Se entiende que en la lucha política lo más importante es la naturaleza de los objetivos que se persiguen y no tanto los instrumentos utilizados en su logro. No estoy diciendo que “el fin justifica los medios”, pues éstos adquieren una importancia mayor en la medida en que se tornan más drásticos. Para explicarlo con una exageración pedagógica: No se puede justificar la matanza de casi todos los habitantes de un pueblo con el propósito de liberarlo de la opresión, pues al final los liberados no serán capaces de disfrutar de su liberación. Sin embargo, en este tipo de hechos siempre hay víctimas, que los estadounidenses han dado en denominar eufemísticamente, cuando son ellos los responsables de las mismas, como “daños colaterales”.
La justificación o no de un golpe militar la da, en parte, el resultado del mismo, pues si es exitoso utilizará su poder para legitimarse ante la población e internacionalmente. Dije en parte pues un golpe de Estado victorioso que suprima los derechos ciudadanos, elimine los mecanismos democráticos y haga de la represión su principal forma de coacción, no logrará legitimarse en forma plena. El golpe de Estado del 23 de enero de 1958 fue exitoso, restituyó los mecanismos democráticos y creó un consenso cupular mayoritario, lo que lo legitimó hasta ser considerado hoy como movimiento cívico militar y no un golpe de Estado. El golpe del 4 de febrero 1992 fue una acción militar, como el del 11 de abril, sólo que hoy hay un gobierno con poder para legitimarlo.
El golpe de abril en cambio fue derrotado y no ha podido legitimarse, a pesar del inmenso poder de los medios de comunicación, que hicieron este año un esfuerzo muy grande, que no había visto en años anteriores, en función de enfrentar la acción deslegitimadora del movimiento por parte del Gobierno. Tanto en 1992 como en 2002, el número de víctimas, aunque muy lamentables, no alcanzó a ser masivo, por lo que el objetivo perseguido cobra más importancia a la hora de hacer un juicio de los mismos. Ambos fueron contra gobiernos democráticos electos y ambos se dieron en nombre de los intereses de la nación.
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