A riesgo de parecer simplistas, afirmamos que es la materialización de los principios, fundamentos y “lógicas” de las Economías Políticas lo que se convierte en Políticas Económicas para un determinado modo de producción o sistema socioeconómico, mediante la estructuración de estrategias gubernamentales con las cuales el Estado participa e incide en la actividad económica, instituyendo así el marco jurídico-político que regula el rol de los sectores público y privado en la economía. Así de simple.
Evidentemente, y tal como lo hemos referido con anterioridad[1], las políticas económicas no son neutras, asépticas, ni mucho menos de implementación rasante a toda sociedad o momento histórico, sino que al contrario, su diseño obedece a la ideología que orienta las relaciones sociales de producción y de propiedad sobre los medios productivos en un país y tiempo determinados, es decir, las políticas de la sociedad capitalista son inaplicables a la sociedad socialista, cuyos intereses, objetivos y prioridades son distintos en función al uso y apropiación de los excedentes del proceso económico.
Lo anterior es indiscutiblemente opuesto a las tesis burguesa y pequeño burguesa de que “economía es economía donde sea”, expresión acuñada por la globalización neoliberal que impulsó la unipolaridad mundial amparada en el cuento de Fukuyama (1992) sobre el “fin de la historia y las ideologías”, afirmación que en Latinoamérica venimos desmontando desde 1999, pero que muchos economistas aún se niegan a reconocer. Olvidan o ignoran ex profeso que el rol de los economistas es comprender la realidad económica, no encasillarla en los conceptos e intereses personales.
Es propicio señalar en consecuencia, que las políticas económicas diseñadas para la ejecución de un Plan Socialista no pueden ni deben contemplar estrategias o acciones orientadas a favorecer la acumulación de capital privado, el lucro individual, la supremacía del sector privado en la producción de bienes y servicios, los tratados de libre comercio, la privatización de la educación, de la salud, de los servicios básicos y mucho menos de las industrias básicas.
Resultaría igualmente irresponsable, además de contradictorio, que un sistema sociopolítico basado en la planificación deje la actividad económica al perverso “juego” de la oferta y la demanda. Eso significaría asumir en el siglo XXI, signado por el conocimiento y la información, una tesis del siglo XVIII (era del oscurantismo), que le otorgaba poderes reguladores del mercado a “la mano invisible” (esbozada por Adam Smith en 1776), cuando todos sabemos hoy día que ningún mercado capitalista puede ser “transparente”, pues ningún pequeño empresario-productor ni consumidor tiene igualdad de oportunidades que los grandes empresarios monopolistas, como tampoco un país tercermundista frente a las transnacionales…
Por eso, a quienes aún no comprenden las diferencias anteriores y añoran retomar el capitalismo neoliberal con sus políticas basadas en el “laissez faire, laissez passer”[2], debemos recordarle que en diciembre de 2006 la gran mayoría del pueblo venezolano votó a conciencia por la oferta electoral del “Socialismo del siglo XXI”, hacia el que transitamos actualmente y cuya profundización se está ofertando ahora (con bastante aceptación por cierto), como primer objetivo histórico del Segundo Plan Socialista 2013-2019,.
Necesario es tener presente que el Socialismo ya no asusta al pueblo del siglo XXI, como sí lo hiciera en el siglo XX por obra de la satanización mediática, el terrorismo de Estado y la ignorancia a que estábamos sometidos. Ahora el pueblo entiende por Socialismo al conjunto de políticas económicas aplicadas para satisfacer las necesidades sociales de alimentación, salud, educación gratuita y de calidad, vivienda digna, entre otras condiciones objetivas. Pero también el pueblo entiende la participación democrática y protagónica, el fortalecimiento del Poder Popular, la libertad de expresión, acceso a la información y otras condiciones subjetivas, como componentes del Socialismo.
Así pues, si asumimos las políticas económicas como el conjunto de medidas, regulaciones, leyes, impuestos, subsidios e incentivos económicos para unos fines y/o resultados específicos, pues la población venezolana ha identificado éstos últimos con la suprema felicidad, el buen vivir y el vivir viviendo, lo cual le ha dado sentido a las teorías económicas más allá de la comprensión de los mismos economistas, quienes en algunos casos fuimos castrados de esa capacidad de comprensión por el modelo economicista en que nos formaron, con el obvio propósito de servirle al capital.
Por eso el pueblo antes “económicamente inculto” ha comenzado a desarrollar una nueva cultura económica, diferenciando las medidas o políticas coyunturales (de corto plazo) y las estructurales (de largo plazo), justipreciando así el tránsito desde las Misiones Sociales hacia las Misiones Socioproductivas, proceso que sólo podemos ver quienes nos juntamos con las comunidades rurales, artesanos e innovadores populares y valoramos la sabiduría popular. Es decir, quienes aún no hemos perdido la capacidad de asombro ante el “fenómeno” de esa real y paulatina transformación, a diferencia de cierta diputada a la AN que vociferó insultos en España contra sus congéneres venezolanas, quienes han comenzado a desarrollar modestas iniciativas productivas con apoyo de microcréditos.
Nuestros agricultores, artesanos y microempresarios sí entienden que transitan desde alguna misión asistencialista, que les subsidia todo en lo coyuntural, con miras a lograr la sustentabilidad y el escalamiento de su actividad productiva. Son muchos los compatriotas que han mejorado su nivel de vida y creado empleo mediante pequeños financiamientos de la banca pública.
Lo que no pueden entender los economistas burgueses es que se trata de la política económica de micro-finanzas, cuya aplicación puede no tener sentido bajo la economía política del capitalismo, pero que resulta imprescindible en la construcción del socialismo…
albanozam@hotmail.com
(*) Economista Agrícola.
Profesor de la UPT “Argelia Laya”
[1] Ver: http://www.aporrea.org/actualidad/a148813.html
[2] Expresión francesa que significa «dejad hacer, dejad pasar» (Vicent de Gournay, S. XVIII), refiriéndose a la mínima intervención del gobierno en la economía