Capriles se ha puesto varios disfraces-menos el de Caperuicita Roja-pero no ha podido pasar desapercibido; le falta el de su Álter ego.
Cuando el mensaje que se transmite no produce resultados satisfactorios es porque en esa comunicación se desperdició la energía.
Un tal Lavoisier o acaso un tal Joule pudo ser el que recreara la expresión de que “La energía no se crea ni se destruye sino que se transforma” y asumiendo que esa sentencia tenga algo de verdad, se justifica que Capriles empiece con una sudoración extraña cada vez que sus esfuerzos por meter embustes fracasan, es decir, que los esfuerzos que él hace para meter embustes se transforman en sudor.
Dicho de otra manera, Capriles fracasa con la comunicación oral tanto como con la no oral porque lo que él dice no es creíble y, por otra parte, sudar a mares ante el público es síntoma de que él no se baña ni usa desodorante.
¡Fo!
Capriles evidencia ser un simple muñequito con hilos y quienes andan detrás del telón no tienen plan ni concierto, entonces él se desbarajusta al estar en el lugar y en el momento equivocado.
Luego, de seguro, cuando termine la función, si acaso no antes, él quedará a un lado con los hilos enredados encima de sí.
Capriles fracasa porque hay una generalizada percepción de propios y extraños de que se trata de un impostor, luego, su palabra se enfría, por lo que va palo abajo; es que la identidad no se improvisa.
Hace poco hasta intentó imitar con la mano izquierda, los ademanes de su contrincante y, quedó en un feo.
Para colmo, no tiene bríos para asumir que él encabezó un golpe de Estado- fallido bien feo, por cierto-a sabiendas de que todo el mundo lo vio y eso es falta de personalidad.
Si Capriles se disfrazara de sí mismo, al menos habría que reconocerle sinceridad.
¡Sería un suceso de impacto y hasta podría ganar unos punticos!