El Discurso de Angostura desde nuestra concepción socialista

Valga la ocasión, por ciertos hechos acaecidos en los últimos días, para hacer mención de significativos cambios que se han dado en Venezuela en los últimos trece años.

¿Cómo, por ejemplo, pueden existir personas, que se autocalifiquen de políticos, mantenerse en la inaudita e irresponsable posición de seguir diciendo que en Venezuela no tenemos democracia y que nos gobierna un tirano, un déspota, un dictador, un Hitler caribeño?

A esos, que tan alegremente pregonan estas barbaridades, habría que preguntarles qué gobierno de la Cuarta República, les hubiera dado tantas garantías para que se movilizaran como lo hacen, para que realizasen sus elecciones Primarias como las hicieron el domingo pasado, difundiendo sus alharacas a todo dar; sus profusas y lujosas campañas, con amplias coberturas internacionales desde los más poderosos medios de comunicación del mundo, los cuales descaradamente apoyan sus proyectos. Ellos, vanagloriándose de celebrar una fiesta democrática, pero sin hacer el más mínimo reconocimiento al gobierno revolucionario que les estaba facilitando todo tipo de recursos y seguridades, para que la llevasen a cabo con la mayor amplitud y sin ninguna clase de trabas o inconvenientes.

¿Es que habría sido posible que ellos hiciesen tales actividades en medio de una dictadura: actuar con la mayor alegría, con todas las libertades políticas, para expresar cuanto les venga en gana, de libre tránsito, etc.?

Imaginemos por un instante, en aquella Cuarta República, a los sectores de izquierda intentando hacer un acto similar, con el apoyo de la Cuba Revolucionaria, de la Unión Soviética con todos sus medios de comunicación en el país, con políticos revolucionarios del continente, y entonces el gobierno de turno, dándoles toda clase de garantías para que no fuesen a quejarse ni dijesen ni pío. Con presencia de congresistas extranjeros visitando supuestos presos políticos como aquí se hace, sin tapujo.

Insólito.

Ciertamente insólito, ¿verdad, señores de la oposición?

¡Ah!, seguramente, en el concepto de sus sofisticadas miras ideológicas, de sus desprecios y desconsideraciones hacia los que no son de su clase, sean todavía capaces de decir: “Es que nosotros sí somos verdaderos demócratas. Aquí no hay nadie más demócratas que nosotros”.

Con ese estilo, entonces han provocado masacres civilistas; dentro de ese concepto de democracia han promovido y dado golpes de Estado, y han desestabilizado digamos que cívicamente cuantas veces han querido a la República, la paz social, la soberanía, la economía del país y la seguridad de la nación.

Sólo me voy a referir a un hecho, para que se conozca cómo era aquella libertad y aquel apoyo que se le dispensaba a la izquierda venezolana durante la Cuarta República, y que está recogido en la historia del libro “Acción Democrática Partido del Pueblo”, escrita por el señor adeco Manuel Vicente Magallanes. Dice el señor Magallanes textualmente lo siguiente: “El primer incidente del gobierno venezolano con el de Fidel Castro, tuvo su origen, a fines de septiembre de 1960, en un anunciado viaje a Caracas de los comandantes Raúl Castro y Ernesto (Che) Guevara, invitados por el Partido Comunista de Venezuela, PCV, a participar en un mitin con motivo del aniversario de la revolución rusa. Inmediatamente Rómulo Betancourt se pronunció en estos términos: “Al gobierno cubano se le hizo saber por los canales diplomáticos normales que la participación en actos públicos realizados en territorio nacional era prerrogativa exclusiva de los propios venezolanos, y que los señores Castro y Guevara debían abstenerse de realizar el anunciado viaje. Como en La Habana daban la callada por respuesta a los requerimientos de nuestro embajador José Nucete Sardi -continúo diciendo el señor Rómulo Betancourt-, y cuando parecía inminente el arribo de esos viajeros no gratos, llamé telefónicamente al canciller Raúl Roa y le hablé con inequívoca claridad. Le dije: - Si Castro y Guevara aterrizan en el aeropuerto internacional de Maiquetía contrariando la voluntad del gobierno venezolano, no tocarán tierra. Serán regresados a La Habana en el mismo avión que lleguen.”

