Vieron el “¡yo no lo vuelvo a hacer, snif, snif, snif!”, de Ozzie Guillén, después que el imperio norteamericano le pegó tremendo regaño por haber dicho a la revista Time que adora a Fidel Castro; bueno que no harán en Venezuela si en un supuesto negado le llegan a poner nuevamente la mano al poder a través de Henrique Capriles Radonski.
De nada valdrán la Gran Misión Vivienda Venezuela, en Amor Mayor, Saber y Trabajo, Mercal, Pdval, Barrio Adentro; todo lo que huela o se parezca al presidente Hugo Chávez y a Fidel Castro será arrasado. No quiero exagerar, pero los que usen barba y hasta las niñas con moñeritas de color rojo podrían correr peligro ante la amenaza de esa gente llena de odio, que no cree en nada ni nadie sino en ellos y sus propios intereses. Pero es que, mis amigos lectores, no ven lo que hicieron con Guillén ¡por Dios! No salgo del asombro.
Sin embargo pienso que con todo y lo que el pelotero pueda representar para el deporte venezolano, a mi juicio indignó con el gimoteo que cogió tras sus declaraciones. Creo que si en algún momento le hicieron un close up o alguna toma de detalle en el rostro no es de extrañar que le captaran los ojos aguarapados o la mandíbula inferior temblorosa.
El entrenador no aguantó la pela imperial. En cualquier caso, los cubanos exiliados en Miami fueron los primeros que pidieron su renuncia a los Marlins de Florida.
Guillén desde un principio “mordió”, se dio cuenta de lo que le esperaba después de sus declaraciones y comenzó un fuerte sollozos con hipo hasta reventar en llanto: “snif, snif, snif…hip, hip, hip, buah, buah, buah….ah, ah, ah, ahhhhhhh”, pero de nada le valió. Todavía por si fuera poco anunció una rueda de prensa dispuestos a flagelarse en público si era necesario, sin embargo, Los Marlins siempre le suspendieron el empleo y el sueldo por cinco partidos.
Y la reunión con los periodistas en el estadio de Los Marlins en la Pequeña Habana de Miami, fue vergonzosa. Aún preso del miedo, el manager no sólo pidió perdón dispuesto a ponerse de rodillas si sus meras palabras no lograban convencer, sino que, por si acaso y alguna duda, se llevó por delante a Chávez, diciendo que el presidente bolivariano hacía en Venezuela lo que Fidel Castro en la isla, como si mantener dignamente una revolución con un bloqueo económico encima fuera similar a lanzar una bomba atómica al pueblo de Hiroshima, o ejecutar una masacre en Irak o Libia.
Lo que se observó con Guillén es tan grave, que hasta los opositores en Venezuela deberían estar pensativos, porque si esto le ocurre a una figura pública de la magnitud de este pelotero, es de imaginar que le podría suceder a cualquier de sus perritos falderos en Venezuela que por alguna circunstancia, incluso, hasta por una involuntaria equivocación, contraviniera las directrices del imperio.
Quedo absorto pensando en este caso, y no puedo evitar escuchar en la imaginación el sonido seco y brillante de esas duras palmadas en las nalgas de los opositores. ¿O las recibirán con orgullo? Creo que las reciben con orgullo.
Estoy seguro que sí…sobran razones para pensarlo.
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