Una vez conocido el candidato de la derecha Venezolana que competirá contra Hugo Chávez por la presidencia de la republica en las elecciones de el próximo 7 de octubre, el pueblo tiene ante si, dos propuestas, sobre las cuales voy a escrudiñar un poco y que a la vez sirva como humilde contribuyente a la discusión que debe generarse hasta que se nos llegue la mencionada fecha refrendaría.
El pueblo Venezolano en un alto porcentaje, tiene un paso adelante con relación al resto de los pueblos del mundo. Es un pueblo ganado para algo diferente, un pueblo que al clamor y calor de las luchas, propios de los fenómenos sociales y políticos que históricamente ha engranado y protagonizado, se ha untado de valor, vigor y en su cabeza se anida una gran disposición para el cambio.
Son enormes las vacilaciones que este soberano ha tenido, entendiendo que es parte de esa crisis histórica, su gran crisis: FALTA DE DIRECCION REVOLUCIONARIA. Pero este pueblo tuvo el reflejo de delegar en Hugo Chávez su empeño, premura y pretensión, para que el actual presidente asumiera y encarnara ese aluvión originario del 27 de febrero de 1989, remolque de esa accesión paulatina, perceptible en el tiempo, que en beneficio del proceso revolucionario se ha transformado en significativas conquistas.
Ir a las urnas para el pueblo Venezolano no es un simple acto de significancia democrática, no es una simple ocasión para enarbolarse con una preferencia o algo que sencillamente se le asemeje. Ir a las urnas para este pueblo es cuando menos un manifiesto de entrega y aporte de valores para plasmar y moldear una materia para darle una forma determinada. Eso entre otras cosas, hace más que interesante el prisma de la gente que independientemente de su estrato o nivel social, ha asimilado la prerrogativa de militar con el voto. Y eso también es otra gran conquista de nuestro proceso revolucionario.
Votar a Henrique Capriles Radonski significaría votar por programas o paquetazos como los de Ángela Merckel, Sarkozy o Mariano Rajoy, seria apostar por el desempleo, por una juventud sin alternativas y adultos sin pensiones ni seguridad social. Seria trasladar los escenarios de Grecia o España hasta nosotros. Seria colocarnos en una misma línea a pagar una deuda de la que no somos responsables pero que igual se nos impondría, independiente de los costos sociales y humanos. Porque lo peor de un personaje de estos que representan la preponderancia de aquellos que históricamente han manejado el capital en su afán de retomar el poder político, es que no son más que simples títeres. Saquen sus conclusiones entonces por quien se estaría votando realmente.
Votar a Hugo Chávez, aparte que seria evitar todo lo anterior señalado, es mantener con vida el proceso revolucionario. Eso nos permite por supuesto un margen de espacio un poco más amplio en la posibilidad y necesidad de lograr activar el sujeto constituyente revolucionario, que es por donde pasa la gran facultad de darle un nuevo rumbo a aquello que parió el caracazo. ¿Y por que hablamos de otro rumbo? Porque esa casta, ese germen llamado burocracia, ha sacado utilidades, frutos y provechos de sus condiciones privilegiadas. La burocracia es la otra personificación del capital y es la primera que se opone a los avances y transferencia de poderes al pueblo.
Votar a Chávez es la opción de aquellos que vivimos de nuestro salario, pero que tenemos que decirle al presidente como estamos viendo la cosa y que pensamos. Tenemos que decirle al presidente que no estamos de acuerdo con su política de cohabitar con el capital privado, que es una quimera y contradictorio hacer llamados amistosos a la burguesía, que en todo lo relacionado con los trabajadores, son los mismos trabajadores quienes deben decidir y con ello se estaría privilegiando el trabajo en contra del capital.