Viendo todas estas cosas de euforias democráticas circunscritas exclusivamente al reducto de los opositores, porque al parecer todo lo que a ellos les rodea es antidemocrático aunque dentro de sus organizaciones se consideren cívicos en estado de pureza absoluta, por excelencia, no puedo menos que recordar aquella frase del Libertador dirigida al general Rafael Urdaneta, en carta del 6 de diciembre de 1829, en la que este otro déspota de Simón Bolívar, decía: “DEBEMOS SER VÍCTIMAS PARA NO PARECER TIRANOS”.

Qué casualidad que la prensa de Estados Unidos en 1987, cuando se celebraban los doscientos años del natalicio de Simón Bolívar, difundieron por sus medios más emblemáticos, que Bolívar era un déspota de corazón.

Cómo cuesta creer y cómo duele que existan venezolanos que se regodeen en el dolor ajeno y que desconozcan los más mínimos intereses de la patria. Hubo tristemente venezolanos que celebraron por ejemplo la muerte del más grande hombre de América, en 1830, así como muchos, hace poco, se alegraron sádicamente con el cáncer que padeció el presidente Hugo Chávez. Venezolanos que se regocijaban escribiendo “¡Viva el cáncer¡”

Particularmente detestable fue la posición en 1830, de aquel gobernador de Maracaibo, llamado Juan Antonio Gómez, quien al enterarse del fallecimiento del Libertador, hizo correr este anuncio: “Todos los informes y todas las noticias están acordes; me apresuro a participar al gobierno la nueva de este gran acontecimiento, que seguro ha de producir innumerables bienes a la causa de la libertad y felicidad del país: Bolívar, el genio del mal, la torcida de la discordia o, por mejor decir, el opresor de su patria, ha dejado de existir y de promover males, que sin cesar llovían sobre sus compatriotas... Su muerte, que en otras circunstancias hubiera sido un día de duelo para los colombianos y les hubiera impresionado dolorosamente, hoy es motivo poderoso de regocijo porque viene a constituir la paz y la tranquilidad de todos... Me congratulo con Usía por tan plausible noticia...”.

Pues bien, el tirano Chávez se abstuvo de celebrar el Día de la Juventud en toda Venezuela para no tocar la delicada epidermis de la MUD, ni con el pétalo de una rosa. El Hitler caribeño concentró sus actividades de ese día en la ciudad de La Victoria para no perturbarlos en lo más mínimo, y para que no fuesen a decir que por su culpa no habían logrado toda la participación que deseaban. El dictador no hizo cadena de radio y televisión, cuando bien lo tenían merecido los hechos gloriosos que se celebraban ese día, en el marco de este año Bicentenario.

Nos encontramos hoy, en medio de adversidades que recuerdan los dolores de Bolívar, los terribles traumas frente a un sector que como digo, en nada contribuye con la patria y que por el contrario practica una artera manera de hacer política, que procura infligir cuanto daño pueden al país, en busca de réditos personales, de figuración, de ganancias para sus partidos. Un sector que se ha constituido en el más agobiante lastre que pueblo alguno haya que tenido que sobrellevar; penoso lastre que hemos arrastrado durante trece años de lucha, en los que venimos defendiendo nuestros recursos, nuestra soberanía, nuestra independencia. Un fuerza enemiga extranjera no ocasionaría tanta tragedia como la que provoca este lastre, porque además dice llamarse venezolano, además reclama derechos y exige deberes. Todo lo critica aunque vegeta, con pertinaz malignidad, sin pizca de patriotismo. Decía Leandro Palacios, en los duros días de la revolución de Independencia: “Es un escándalo y una vergüenza para nuestro país, que haya todavía compatriotas que vean con indolencia los sacrificios que hacen sus hermanos por la Patria, y que ellos se queden en la inacción de simples espectadores.”

