Yo, nunca olvidaré ni perdonaré

Les voy a contar una de la miles de historias que les podría contar, y lo hago porque, después de haber leído el ultimo articulo de Sant Roz, en el que se refiere a un articulo que escribió Argenis Rodríguez después de los acontecimientos de febrero y marzo de 1989, me doy cuenta que todavía hay gente en este país que tienen una memoria demasiada corta, como si sus cerebros quisieran olvidar una gran pesadilla.

Todos los que siguen diciendo que Chávez ha hecho buenas cosas, pero también muchas cosas malas, creo que sufren de esta enfermedad del olvido. Cuando les pregunto que malas cosas ha hecho Chávez, no me pueden responder, y cuando les recuerdo como fue la vida del 80% de la población antes de Chávez, me miran con una mirada de ganso, y la lengua colgando.

En los años 1970, cuando trabajaba con los curas, para ser cura, cuando los barrios eran 90% ranchos de zinc, carton y pancartas de Coca-Cola, y cuando la mierda de las urbanizaciones de los ricos arriba pasaba por los pisos de barro de los pobres al llover – cuando la gente se moría en mis brazos, podridos, olientes de muerte, y nadie, ni sus familiares, querían tocarlos por miedo de ser infectados, y se morían por simplemente no tener algún acceso a medicina, y cuando la única clínica gratis, en un barrio de 400,000 personas abría sus puertas una vez la semana por 3 horas – es entonces cuando se abrieron mis ojos a la verdadera realidad que azotaba al Pueblo venezolano.

Mientras que yo recorría los barrios de Santa Cruz del este, El Rosario, Corromoto y Anacoco, tratando de atender a las necesidades de la gente la mas humilde y maltratada que habia conocido en mi vida, los curas se la pasaban tranquilos en su iglesia en Prados del este, bebiendo whisky con los ministros del gobierno de CAP, cenando en Las Mercedes con los baqueros, y jugando tenis en las mansiones del los ricos en Higuerote.

Un día produje una lista de la gente del barrio que necesitaba medicina de manera urgente, los cuales obviamente no tenían como pagar, y menos, como llegar arriba, a la parte alta de Las Minas de Baruta, al centro comunal, para conseguir la medicina. Pensando que era buena idea, les propuse al los curas que yo baje a los ranchos con la medicina para distribuirla, pero ellos me respondieron, “No. La gente tiene que subir al centro comunal y ademas pagar por la medicina.”

¿Como iban a subir al centro comunal si estaban incapacitados, muriéndose en un colchón que recogieron en alguna basura, rodeados de ratas muertas? ¿Y con que iban a pagar? ¿Con la mierda de los ricos de La Trinidad que recogían de sus pisos?

Entonces, les robé la farmacia y fui a distribuir la medicina. Me botaron.

Yo, nunca olvidaré ni perdonaré.

oscarheck111@yahoo.com


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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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