Un producto de exportación
que lamentablemente tiene como referencia fundamental a Colombia es
el Paramilitarismo. Cuando un Estado se diluye en el caos, fragmentando
su criterio de nación, generando Estados dentro del mismo Estado formal
para, sobre la división, generar control externo, ahí sucede un proceso
de colombianización, mediado por el conflicto armado y alimentado por
estructuras paraestatales, que con o sin ideología todas confluyen
a favor del control del país o las trasnacionales que necesitan de
la atomización para alimentarse y obtener ganancias: narcotráfico,
armamentismo, etc.
Con esta introducción
no pretendo señalar de manera ligera que la inseguridad en nuestro
país es consecuencia del paramilitarismo colombiano, pero tampoco me
queda duda que la situación de inseguridad en nuestro país se ha desbordado
con gran facilidad producto de la proximidad con una experiencia que
exporta sus patrones, inducido por intereses nacionales que conducen
a ello.
Venezuela hasta ahora
no ha sido un territorio productor de drogas, nuestro territorio termina
siendo más estratégico para el tránsito, y aún a pesar de los esfuerzos
gubernamentales para evitar la circulación del narcotráfico por nuestro
territorio, la extorsión, el soborno y la debilidad de algunos sectores
militares dejan al descubierto muchas veces nuestras fronteras terrestres,
aéreas y marítimas, permitiendo que seamos puente para el tráfico
internacional.
Es así como Venezuela
se ha convertido en un objetivo a desestabilizar, para sobre el caos,
generar las condiciones necesarias para el narcotráfico en función
de facilitar el tránsito del narcotráfico hacia mercados más rentables.
¿Y por qué Venezuela? Porque está al lado de quien la produce y muy
cerca de quien la consume, así de sencillo.
Esto, sumado a una estructura
de justicia basada en altos niveles de impunidad y una estructura jurídica
débil, que lleva a las autoridades policiales a no quererse involucrar
en la resolución de los problemas ya que detrás tiene un Código Procesal
que de inmediato lo incrimina y lo culpa, y que además desarrolla en
la actualidad un esquema de formación que hace migrar de una policial
delincuencial a una policía defensora de los derechos humanos, pero
muchas veces de quienes vulneran permanentemente estos derechos; hace
que el sistema sea altamente vulnerable, y en esas fisuras de vulnerabilidad
se introducen las condiciones necesarias para que no sólo la delincuencia
común, que siempre ha existido, sino, el paramilitarismo se filtre
para desestabilizar y generar el caos que necesita para instalarse.
Acciones como el secuestro
express, con armas de alto calibre, vehículos caros, y técnicas sofisticadas
para la intersección, el secuestro con amplia capacidad de financiamiento
para soportar el tiempo que sea necesario para el seguimiento, rastreo,
captura, espera, negociación e intercambio, sólo pueden ser financiadas
por gruesas estructuras que no sólo pueden tener como interés “resolver
una plata” para sobrevivir. Esto sin tomar en cuenta la cadena que
se desprende del efecto reflejo producto de la impunidad, generando
un sin fin de pequeñas réplicas que pretenden emular el éxito de
estas estructuras paramilitares que nos han penetrado sin que se logre
resolverlo de manera eficiente.
Pero sería muy ingenuo
no afirmar que detrás de esto existe una intención política, ya que
el narcotráfico y su estructura de soporte, el paramilitarismo; se
alimentan permanentemente de la impunidad y donde no le es fácil mantenerla,
o no marcha a la velocidad que requieren los “cargamentos” entonces
deciden atacar al gobierno de turno, estableciendo alianzas y financiando
a otros sectores políticos que logren este cometido, sea directamente
o por mampuesto.
Este es el caso venezolano,
un sector narcotraficante colombiano en franca expansión ya que maneja
a plenitud su territorio de origen, un consumidor (EUA) que cada día
demanda más, vías de tráfico cada día más difíciles para su expansión
(producto del esfuerzo de la política del Estado), y la confluencia
de un interés político y uno económico que encuentran en Hugo Chávez
un “obstáculo” que necesitan superar, ¿Cómo?, financiando el
conflicto, aprovechando las debilidades jurídicas y generando caos
social, ¿A través de qué?, de dos vías, el financiamiento, estímulo
y desarrollo de la delincuencia organizada y la articulación de acciones
combinadas con las microorganizaciones delincuenciales que nutren la
desesperanza y generan las grandes matrices de opinión para despejar
el camino del “obstáculo”, y segundo, a través del financiamiento
a políticos y militares directa o indirectamente que sirvan el juego
para sacar al “obstáculo” del camino, y es aquí donde la oposición
entra en el juego.
La triangulación es
perfecta, y quien termina siendo afectado cotidianamente es el venezolano
común, tanto el que vive al lado del azote de barrio, o le roban su
BlackBerry en El Metro, como el que va a Las Mercedes y es víctima
de un secuestro Express o está en su finca y es asaltado, maniatado
y secuestrado, todos alimentados por la misma red, o ¿cómo creen ustedes
que estos delincuentes tienen armas más sofisticadas que el propio
aparato policial?
Este es uno de los retos más trascendentes que tiene el gobierno bolivariano y socialista, resolver la cotidianidad de la inseguridad y atacar estructuralmente el origen del mismo. No podemos desconocer los avances, pero la realidad rebasa cualquier esfuerzo, sin embargo no podemos caer en la trampa de quienes tienen como oferta electoral (Leopoldo López por ejemplo) resolver el asunto aliándose con nuestro victimario, el paramilitarismo y el narcotráfico (Alvaro Uribe mediante), que tiene en el contexto internacional un nicho de acción muy claro, Colombia.
@NicmerEvans
evansnicmer.blogspot.com