponen, y numerosos la ven imposible bajo los mimos parámetros que otros la ven posible como es el caso de los venezolanos.
Pero vamos al grano para entender donde radica la verdadera calidad de vida según mi utópica opinión. En el caso de Occidente que su modelo lo impone el capitalismo salvaje, podemos ubicar primeramente la calidad de vida de un millonario. Y resulta que quien menos goza de buena calidad de vida son precisamente los millonarios occidentales. Un millonario desde Canadá hasta Chile y de Europa occidental hasta Australia, sufre con indecibles pujos en la búsqueda de esa buena calidad de vida, cuando sabe que puede ser víctima de la ambición propia y la ajena; es punto de mira o cualquiera de sus familiares del secuestro, el chantaje y delitos de este tipo; la envidia por sus “éxitos” le hace presa fácil de todos los miedos que produce ese vicio humano como el envidiar; se hace visible de todo tipo de corrupciones y criminalidad que se direccione sobre sus bienes y su integridad física por parientes, amigos y toitomundo.
Millonarios del capitalismo que el mismo sistema capitalista les hace posibles víctimas de quienes también buscan ese capital. Guardaespaldas, “socios”, chismosos, burócratas y cómplices de todos los calibres que comparten vida codo a codo con un millonario, porque sus bienes y sus miedos le obligan. Todos quieren los millones del millonario y todos, absolutamente todos, son el mayor peligro de un millonario. ¿O los instrumentos electrónicos de seguridad como las alamas, cámaras de circuitos cerrados, vigilantes privados, vehículos blindados, sicarios, rejas y alambrados eléctricos de todo millonario en su casa, su empresa, su transporte y donde quiera que frecuente no dicen los miedos que aterrorizan hasta los tuétanos a todo millonario?.
La buena calidad de vida de la clase media en los países conocidos como capitalistas en Occidente, se define desde las hipotecas de nunca acabar, créditos para adquisición de bienes estrictamente de consumo, el monto de las tarjetas débitos y su escalar a “mejores” posiciones laborales, comerciales, profesionales o artísticas. Trabajan hasta treinta años en busca del retiro y son queridos por sus familias mientras pueden suplir sus necesidades, además que el 99% sufre todas las enfermedades psicosomáticas porque buscan como subir a la clase alta vendiendo hasta su alma. Crían sus hijos con aparente felicidad y le enseñan a trepar y afilar sus codos en busca de esa buena calidad de vida que envidian y les enseñan que hay que conseguirla como sea y por los medios que sea. Arribistas y plásticos como lo dice Rubén Blades y a pesar que tienen ciertas comodidades aparentes, pujan el doble que los que mucho o poco tienen. Calidad de vida que se escapa todos los fines de mes, cuando la tarjeta debito se ve en la cuerda floja.
De los pobres ni digamos mucho. Pero gozan de mejor calidad de vida aun con estrecheces, cuando a la hora de sus básicas necesidades no exigen lo que si exige el millonario y la clase media. Porque a la hora del almuerzo por ejemplo, un millonario almueza pavos, caviares, langostinos y filetes de esturión. Un clase media almuerza bistec de ternera, pollo en salsa y potajes de legumbres. Mientras que el pobre unas veces almuerza arroz con sardinas, otras veces huevos fritos con tortilla, arepa o pan y en la mayoría de casos arroz con frijoles o espaguetis. Pero los tres, a esa hora, están almorzando. Ya es cuestión de otra discusión muy profunda analizar quien goza de mejor calidad vida en ese instante del almuerzo, que también podemos contrastar cómo duermen los tres, cómo se recrean y para de contar.
Ahora bien, ¿Dónde termina la cháchara de este escrito? La cháchara termina cuando abordamos la verdadera calidad de vida que toda la humanidad desea desde lo religioso, lo político, económico o cultural. Y al descubrir el agua tibia, llegamos a la conclusión que de ningún modo se puede esperar calidad de vida desde el capitalismo, porque los crímenes al que está expuesto un millonario los produce el afán de lucro de los que buscan los millones del millonario que también usó los mismos afanes. Las xenofobias y arribismos de un clase media se incrementa día a día porque a más buscar para sus consumos obligados, más difícil su existencia. El pobre se acomoda aun con todas las injusticias y las discriminaciones que sufre a manos del par anterior que por más que pujen por buscar su “tranquilidad” a costillas del pobre, se desviven por buscar lo que al pobre le sobra. ¿Y qué le sobra? Tranquilidad. Tranquilidad que se refleja cuando el pobre alienado por centurias, hoy sabe que los corruptos y los artífices de sus desgracias materiales son los millonarios y los lagartos de la clase media. Y aun así, los pobres del mundo somos realmente más felices.
Cuando la lucha de clases se termine, la cual la sostiene sólo el egoísmo de los dos anteriores, el millonario y su servil clase media, el pobre no produce resentidos sociales que atenten contra los demás, pero teniendo en cuenta que al pobre lo juzgan de esta manera, los que lo estigmatizan; y los estigmatizadores que el capitalismo cultiva, son precisamente, más peligros que ese pobre pobre. Señalando con este parecer, que la calidad de vida que se busca no radica en los conceptos materiales que se conocen, sino en los servicios y consumos básicos necesarios o más allá de los necesarios cuando la justicia social lo permita, y en la seguridad ciudadana que es el principal bien que conlleva al amor e inhibe las ambiciones, las envidias y la avaricia material. Sin seguridad pública, que bajo ninguna esperanza se logra con el sistema capitalista, no puede incrementarse la armonía entre los pueblos. La seguridad pública sólo la puede concebir un real y posible socialismo como el que tratamos de construir en la Venezuela que lidera el comandante Hugo Chávez Frías, a pesar de todos los obstáculos que le imponen el capitalismo salvaje a través de sus agentes “nacionales”.
En este Occidente maleado por ese capitalismo salvaje, es el capital, es el dinero que todos buscan como la panacea de vida, que hace imposible que el millonario, la clase media o el pobre frustren sus anhelos. Dinero necesario como herramienta de trueque que dañó los espíritus de los seres humanos. Es ese dinero que convirtió al blanco en racista y discriminó a otros por su color de piel, su apariencia y su cultura. Que dañó las religiones y las convirtió en empresas mercantiles. Que se adueñó de la ciencia y la academia y mal formó a profesionales y talentosos. Es ese dinero que hizo sentir imperialista a muchos países y hoy hace creer al hibrido yanqui que sólo él puede manipular al Mundo a su antojo.
Y en definitiva, sólo el socialismo que busca Venezuela, su líder y su pueblo, lograremos, como lo estamos haciendo, caminar hacia esa calidad de vida que es imposible bajo cualquier forma capitalista. Y esa calidad de vida que merecemos todos los hombres y mujeres del planeta, donde no se robe, no se envidie, no se secuestre, se esté libre de drogas y vicios de toda naturaleza, se puede lograr porque nadie necesita grandes sumas para dormir en paz. Ser feliz no depende de los millones del millonario, de las discriminaciones de la clase plástica y mucho menos de las falencias materiales de un pobre. Ser feliz es la respuesta lógica de todo hombre o mujer que socializa sus posesiones, sus talentos y su espíritu.
*Periodista escritor poeta
¡Patria independiente y socialista!
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