Ha muerto el camarada Alí Navarro

Ya, muy viejo pero lúcido, murió el camarada Alí Navarro en el templado pueblito del estado Bolívar conocido como El Pao, donde un monopolio estadounidense, durante años, explotó y prácticamente se robó el hierro venezolano. Lo único favorable, para los trabajadores y sus familiares, era que el gobierno del general Marco Pérez Jiménez imponía a los monopolios que explotaban minerales en Venezuela, que debían establecer un comisariato para que vendieran la mercancías alimenticias de primera necesidad a precios subsidiados y baratos y, además, que tuvieran la obligación de entregar, con carácter de devolución a final del año escolar, los libros a los alumnos de primaria.

  En ese pueblito no se conocía, bajo el gobierno del general Pérez Jiménez, hecho de violencia pero muchos obreros eran militantes activos, fundamentalmente, de Acción Democrática. Otros pocos de Copei y solo dos militantes del Partido Comunista: un obrero y un maestro. ¡Cosa genial por cierto y muy valorados por el camarada Marx! Todo eso se supo luego de la caída del general Igualmente, se conoció que sólo los adecos hacían reuniones clandestinas y aprovechaban las funciones del sindicato para realizar sus labores políticas.

 La compañía o monopolio Iron Mine Company poesía un extraordinario equipo de béisbol Doble A, porque se daba el lujo de contratar peloteros buenos haciéndolos trabajadores de la empresa. Pero, además, el mánager, era un alto jefe estadounidense de la empresa que jugaba y conocía muy bien el béisbol y era, por lo demás, una buena persona muy apreciada por los trabajadores porque no maltrataba ni vejaba a ningún venezolano. Alí Navarro llegó a El Pao, junto con su hermano Alberto Navarro,  por medio de un contratado con la empresa por ser buenos jugadores de béisbol en el estado Anzoátegui. Alí era lanzador y Alberto un excelente receptor y bateador de cuadrangulares.

Luego de la caída del general, cuando se produce la división de AD, tanto Alí como Alberto hacen fila en el MIR. Desde allí en adelante la carrera política de Alí fue extensa, de desafíos y perseverancia, de continua búsqueda por hacer de su sueño una realidad. Ya el béisbol no era su prioridad. Por ser fiel a su ideal y a su organización política terminó purgando condena y viviendo los rigores de la cárcel en La Pica, cerca de Maturín, estado Monagas. Al salir en libertad, continuó siendo el mismo revolucionario de siempre hasta el último día de su vida. Se podría decir que casi todos los jóvenes que incursionaron en la política de la izquierda venezolana, por los menos una década después de la caída del general, lo hicieron bajo la influencia decisiva de los camaradas Alí y Alberto Navarro.

Pero hay algo que es necesario destacar del camarada Alí Navarro y no decirlo sería como mutilarle su característica más importante y más hermosa: su solidaridad con los más necesitados, con los que nada tienen que perder –salvo las cadenas que le oprimen mientras que con una revolución socialista tienen un mundo de libertades por delante que ganar.

Alí fue una persona por demás querida por la aplastante mayoría de los habitantes de El Pao. Lo respetaban y lo querían los adecos, los copeyanos, los urredistas, los comunistas, los llamados apolíticos; es decir, nadie se ocupaba de colocar un tabú en su conciencia, para negarle afecto al camarada Alí, por el hecho de ser marxista. Jamás que se conozca el camarada Alí sufrió de sectarismo o de dogmatismo ni en la política ni en la ideología. Fue, siempre, un marxista creador y crítico que nunca buscó protagonismo individual en ninguna de las jornadas en que luchó por el socialismo.

El camarada Alí no sabía decir ¡no! a las personas que le solicitaban ayuda. Tuvo una panadería y ningún pobre se quedaba sin comerlo por no tener dinero para comprarlo. Tuvo una distribuidora de gas y ninguna persona se quedó sin cocinar por falta del mismo por no tener dinero para comprarlo. El camarada. Alí nunca negó ni el pan ni el gas a quienes los necesitaban. Así transcurrió su vida siempre ejerciendo la solidaridad como la concebía el camarada Marx y como la practicaba con éste ese otro grande: el camarada Engels.

Y cosas de cosas, justo hoy -15 de agosto cuando escribía este artículo después que mi hermano Noel me llamara para darme la infausta noticia- fue que me enteré, luego de más de medio siglo, que el camarada Alí realmente se llamaba Luis Eloy. Vivió, luchó y murió siendo conocido por su seudónimo. ¡Honor a los restos y la memoria del camarada Alí! Y mí sentido pésame y palabras de solidaridad para su hermano del alma y también camarada: Alberto Navarro.



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Freddy Yépez


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