Los sectores político-sociales anti-comunistas han decidido desde tiempos pasados que las revoluciones son antipáticas, dañinas, contraproducentes, inconvenientes, innecesarias y comunistas. La verdad que nos entra una extraña duda sobre que pensarán esas “masas anti-comunistas” de Oliver Cromwell, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y, últimamente, las revoluciones arcoíris. Claro, las revoluciones son exquisitas si imponen el individualismo (Isaac Berlin) y la libertad popperiana (Karl Popper) bajo las tesis fundamentales del protestantismo anglicano (Max Weber) y calvinista (Juan Calvino) con adobo luteranista (Martin Lutero) y, últimamente, con aquellas tesis acomodaticias provenientes del Estado dentro del Estado italiano (léase: Estado de El Vaticano); es decir, trabajo, trabajo y más trabajo con deliciosos condimentos del desempleo favoreciendo a la banca y las clases altas, medias y al obrerismo aburguesado-salarista que permitirán que esos parabienes del capitalismo se expresen en la tesis del “american way of life” (alienación) hoy en día globalizada y, particularmente, en aquellas sociedades de las actuales que son denominadas como “Medio Evo, prossimo venturo” (Eco, Umberto y otros. “La nueva Edad Media”. Madrid.Alianza Editorial, 1995, p. 11). El rollo radica que las derechas, propias y extrañas, están, perfectamente, claras en cuales son sus objetivos socio-político-económicos de no permitir que las “clases sociales desclasadas”, hoy denominadas como “invisibilizadas”, logren alcanzar el Poder del Estado y, en caso contrario que así lo lograren, diseñar, ejecutar y alcanzar el fracaso de esas políticas globales que busquen darle poder real a los diferentes componentes sociales negados en sus derechos humanos (sub-conjuntos), inclusivamente, las clases medias, en su alienación capitalista-histórica, cuando, en tiempos en praxis, comiencen a alcanzar los niveles de conciencia revolucionaria suficientes y necesarios (conciencia de clase que no significa, únicamente, “obrerismo” puro y duro) conjuntamente en afianzar y profundizar sus realidades sico-sociales en sus derechos teológico-históricos. Para decirlo en palabras de Umberto Eco en el texto referido más arriba:
“…Al comienzo de su caída, el Imperio romano no estaba minado por la ética cristiana…había escogido a nuevos componentes raciales, había eliminado por necesidad muchas divisiones de clase rígidas, había reducido la diferencia entre ciudadanos y no ciudadanos, entre patricios y plebeyos…había presenciado fenómenos de aculturaciones rápidas, había colocado en el gobierno a hombres de razas a las que doscientos años antes habrían considerado inferiores…” (Idem, pp. 13-14). Si trasponemos esas ideas reflexivas históricas sobre el Imperio romano a realidades actuales, por ejemplo, en Bolivia, podríamos suponer que aquella frase equívoca de que la “…Historia se repite…” contiene grados de realidad (¿positivismo?) y entraríamos en una especie de crisis intelectual-burguesa y pequeño-burguesa si, inconscientemente, estamos alienados (Karl Marx); es decir, por ejemplo, si aquellos sectores sociales que han sido beneficiados por la “Misión Vivienda”, es decir, de salir de un refugio a un apartamento y/o una casa “bien equipada” y recordamos aquella frase de Aristóbulo Isturiz sobre la “conciencia en Guarenas” podríamos alcanzar la conclusión que en algo “hemos fallado” que no es otra cosa (coloquial) que la Revolución, cualesquiera sea su adjetivación pero dirigida, fundamentalmente, al Poder Popular, cual no ha sabido analizar, profundamente, diseñar y educar, objetiva y respetuosamente, al ser social no solo a alcanzar sus derechos humanos más fundamentales, cuando la Revolución “…ha comenzado a cumplir ética y moralmente…” con la praxis de sus políticas-humanistas sino que es obligante que esos derechos adquiridos por natura (no solo por Revolución histórica en su 2da fase, en este caso concreto, Bolivariana), gracias a esa Revolución, son, eso, exactamente, “derechos”, cuales implican, en sí mismo y obligatoriamente, al tiempo, una serie de “deberes humanos” que podríamos resumir en aquel mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo” (camaradas en contraloría permanente). Claro ello (aquel mandamiento) es necesario traducirlo en políticas y, al tiempo y obligadamente, la preparación de cuadros revolucionarios quienes dejando en el “basurero didáctico” sus discursos alienantes, supuestamente dialécticos y anarcoides, comprendan, dichos cuadros en Revolución, que toda Revolución Bolivariana socialista, nacionalista y humanista, obligatorio y necesariamente, “empieza por casa”.
Permítasenos proponer una corta reflexión sobre la idea expuesta por Giovanni Reale (“La sabiduría antigua. Terapia para los males del hombre contemporáneo.” Herder, Barcelona, 2000) que reza: “…Otro de los males que afligen al hombre de hoy es la búsqueda ilimitada del bienestar material como sucedáneo de la felicidad espiritual, liquidada como un sueño del pasado, quimérico e inexistente…” (Idem, pág. 97) Cuando trasladamos dicha inquietud a nuestro proceso revolucionario, al tiempo que recordamos, una vez más, lo expresado por Aristóbulo Isturiz, más arriba propuesto, nos lleva a una realidad obligada que sería el análisis dialéctico de las dos ideas principales propuestas en el texto por Reale: “bienestar material” y “felicidad espiritual”. Es decir, pareciera una contradicción en si misma la razón dialéctica de contraponer “lo material a lo espiritual” cuando el desarrollo socio-económico-ideológico se nos presenta, durante el proceso de “cambios profundos”, en Revolución Bolivariana, en permanente escenario, lo cual nos llevaría a la inquietud, bien por inexperiencia y/o por impaciencia y/o incomprensión del propio carácter del significado del concepto “revolución”, de hasta proponer exabruptos económicos (economicismos, sindicalismos, radicalismos e incluso anarquismos) que, en última instancia, logran, objetivamente, un profundo retraso en el desarrollo en perfectibilidad de nuestra realidad revolucionaria contraviniendo, precisamente, la propia dialéctica que lleva, necesaria y obligadamente, a esos cambios tanto a nivel de la estructura como de la superestructura lo que le permite a las derechas, propias y extrañas, “echar mano” de los paradigmas revolucionarios como es el caso de la propaganda político-electoral de Capriles Radonsky que, cada noche, viene denunciando “La Hojilla” en sus conductores.
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