Uno de los más gloriosos hitos de nuestra historia política, se da en aquel 15 de febrero de 1819, cuando el Libertador presenta su Discurso de Angostura: otra de sus sublimes creaciones poético-filosóficas, esta vez a las orillas del Orinoco.

Entonces también a Bolívar se le motejaba, como insisto, de tirano por parte de los realistas y de algunos intrigantes venezolanos.

Qué idénticas situaciones. Tirano Bolívar, y dictador Chávez.

Un gobierno es tiránico si es ejercido por una persona que sin escrúpulo de ninguna clase utiliza el poder en su provecho personalista, inmediato, en beneficio de fines criminales y perversos. Un tirano no se mezcla con el pueblo, ni redacta constituciones democráticas, ni se despoja, como lo hizo en el Sur, de sus facultades extraordinarias; ni deja de percibir sueldo para donarlo a los pobres; ni se dedica a recorrer de un extremo a otro el continente procurando la libertad, la igualdad social y el conocimiento; no organiza congresos. Un tirano es un ser vulgar, sin sensibilidad y que pone el peso de su poder en la policía, en un ejército represivo y sanguinario. Un tirano hace desaparecer a sus enemigos de una manera misteriosa, vil y sucia.

Valga la pena hacer una comparación de aquellos cargos que hacían al Libertador, con los que a diario se lanzan contra el gobierno bolivariano.

Ciertamente no se necesita ningún arte ni ciencia para ejercer la tiranía; la política de este sistema consiste sólo en provocar derramamientos de sangre, asesinatos en masa, pertinaz suspensión de las garantías ciudadanas (cosa que nunca se ha producido en este gobierno, y sí en los anteriores) y un estado de sitio permanente, que ni aún en las más terribles circunstancias el gobierno bolivariano lo ha aplicado.

Con harta clemencia se ha conducido el Comandante Chávez con sus feroces enemigos que nunca le han reconocido un solo gesto de tolerancia, que hasta la cúpula de la Iglesia católica interfiere en la política cuando quiere, para echarle en cara, que no pide perdón, cuando es todo lo contrario. Ahí está la insólita decisión que el Tribunal Supremo de Justicia tomó el 14 de agosto de 2002, que negaba ordenar un juicio por rebelión militar a cuatro altos oficiales de la Fuerza Armada Nacional (FAN), implicados en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002. El Presidente acató esa sentencia, con profunda vergüenza ajena, un hecho que se recogerá como único en los anales de la vida de los pueblos. Un hecho que los propios enemigos políticos del Presidente jamás debieron permitir, por respeto a los valores del estado de derecho y de la democracia.

¡Qué tirano ordena publicar cientos de miles de obras gratis para el pueblo que se reparten en las plazas públicas, en los campos, en las escuelas! ¡Cientos de miles de ejemplares de Don Quijote y Los Miserables de Víctor Hugo! ¡Cientos de miles de ejemplares del Diario de Bucaramanga! ¡Cientos de miles de ejemplares sobre el pensamiento bolivariano, sobre Simón Rodríguez y Miranda! ¡Qué dictador le da puerta libre al talento como lo ha hecho este gobierno, por ejemplo, con la música! Si algún artista no ha recibido amplitud y cordial apoyo por parte de este gobierno es porque sencillamente lo rechaza, por mera oposición política. Las más concurridas ferias de libros en toda nuestra historia, realizadas además en todos los pueblos, han sido las presentadas por la revolución bolivariana.

¿Qué dictador se echa encima cien años de damnificados, y obliga a las dependencias de su gobierno a atenderlos en todas sus necesidades, y luego buscarles un techo?

Pero ya el pueblo sabe para quién realmente el Presidente Chávez es tirano, déspota, enemigo de la libertad de expresión y violador de los derechos humanos. Ya lo sabe.

¿Será dictador acaso para las grandes transnacionales de la explotación, como la Exxon Mobil, porque logró demostrarle al mundo, que la Faja del Orinoco, es la reserva de petróleo más grande de este planeta?

