Esto que aquí escribo, no pretende ser un análisis histórico, ni de un hecho, ni de un personaje, simplemente es la impresión que me ha causado conocer a ese personaje y la época en que le tocó vivir y luchar.
Tuve la fortuna de que una amiga del Ministerio de Cultura me regalara hace un año, “Tiempo de Ezequiel Zamora” de Federico Brito Figueroa, obra reeditada por este Ministerio y puesto a disposición del lector a ciento cincuenta años de la Revolución Federal.
En primer lugar hay que destacar el esfuerzo de la Revolución Bolivariana y del Ministerio de la Cultura de reeditar una serie de libros importantísimos que han sido abandonados por las editoriales, en algunos casos porque ya ha pasado su boom editorial y en otros porque no les interesa publicarlos ya que las ideas que emanan de ellos van en contradicción con los postulados capitalistas e imperialistas que defienden.
Ahora, paso a explicar por qué entiendo hoy lo que no podía entender años atrás. Para los que pasamos por escuelas y liceos entre los 70 y 80, jamás supimos de ese tal Ezequiel Zamora, salvo (en mi caso), cuando nos enseñaron el Himno de la Federación, de lo cual apenas recordaba aquello de “oligarcas temblad”. Y es que Zamora es un personaje incómodo para el status quo de la sociedad venezolana, y decimos es y no era, porque sus postulados aún viven en estos tiempos. “¡Tierra y hombres libres!”, clamaba Zamora y era un resumen vital de su postulado y los de sus compañeros. Era una época en la cual aún se mantenían las heridas de la guerra de independencia y la oligarquía de los grandes cacaos era sustituída por la de los próceres independentistas que reclamaban para sí el tesoro público y las tierras de la patria como premio a su gesta. Se mantenia la esclavitud, y todas las leyes que sometían a las clases más desposeídas a la abyección de seguir pisoteadas por la bota de nuevos amos.
Zamora era influenciado, indudablemente, por los ideales progresistas que se manifestaban en Europa, que daba nacimiento a las teorías socialistas propuestas por Marx y Engels y daba luz al Manifiesto Comunista. El pensamiento de Zamora es innegablemente socialista y así hay que entenderlo, no solamente por la repartición de la tierra y el desencadenamiento del hombre de los propietarios ricachones que los ahorcaban, sino por la clase de gobierno que proponía, eminentemente participativo, como lo demostró en las elecciones libres y populares que se celebraron en las zonas liberadas por el Ejército del Pueblo Soberano.
Es así entonces, que ahora entendemos dos cosas, primera, el asesinato del General en San Carlos el 10 de enero de 1860, hace 152 años. Zamora se hacía fuerte, más que nunca y se dirigía con su ejercito victorioso hacia Caracas, a poner fin al angustiante gobierno dominado por oligarquías liberales y conservadoras. A su lado pululaba una serie de oportunistas y cobardes que esperaban el momento oportuno para medrar del triunfo de la revolución o mejor aún, liquidar y sustituir a Zamora, que fue lo que ocurrió. Por lo que es fácil inferir que la bala que mató al caudillo salió de sus propias filas, tal como lo señalan muchas teorías. No en vano, uno de sus más cercanos colaboradores era pieza importante de la oligarquía liberal, Antonio Guzmán Blanco. Mientras, el padre de éste, Antonio Leocadio Guzmán, que había sido el cobarde líder liberal que buscaba demagógicamente el poder, pero sin la incomodidad de cambiar el sistema y menos liberar la tierra, ni los hombres, formaba parte del Estado Mayor de Juan Crisóstomo Falcón, también un débil y dubitativo personaje. Cómo podría entonces salir Ezequiel Zamora adelante si precisamente sus más enconados adversarios no estaban en el gobierno conservador, sino en sus filas más cercanas. Un detalle que no deja de sorprenderme de los hechos ocultos de la historia venezolana, es que uno de los más enconados enemigos de Ezequiel Zamora, era el jefe de la policía de Caracas, defensor a ultranza de la oligarquÍa, llamado nada más y nada menos que Nicomedes Zuloaga.
El
otro hecho que entendemos, es el por qué la República que surge
posteriormente a la Guerra Federal, prácticamente borra de la
memoria histórica la gesta zamorana. Simplemente, la sustitución de
la clase política oligarca conservadora por la misma clase, pero
disfrazada de liberal, no podía permitirse alabar ni reconocer la
valía de un hombre que luchaba contra lo que ellos mismos
representaban, no en vano, la última clase dirigencial que gobernó
proveniente del liberalismo no eran otros que Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez. Y la clase política que sustituye a ésta, comandada
por adecos y copeyanos, se entregaron rápidamente a las oligarquías
surgidas por la riqueza petrolera y la voluntad del usurpador yanki,
que como bien decía Alí Primera, hasta al español jodió.
@guevarafernando
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