La agudeza sensorial tuya y la de todos es determinante para percibir la realidad; quienes hemos vivido a la machimberra, no obstante, contamos con una significativa ventaja respecto a quienes lo han hecho en una zona de comodidad, es que estamos fuera de ese asfixiante molde que te hace creer que más allá de tus narices no existe el mundo.
Acá nosotros los obreros, a campo traviesa, de sol a sol moviendo los remos para procurar la comida de toda la familia, a más de la de toda la sociedad, y allá la oligarquía explotadora y chupasangre, bribona y ociosa; nosotros luchando por ser libres y dueños de nuestro trabajo, a la vez que compartir con todos, sin excepción, y ellos tratando de apoderarse de nuestro esfuerzo y con la idea del plusvalor en la cabeza, para lo cual emplean la violencia en todas sus formas y maneras.
Y, entre nosotros y la oligarquía plutocrática intermedia un variopinto estamento que se hace llamar clase media, la cual más o menos, a su vez, se clasifica en clase media mínima, clase media medio media, clase media, clase media medio alta y clase media alta.
Pero, vayamos a los extremos, a nosotros los de más abajo y a ellos los de más arriba en la absurda escala social.
Nosotros que trabajamos como burros y ellos que nunca trabajan pero que dadas las estructuras de poder capitalista aprovechan el plusvalor de nuestro trabajo y para ello se valen de las capas intermedias de la sociedad, muchas de las cuales hacen el papel de bobas, no por decisión propia sino porque son presas de la alienación orquestada y dirigida desde arriba.
Karl Marx (Carlos Marx) definió el escualidismo como una “falsa conciencia de clase”, es decir el trabajador embobado que se la echa de sapo rabudo al creer que su meta es el “ascenso social” y no se percata de modo alguno de que él es consciente o inconscientemente usado como un trapo sucio por la élite chupasangre, es presa de “falsa consciencia de clase”.
Dicho de otra manera, un significativo sector de esa descrita clase media es ignorante de su propia realidad, tiene un basurero de ideas en la cabeza, se va de bruces como Sísifo en vez de luchar por liberarse del sutil yugo que le rodea el pescuezo: La enorme masa de sedimentos de información sesgada y que no es otra cosa que cadenas de miedo.
Sí la información no hace avanzar a un individuo hacia el conocimiento de su realidad, aquélla no sirve.
Globovisión, Venevisión, Televen y etcétera “lochas” embusteras al servicio de las oligarquías -“Últimas Noticias” “El Nacional” “El Universal” y dele que no viene carro- son nodrizas de miedos y de terrorismo mediático contra el pueblo y calan especialmente entre la clase media.
Los titulares de esos menos que lochas en verdad centavitos de prensa pero que se las echan de medios, son una desolación, a diario; es que esa prensa maloliente desestima el papel del pueblo de abajo en las manifestaciones del mensaje y pretende relegarnos a adherirnos a sus contenidos, que son los de las oligarquías pero, les daremos una buena patada en el culo, para que nos respeten.
Puesto que nosotros estamos en contacto con la realidad cruda, ese hecho nos permite tener a mano información de alta definición; la práctica rompe la gramática, estimamos el fundamento teórico que define los fenómenos pero toda definición de la realidad que provenga de la manipulación, del sesgo que los periódicos contrarrevolucionarios y las televisoras aludidas hacen a diario de la realidad venezolana actual, es basura que pretende debilitar la coherencia de nuestras percepciones y reducirnos a un limbo.
En mucho, buena parte de la clase media venezolana está esclavizada sin saber que lo está pero puede liberarse cuando enfoque sus ojos hacia el socialismo.
Las palabras y las cosas son extensiones de nosotros mismos y debemos utilizarlas para coexistir en una misma lucha por la liberación de la patria; hacerlo en contrario es una aberración.
Y, no puede faltar una broma a tiempo, de mi parte; es que obviamente, para saldar posibles suspicacias debo aclarar que Marx no pudo conocer la realidad actual, así que sería demasiado extemporáneo esperar que él se pronunciase de manera expresa acerca de los escuálidos pero sí, de manera tácita.
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