¿Lo será acaso porque logró repatriar 211 toneladas de oro, por un valor de 11 mil millones de dólares?

¿A quién puede dolerle, señores, esa tiranía?

¿O será también un déspota de corazón porque se opuso al ALCA en América Latina y junto con el Presidente Néstor Kirchner lograron derrotarla?

Además de tiranos, déspotas y violadores de derechos humanos, se les cataloga a estos señores que no obedecen las órdenes de Washington, de pertenecer al eje del mal. ¿Por qué será?

¿Acaso porque conseguimos que la deuda total de la República en 2011 se ubicara en 23, 6% del Producto Interno Bruto, cuando en la Cuarta se llegó a situar hasta en 84,8% del PIB?

¿Dictador, porque consiguió triplicar nuestras reservas internacionales?

¿Enemigo de la democracia que a ellos les interesa, porque nuestra economía creció a 4% en 2011?

¿Será por aquí no tenemos indignados, y crece el empleo y el bienestar del venezolano y porque estamos cancelando la deuda social acumulada de cien años?

¿Acaso porque pudimos reducir la pobreza extrema del 17,1% en que se encontraba en 1998, al 7% en el 2011?

¿Acaso porque hemos creado esas grandes misiones: La Gran Misión Vivienda Venezuela, la Gran Misión Saber y Trabajo, y en Amor Mayor, a las cuales estamos entregados en cuerpo y alma?

¿Será porque ahora producimos computadoras, celulares, satélites, y vamos a tener nuestra propia construcción de electrodomésticos, de carros, etc.?

¿Acaso porque redujimos el índice de desigualdad de Gini que en 1999 el índice de desigualdad en Venezuela estaba en 0,49 y logramos ubicarlo en 0,394, por lo que somos el país menos desigual de América Latina?

¿Acaso porque subimos la matrícula estudiantil en educación universitaria que en 1998 era de 785 mil estudiantes, y en el 2011 logramos colocarla en 2 millones 340 mil estudiantes universitarios?

¿A qué dictador le puede estar interesando culturizar al pueblo, buscar las luces, la cultura y la grandeza para su patria, cuando es evidente que estos personajes huyen del saber como de la peste? Resulta paradójico que cuando el Presidente Chávez ha querido que todo el mundo tenga posibilidad de estudios, recibir atención médica, tener un techo, proteger nuestros recursos, defender nuestra soberanía, entonces de ciertos sectores que se dicen académicos, los más llamados a asumir como propios estos clamores y anhelos del Presidente, entonces ha partido, cuando no la indiferencia, el sabotaje, el chantaje, la agresión y el desprecio más virulento.  

El día de la instalación del Congreso de Angostura se encontraban presentes: cuatro generales, cuatro coroneles, el Intendente General del Ejercito, un Edecán del Libertador, tres Consejeros de Estado, un triunviro del Consejo de Gobierno, dos de los Diputados de 1811, tres Representantes del Congresillo de Cariaco, un redactor del Correo del Orinoco y el Secretario de la Comisión Electoral.

El 13 de junio de 1821 (en carta a Santander) el Libertador refiriéndose a los legisladores que acabarían por desintegrar a la Gran Colombia, decía: 

“esos señores creen la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque ha conquistado el pueblo de manos de los tiranos, porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede”.

La tiranía de España había impuesto la esclavitud más horrorosa y grandes sectores de la población estuvieron sometidos a la más ignominiosa ignorancia y servidumbre. No tuvo tiempo el Libertador para ver la obra sagrada de la unidad absoluta de pueblo con sus libertadores. Hoy contemplamos a un pueblo, que gracias a la revolución bolivariana y al Presidente Hugo Chávez, ha convertido al pueblo y a su ejército en una gran hermandad humana y social. Esto es parte de esos milagros que se ven en la historia, muy de cuando en cuando.  

En el Discurso de Angostura (que parece un delirio poético-político) Bolívar mostró la contradicción del medio nuestro para lograr estabilidad y armonía social. En él plantea que la anarquía está en nuestra cultura, en la sangre y en la historia y no se podría desenvolver con meras leyes. Bolívar –dice Waldo Frank- hablaba como un dios porque no sabía hacerlo de otra manera.

