2. Lo lastimoso es que nada de esto se haya hecho y nos encontremos en la misma situación de dependencia del pasado de un modelo rentista, cuyos ingresos no dependen del trabajo de los venezolanos. Ocurrió lo mismo que en la primera administración de Carlos Andrés Pérez, cuando los precios petroleros también se elevaron considerablemente, así como los ingresos en divisas del país y lo que nos dejaron fue una nación hipotecada por una deuda externa muy elevada, un retroceso de su producción industrial, una economía de puertos (basada en la importación), deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos, corrupción en múltiples formas y una quiebra del sistema político existente desde 1958.
3. Desde Juan Vicente Gómez hasta el presente (90 años) el país vive de exportar combustible fósil, materia prima y nunca ha tratado de substituir esa exportación por la producción de petroquímicos: metano, etileno, propileno, butilenos y BTX (benceno, tolueno, xileno) hasta alcanzar gradualmente que formen el 30% de nuestros ingresos por hidrocarburos, en lugar de la bajísima proporción que constituyen actualmente. Para tener una idea del significado de este cambio, en relación con la obtención de mayores ingresos, debemos decir que cuando el barril de petróleo se vendía en 15,92 dólares, dejaba una ganancia de 7,82 dólares; si ese barril de petróleo se transformara en petroquímicos comercializables, éstos se hubieran vendido en unos 340 dólares, dejando un beneficio neto de 26,9 dólares por barril, es decir más de tres veces superior al que se obtiene de la venta de crudo.
4. Los recursos para la industrialización petroquímica saldrían de la riqueza obtenida por la propia industria petrolera en el negocio actual de venta de combustible fósil, y esta transformación estaría en manos del Estado, pues son complejos industriales grandes y costosos. Sin embargo, el desarrollo de la química orgánica industrial, por tratarse de plantas pequeñas, puede ser abordado por la inversión privada nacional. Un cambio en este sentido sí significaría una transformación revolucionaria del país, pues se trata de un salto cualitativo en relación a la explotación petrolera que, como ya se dijo, no ha cambiado en 90 años de historia patria.
5. Asumir la distribución de todos estos productos requeriría de una flota petrolera propia, que transporte por lo menos el 50 % de la producción y no menos del 6 % que hoy nuestra flota transporta. Esto significa la instalación de astilleros en Venezuela con países que tengan la tecnología para hacerlos (Brasil, por ejemplo), pero no para que esta industria continúe siendo brasilera, sino para que sean luego astilleros venezolanos (transferencia tecnológica) y en el futuro construyamos nuestros propios buques. Algo similar a lo que Brasil hace actualmente con Francia en la producción de aviones comerciales y de guerra. Las fábricas instaladas por los franceses pasarán a ser propiedad de Brasil, quien mantendrá incluso la marca comercial.
6. No se es soberano en materia petrolera si el comercio del crudo lo realizan empresas navieras extranjeras, tal y como fue evidente en 2002 cuando la comercialización se paralizó por motivaciones políticas y el país sólo podía hacerse cargo del transporte del 6 % de su producción, pues lo demás era y es transportado bajo banderas extranjeras. El Gobierno debería haber incrementado en estos 13 años de ejercicio este porcentaje “cuarto republicano” y no lo ha hecho. Si se habla sinceramente de soberanía, no se puede entregar la propiedad del 40% del petróleo a las transnacionales con las que se crean empresas mixtas. Cuando estas extraen 100 barriles de petróleo, 40 de éstos ya son de la transnacional, por lo que se ha producido un proceso de desnacionalización y se ha violado la Constitución.
7. Defender esta privatización sobre la base del monto de la regalía y los impuestos es desviar la atención de lo fundamental. En estos negocios los gobiernos tratan de obtener los mejores beneficios, pues quieren mayores cantidades de dinero para sus realizaciones. Lo que ocurre es que existen condiciones externas en cada negociación, que limitan o favorecen las posiciones de quienes negocian. Es diferente negociar una regalía a 7 dólares el barril de petróleo que negociarla a 100 dólares el barril. Pero esto no es lo importante. Allí se pueden dar diferencias cuantitativas, pero no cualitativas. Cualitativa es la propiedad del petróleo que se extrae, cuantitativo es el precio del barril, la regalía, el impuesto, etc. El Gobierno podría argüir es que la actual es una privatización en mejores condiciones que la planteada en la “cuarta república”, pero en todo caso es una privatización.
8. En las peores condiciones para Venezuela: Bajos precios, petróleo pesado de difícil extracción y transformación, la salida no puede ser la de compartir la propiedad del crudo con empresas que dispongan de la tecnología y del financiamiento, si es que este último tampoco se tiene. La Constitución no permite la privatización de la industria y en este sentido han sido las luchas de los sectores nacionalistas en nuestros países. La salida son los contratos de servicio con transnacionales (las nacionales no tienen la tecnología) y el pago por cada barril de crudo extraído. En la Faja del Orinoco extraer ese barril cuesta mucho más, aunque siempre el costo estará muy por debajo del precio de mercado, pues si no, no valdría la pena su extracción; el petróleo seguiría siendo nuestro y la ganancia sería mayor.
9. Al desarrollar la industria petroquímica y la química orgánica industrial, se desarrollarán también las industrias necesarias para que éstas puedan operar. La industria metalmecánica, por ejemplo, que a su vez necesitará insumos de otras industrias que también aparecerán y se desarrollarán. Al final, se crea todo un proceso de desarrollo que requerirá inversiones privadas, nacionales primero y extranjeras después, pues no sé quién inventó que los capitalistas extranjeros: brasileños, rusos, chinos, iraníes, argentinos, etc., son mejores y más progresistas que los capitalistas venezolanos.
10. He descrito un proceso que no ocurre de la noche a la mañana. Japón, sin la ventaja de tener petróleo, realizó este proceso obteniendo recursos de la agricultura. Hoy es un país desarrollado. Los países árabes y Venezuela, entre muchos otros, han vendido combustible fósil desde hace un siglo y continúan en el subdesarrollo. No existe ningún país que se haya desarrollado vendiendo materia prima. Nuestros recursos para efectuar todo este proceso saldrán del petróleo, de su venta inicialmente como combustible fósil y paulatinamente de la venta cada vez mayor de productos refinados, de herbicidas, pesticidas y fertilizantes y de petroquímicos y luego, más adelante, de plásticos y derivados.
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