La organización
política-económica de la CELAC debería adoptar medidas conjuntas
de revisión de la legitimidad y el monto de estas deudas externas y
declarar inamisible la que hayan a lugar por ilegal y decretar una suspensión
colectiva de pagos u obtener una drástica rebaja del monto mediante
renegociación. Muchos de los países de América Latina y el caribe
están en relaciones de dependencia económica con los países del grupo
G-7 y la CELAC podría ser un magnífico instrumento para estimular
y acrecentar los intercambios económicos regionales, y poco a poco
hacerse menos dependientes, tal como se ha concebido al crear
organizaciones como la Comunidad del Caribe, CARICOM, el Mercado del
Sur, MERCOSUR, y la Alianza Bolivariana para América, ALBA, fundada
más sobre el punto de vista de la cooperación solidaria que en el
mero comercio. Asimismo urge adoptar estrategias comunes para que los
países miembros superen el subdesarrollo y la pobreza. Para este gran
salto deben plantearse una reformulación de los parámetros del desarrollo,
debiéndose adoptar medidas como las siguientes: Apertura e intensificación
de las relaciones e intercambios comerciales hacia Asia, África y el
Pacífico. Revisión y cesación colectiva de pago de algunos cobros
indebidos de la Deuda Externa. Fortalecimiento y extensión de alianzas
comerciales internas, con exclusión de los países que tengan Tratados
de Libre Comercio con potencias foráneas, y plantear los inconvenientes
de estos acuerdos. Sometimiento de las maquilas a las leyes y derechos
laborales locales. Iniciativas para el progresivo control social de
industrias básicas y estratégicas. Lanzamiento del Sistema Unificado
de Compensación de Reservas (SUCRE) y del Banco del Sur, para librarse
de la dependencia del dólar y del euro como divisas de reserva, conllevando
ésto a cortar vínculos con el nefasto Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial.
La desigualdad
social instaurada por la colonización europea en el siglo XVI ha dado
lugar a numerosas revoluciones y movimientos sociales en la historia
contemporánea. muchos sofocados por gobiernos crueles y autoritarios,
pero sin embargo y a pesar de esa atrocidad la mayoría de los presidentes
de la región actualmente son izquierdistas o por lo menos progresistas:
Cristina Kirchner en Argentina, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica
en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Ollanta Humala en Perú, Dilma Roussef
en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez en Venezuela, Raúl
Castro en Cuba, Leonel Fernández en República Dominicana, Daniel Ortega
en Nicaragua, varios mandatarios de las Guayanas y más en los países
antillanos, al contrario de algunos gobiernos de tendencia conservadora,
enemigos de la intervención del Estado en cuestiones económicas y
sociales, influidos por las políticas hegemónicas de los Estados Unidos.
La orientación de las autoridades de estos países conservadores no
se debe a la voluntad de sus pueblos expresada democráticamente, es
la herencia de exterminios masivos de la oposición apoyados por Estados
Unidos. Así fue como el dictador César Augusto Pinochet en 1.973
aniquiló al gobierno democrático de la Unidad Popular Chilena en un
golpe militar patrocinado por Kissinger, Secretario de Estado de los
Estados Unidos. El candidato de la oposición mejicana, López
Obrador, sostiene que el actual gobierno de su país surge de un fraude
electoral. El presidente hondureño Porfirio Lobo viene de un cuartelazo
apoyado por la base estadounidense de Palmasola establecida en ese país.
En Colombia pesa sobremanera la instalación de unas 12 bases gringas
y del Plan Colombia, con cifras récord en violación de los Derechos
Humanos. Entre 1990 y 2000 el peruano-japonés Alberto Fujimori disolvió
el Congreso y exterminó a la oposición socialista en un genocidio
masivo sin parangón, sin embargo ahora el Perú ha dado un decisivo
vuelco hacia una política progresista con la elección de Ollanta Humala
en 2011.
Para decidir el efectivo desarrollo de estos países dentro de la CELAC, ellos deben recuperar en forma plena la soberanía política, territorial, legislativa, judicial y administrativa, éstas disminuida por tratados y acuerdos internacionales, e instaurar en todos ellos una verdadera democracia en lo político, social y económico en donde el pueblo sea el principal actor. Armonizar los movimientos sociales, partidos políticos e instituciones sociales. Prohibir subsidios foráneos a organizaciones políticas. Reconocer el derecho del Estado a intervenir en cuestiones económicas y sociales con la finalidad de proteger las industrias nacionales, regionales y locales, regulando y controlando su capital financiero interno, como también el externo.
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