El año de 1818 es de los más conflictivos para la patria: tenemos un hombre que ha transitado por mil desiertos, que ha hecho prodigios en cien campos de batallas, y que en la faltriquera de su caballo, recorriendo de uno a otro extremo Venezuela y la Nueva Granada, lleva en sí el germen, la esencia moral y política sobre la que debe fundarse la madre de las Repúblicas. Es el genio que le escribe ese año de 1818, al general Juan Martín de Pueyrredón:

“Cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que circunstancias más favorables nos permitan comunicación más frecuente, y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos con el más vivo interés a entablar por nuestra parte el pacto americano que formando de todas nuestras Repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas...”

Es el Bolívar que nos está hablando de un cuerpo político ya con fundamentos jurídicos para la constitución de un gran Pacto social en el Nuevo Mundo.

Así hablaba aquel hombre en 1818, poco después que ponía fin a la campaña militar emprendida junto a Páez en las llanuras del Orinoco, con extenuantes marchas, movimientos rápidos y sorprendentes ataques, disputándole palmo a palmo nuestro suelo a las demenciales fuerzas realistas. Pese a que un tercio de nuestro territorio estaba entonces en manos enemigas, ya la patria era libre en el corazón de Bolívar, con un Congreso anfictiónico y un cuerpo de leyes inexorables; para aquel genio era cuestión de tiempo verla fuerte, unida, próspera. La sublime arquitectura de lo que debería ser esta parte del Nuevo Mundo se estaba gestando en su visión política. Esa fuerza inmensa de su voluntad que tenía espíritu propio, perseverante, le definía todos los caminos de su lucha, y de su victoria, imaginábase en sus cavilaciones ya en Bogotá, ya en Quito, Lima, El Cusco, El Potosí, Buenos Aires. Bolívar, muchos antes de recorrer con sus soldados la América toda, la había libertado en sus sueños, en sus anhelos, en sus duras batallas interiores.

Sepan los que no se cansan de ofender a su tierra, que la verdadera y suprema arma para liberar a los pueblos es el amor a la patria. Ese amor fecundo que hizo que surgiera la Gran Colombia, que hizo marchar a nuestros soldados hasta el Potosí para dar libertad a los pueblos, que fue la inspiración de tantos poetas, escritores y sabios del mundo. Ese amor fecundo que hizo que naciera la fuerza con la que se han ido echando las bases de esta revolución,  poniendo un grano de arena en la construcción de la Unasur, de la Celac, de la ALBA, de Petrocaribe, de la nueva visión con que está avanzando Mercosur. Ese amor fecundo inspirado en Bolívar, que es acción y deuda con nuestros pueblos, hecho hoy realidad con las misiones, derrotando la pobreza, venciendo la desigualdad social, construyendo más y más democracia.

Amor fecundo en el que hemos puesto todo nuestro empeño, sin escatimar recursos y moviendo todos los resortes para edificar un sólido y grandioso espíritu de hermandad continental.

Cada día tendrá menos espacio la estrechez de miras en la política latinoamericana. ¿Para dónde podrán coger esos líderes, al servicio de Washington, cuando toda la América Latina por fin unida se decida por lo que Bolívar soñaba: la América toda una sola patria?

No señores opositores, la patria nuestra nada tiene que ver con los proyectos de Washington, ni la Unión Europea, cuyas instituciones crujen por los cuatro costados; ni mucho menos tiene que ver con sus programas económicos todos ellos dependientes del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.

