Las redes criminales se sustenta en un mercado ilícito en el cual pueda realizase económicamente el producto del delito. Más allá de las motivaciones psicológicas, sociales o éticas que inducen a trasgredir las normas y valores de la convivencia humana, incluyendo las condiciones de pobreza y exclusión social, la dinámica de reproducción del crimen deviene de la existencia de ese mercado. Sin consumo masivo de drogas ilícitas en EEUU y Europa, el narcotráfico no tendría las dimensiones que hoy tiene como el “próspero” negocio que es, para las organizaciones criminales transnacionales que operan en el circuito de producción, distribución y lavado.
Este criterio es aplicable a otros delitos como el robo, el contrabando y la piratería, los cuales tienen su base en el comercio informal. Este da pié al surgimiento de una economía sumergida ilegal paralela, la cual para sostenerse y crecer, necesita de la tolerancia social y un consumo permanente. También necesita del apoyo de funcionarios enquistados en instituciones públicas que faciliten evasión de la ley. Ante la ausencia y debilidad del Estado, el espacio de protección y control tiende a ser ocupado por bandas criminales especializadas en el negocio de la extorción, generalmente conectadas con el microtráfico de drogas, las cuales buscan “captar” los establecimientos de la economía informal como puntos de distribución. El avance de ésta tiende a promover una cultura de aceptación de la ilegalidad y a estimular la diversificación de los delitos: narcotráfico, tráfico de armas, bienes robados, lavado de activos, contrabando y falsificación de productos, todos coadyuvantes de la violencia y la inseguridad.
Si bien la inseguridad es un fenómeno complejo, causado por múltiples factores subjetivos y objetivos, a los cuales debe responder una estrategia de seguridad asertiva, ella debe contemplar como uno de sus componentes fundamentales, la reducción de economía informal. Su erradicación sobrevendrá si impulsamos el desarrollo productivo diversificado, hacia la superación del modelo rentista petrolero al cual aún permanecemos atados. La inseguridad es también un asunto de economía.
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