Una sociedad perfecta sería aquella en la que las personas que la
conforman disfrutan de una buena calidad de vida, como resultado de la
existencia de elevados índices en materia de salud, educación, empleo,
seguridad, vivienda, recreación, etc. Es decir, una sociedad que, en
sentido general, no tiene problemas, ya que éstos han sido solucionados
gracias a la buena gestión de sus gobernantes.
En este tipo de sociedad perfecta no hemos tenido la oportunidad de vivir,
ya que la nuestra (la venezolana), en particular, es una sociedad
caracterizada por una serie de problemas que conspiran contra la
posibilidad de que la mayoría (o la totalidad) de sus habitantes pueda
alcanzar un buen nivel de calidad de vida. En general se le achaca la
culpa de esta situación a los gobernantes que hemos tenido, cuyos rasgos
más destacados, según la opinión generalizada, han sido su ineficiencia,
su deshonestidad y su demagogia.
Lo contradictorio de este asunto es que, cada cierto tiempo, en las
ocasiones en que se han realizado procesos electorales para elegir a
nuestros gobernantes, durante algunos meses sí hemos tenido la oportunidad
de imaginar a la sociedad perfecta, visualizada a través de los discursos
utilizados por los diferentes aspirantes a ser presidente de la nación,
gobernadores, alcaldes, etc. Estos aspirantes, cada vez que han
intervenido ante sus potenciales votantes para referirse a los diferentes
problemas que aquejan a la sociedad, con el mayor desparpajo posible han
prometido solucionarlos y dar paso a la construcción de la sociedad
perfecta. Para ello se han valido de un discurso persuasivo, adaptado a
las circunstancias del momento, sin importar las reales posibilidades que
tenían de, efectivamente, solucionar los problemas. El resultado de todo
ello ha sido lo que tenemos: una sociedad con muchos problemas, uno de
ellos, por cierto, es su elevada capacidad para ilusionarse.
* alportillo@ula.ve