No señores opositores, más de un siglo hemos estado sujetados a esos programas de desarrollo que nada bueno le trajeron al país, que jamás nos permitieron salir de abajo, sino que por el contrario nos abrumaron de explotación y de miseria; con ellos se acrecentó la dependencia a poderes extraños y nos hundieron en un mar embravecido de conflictos sociales; que sumieron a nuestras instituciones en un envilecimiento generalizado y en una desesperanza sin límites; una depresión que produjo aquella pavorosa pérdida de nuestra autoestima. Porque hay que decirlo, en la Cuarta república la autoestima del pueblo venezolano estaba por los suelos. Aquí no había para dónde coger ni qué hacer, más que morir de mengua y de desesperación. Por eso según Latinobarómetro, el índice de satisfacción con la democracia en 1998 en Latinoamérica, cuando triunfa el Comandante Hugo Chávez, era sólo de 37% como promedio y en Venezuela era todavía peor, de un 35%. Era tal el estado de calamidad social y de descreimiento en los partidos, que algunas encuestas revelaban que la gente deseaba una dictadura, porque en su concepto imponían más orden y eran más eficientes. Hasta 2007, el índice promedio de Latinoamérica en relación con la satisfacción con la democracia se mantenía en un 37%, ahora tal índice creció entre nosotros hasta un 59%. En estos últimos nueve años, Venezuela se ha convertido, según esta medición, en el segundo país en América Latina en grado de satisfacción con la democracia, lo cual refleja en gran medida una valoración de nuestra estima por lo que hacemos, por lo que somos.

Nuestro gran guía en todos estos años ha sido el pensamiento del Libertador. Si hay a alguien a quien acusar de los que amamos y por lo que luchamos, búsquese como a único culpable al Padre Bolívar.

Previsible Bolívar en todo, en ese mismo año de 1818, al tiempo que sueña con los ojos bien abiertos, con la mirada fija en el Sur, presintiendo ya su encuentro con el Libertador José de San Martín, funda otro ejército político-ideológico para defender la causa republicana: El Correo del Orinoco. Saldrán 112 fogonazos de mortífera artillería contra el poderoso medio de comunicación de la reacción de entonces, que era la Gaceta de Caracas, que dirigía el traidor José Domingo Díaz.

El último de aquellos fogonazos del Correo del Orinoco, salió el 4 de agosto de 1821 cuando liberada Caracas, Angostura dejó de ser capital de Venezuela.

Dice el historiador Francisco Pividal que una vez que el mando político y militar estuvo en sus manos, Bolívar se dio a la tarea de revestirlo constitucionalmente, sin olvidar el procedimiento revolucionario. Por eso designa una Comisión Electoral con el encargo de redactar el “Reglamento para la Segunda Convocatoria del Congreso de Venezuela”.

En la parte inaugural del Congreso de Angostura, se expone una síntesis magistral del ideario de Bolívar; ideario que con la revolución bolivariana y gracias al énfasis que pone el Presidente Chávez por todo lo que tiene que ver con nuestra historia, ha venido a constituir también el corazón, el augusto preámbulo, un himno de gloriosa solemnidad, de todas nuestras más sagradas deliberaciones:

“Señor: ¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación.”

Y es contundente cuando dice:

“…debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea, asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el Inglés Americano y el Americano Español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil adaptar en Venezuela las leyes del Norte de América.”

Por eso al referirse a los tratadistas que hablan de que las leyes deben ser apropiadas a los pueblos que han de regir, concluye:

“¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!”

Fija su atención el Libertador en la defensa de nuestra plena integración racial:

“Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América que una emanación de la Europa, pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones, y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos.”

Y advierte con fina clarividencia que:

“Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada.”

Esa locura de la búsqueda de una libertad ilimitada, desatada entonces entre los que Bolívar llamaba los suaves filósofos, será lo que a la postre le matará a él, y provocará la ruina y desintegración de la Gran Colombia. Conseguida la independencia a costa de todos los demás bienes como siempre nos lo recuerda el Presidente Chávez, se produce entonces entre nosotros un caos generalizado por copiar y tratar de implantar en nuestro suelo, sistemas políticos y pasiones políticas que causaban furor en Europa. Nos olvidamos de nuestros indios, nos olvidamos de nuestros campos, de dónde veníamos y nos dedicamos, como el propio Libertador nos lo decía, a crear repúblicas aéreas. Hoy, por primera vez en nuestra historia, oyendo y siguiendo cada vez más ese llamado y clamor de Bolívar, de ir a nuestras raíces, estamos entregados a la construcción del Socialismo bolivariano, y levantándolo con nuestra imaginación, con nuestras manos, con lo que somos, con lo que hemos sido y somos capaces de producir y de hacer; con nuestros valores, con nuestras tradiciones y cultura. Bolívar lo sostiene en el Discurso de Angostura:

