Para ver la recuperación de los espacios públicos en Caracas no se necesitan anteojos. El esfuerzo desplegado por la Alcaldía de Carcas, el Gobierno del Distrito Capital y el Gobierno central ha dado sus frutos. El caos en el que se había convertido el centro de Caracas y otras zonas era comentado y asumido por un gentío, pero no se hacía nada. O muy poco, para tratar de ser justa .La salida de los vendedores informales de las calles era impostergable. Una vez libres las calles, acometer las obras de ingeniería, remozamiento, alumbrado y limpieza era sólo cuestión de tiempo.
El siguiente paso fue convocar a la gente. La convocatoria ha dado resultados. El sinnúmero de eventos que se han visto en el centro de Caracas, Sabana Grande y Los Próceres le han devuelto la ciudad a la gente. El centro no es “sólo para comprar en diciembre” o para cumplir una tarea escolar.
La oferta cultural es variada y gratis en casi todos los eventos. El viernes pasado “la Ruta Nocturna” volvió al casco central para demostrar que el centro de Caracas se llenó de gente para siempre. Nueve “diyeis” se regaron en la “manzana” completa que rodea a la Plaza Bolívar. DJ Mabe, DJ P.L.U.R, DJ Víctor M y Dj Bambi Shaker estuvieron en los locales Chocolate con Cariño, Café Artesano, El Merendero y Atrio’s para convertir el centro en un gran escenario lleno de música electrónica, juventud y alegría.
La convivencia se dio naturalmente y pudimos disfrutar de una noche tranquila en el corazón de Caracas, sin zonas de tolerancia, sin la militarización que muchos exigen invocando la “solución colombiana” contra la inseguridad, pero sí bajo el control de las autoridades y del gentío que llegó a disfrutar de las actividades lúdicas… porque el juego, divertirnos, nos complementa como seres humanos.
El sábado formé parte también, y para requete confirmar que otra conexión con Caracas es posible, del público que colmó el Teatro Nacional para ver la obra Cuando quiero llorar, no lloro a cargo de grupo Rajatabla en el marco de las actividades del circuito teatral de Caracas que arrancó en el municipio Libertador, silencioso, sin bulla, casi subrepticio, pero que ya es una realidad, una “periodicidad cultural”, una alegría compartida. La historia que entrelaza a los “Victorinos” entrelazó todos los corazones, todo el llanto y todas las risas de esa tarde.
Y es que existen razones para llorar. ¿Quién lo niega? Mientras haya injusticias, las lágrimas siempre encontrarán una mejilla que recorrer, una tristeza que exorcizar. La tarea, nuestra tarea, está en minimizarlas hasta desparecerlas por completo. Es la utopía siempre evocada. Que así sea, pues, mientras la encontramos, seremos mejores seres humanos. Sigamos.
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