A diez años del fatídico golpe de Estado, el 11 de abril del 2002 representa el suceso de violencia política más extremista que ha vivido nuestro país en las últimas décadas, aunque para las generaciones más jóvenes apenas sea un suceso en la historia ya un poco lejano.
Dos elementos me convocan a escribir anticipadamente sobre este asunto. El primero vinculado a un comentario de una joven estudiante en el ascensor de FACES en la UCV el día de ayer, quien al referirse a su experiencia con el nuevo profesor de historia, le exclama a sus compañeros: “en verdad nuestra generación, es una generación de memoria corta”, a lo que siguió distraidamente el comentario de su compañera de al lado: “es tanto así que ya no recuerdo a que piso vamos, ¿alguien sabe?, jajajaja”. El segundo elemento es el haber presenciado en carne propia todos aquellos sucesos y no necesitar una versión mediada para llegar a mis propias conclusiones: el 11 de abril es un momento histórico en Venezuela que demuestra hasta donde puede llegar el odio de quienes han perdido sus privilegios, como consecuencia de una revolución que el pueblo ha decidido hacer llegar para quedarse hasta que el mismo pueblo lo decida, y no serán las clases sociales minoritarias las que vuelvan a imponer sus intereses sobre la mayoría.
Sin embargo, creo que lo más importante, en el contexto de un proceso electoral presidencial a desarrollarse el 7 de octubre, es observar que 10 años después, la oposición que legítimamente sigue pretendiendo el poder en nuestro país, escogió de su seno a uno de los actores más destacado de las acciones civiles que condujeron no sólo al golpe de Estado, si no, a la hola represiva que acompañó las pocas horas de gobierno de facto de “Carmona el Breve” (en asociación al Rey Pipino III de los Francos en el siglo XVI, más conocido como Pipino el Breve. Su apodo de "El Breve" se debe a su baja estatura. En el caso de Carmona es por su escaso tiempo en el poder de facto).
Capriles, el actual candidato de la MUD, el 12 de abril, junto a Salvador Romaní, fue cómplice activo del asedio a la Embajada de Cuba, utilizando a su policía, como Alcalde de Baruta, no para disuadir a los que violaban flagrantemente derechos humanos y acuerdos internacionales, si no para custodiarlos y garantizar que el asedio se diera sin perturbación alguna. Es importante recordar además que este asedio se efectuó con la excusa de encontrar a Diosdado Cabello, Vicepresidente de la República, quien según estos perseguidores, se encontraba asilado en la embajada, acoso que por cierto, desde aquella época no ha parado en contra de este dirigente de la revolución.
El mismo día 12 de abril de 2002, Capriles, junto a Leopoldo López, aprehendieron a Ramón Rodríguez Chacín, Ministro del Interior, utilizando la policía de Baruta y Chacao, convirtiéndose estos personajes en actores presenciales y decisores de una flagrante violación a la dignidad de un venezolano en funciones públicas.
Capriles profundamente contradicción con La Política (con P mayúscula), al afirmar su deseo aparente de no confrontar (¿ya que si no desea confrontar para qué asiste a una “confrontación” electoral?), denuncia la violencia como herramienta política utilizada en contra de él, pero en un ejercicio de memoria corta aparente, olvida que hace 10 años fue protagonista de acciones violentas, y tiene las manos manchadas de sangre al ser cómplice de los asesinatos contra el pueblo venezolano, premeditados para crear el escenario que justificara un golpe militar.
Pero el pueblo, como hace 10 años, no se equivoca, la tendencia casi irreversible de los estudios de opinión lo indica, Capriles no goza del apoyo popular y la oposición deberá pagar muy caro y por muchos años los errores que hace 10 años cometieron, es por ello que no podemos darnos el lujo de tener una memoria corta, si no, una memoria ampliada.
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