“La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las Leyes corrigen esta diferencia porque colocan al Individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas las clases en un estado, en que la diversidad sea multiplicada en razón de la propagación de especie...”.

Y esto es sólo posible en un gobierno socialista en el que la educación, el saber, el trabajo nos coloque a todos en un marco de igualdad.

Agrega el Presidente Chávez: “No basta con la inclusión, más allá de la inclusión está la igualdad como objetivo supremo. Tú puedes incluir a alguien para esclavizarlo, ¡es incluirlo para igualarnos!, para buscar marcos naturales y humanos de igualdad.”

Ese Socialismo es producto de aquella puerta que quedó abierta en 1830, la puerta que nos permitirá recuperar todos los demás bienes de la patria; entre otros bienes el de la unidad. Por eso dice el Libertador en su Discurso de Angostura:

 

“Para sacar de este caos nuestra naciente República, todas nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo: la composición del Gobierno en un todo: la legislación en un todo: y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla: nuestra Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos...”

Es la unidad que requerimos para la lucha, es la unidad sustancial como estrategia única para vencer al enemigo que nos acecha por todas partes.

Coloca a la educación en el centro de sus atenciones:

“La educación popular –dice- debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son polos de una República, moral y luces nuestras primeras necesidades.”

Y sobre el gobierno subrayó una constante que está en todos nuestros clamores:

“El sistema de gobierno más perfecto –dijo- es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad y mayor suma de estabilidad política. Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública.”

Para moderar la voluntad general hay que tener conciencia política, amor profundo por nuestro país, por nuestra soberanía y nuestro pasado de lucha, por nuestros próceres.

En fin, este fue un discurso meditado y elaborado al fragor de los combates, compartiendo el rancho con la tropa, sintiendo la cruel tortura de la derrota, cruzando ríos, mares, campos, a pie, a caballo, echado sobre el duro suelo donde lo cogiese la noche; noches de insomnio, de grandes batallas interiores. Por eso el original de aquella pieza magistral aparecerá tan llena de borrones, tachaduras, correcciones.

Y finalmente concluye:

“Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.”

“Señor, empezad vuestras funciones: yo he terminado las mías.”

Ese Libertador que hizo tanto, nos ha encomendado la tarea gigantesca de hacer posible su ideario para nuestro pueblo. Por eso trabajamos incansablemente, señores. Por eso se dio aquí una conmoción social como la del 27 de febrero de 1989 y una rebelión como la de 4 de febrero de 1992. Y para que esos sagrados mandatos del Libertador se hagan realidad no debemos permitirnos, en esta larga batalla, un solo minuto de descanso; que nadie se amilane, que nadie ceda una pulgada del terreno conquistado y que por el contrario se avance enfrentando esa fortaleza de perdición desde la que nos disparan oligarcas, traidores y tránsfugas. Siempre avanzando nosotros hacia las cumbres. Con valor impetuoso. Desterrando todos los temores, porque por cada temor habla el látigo del amo reclamando a su esclavo. Ceder en lo más mínimo representaría una catástrofe. Todas las oligarquías se han impuesto por la cobardía humana, y estamos aquí como decía el Libertador porque la igualdad, la libertad y la independencia son nuestra divisa. Porque nuestras poderosas armas son y han de ser la conciencia, el estudio, la verdad y el trabajo. Digamos con Bolívar: que se acabe con la odiosa diferencia de clases y colores... porque la fortuna, el saber y la gloria nos esperan...

A continuar la lucha, a vencer, a vivir, adelante hijos de Bolívar.

jsantroz@gmail.com



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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