Después del triunfo de Chávez, en el 2006, y como consecuencia natural del desgaste de la mayoría de los dirigentes revolucionarios, surge una nueva clase de líderes por sus cualidades y defectos expresaban correctamente la necesidad de renovarse de las organizaciones revolucionarias, sin significar que eran los adecuados para conducir la coyuntura política.
Fueron una especie de caudillos populares, improvisados, con muy poca noción de lo que significaba el momento político, y cuyas ambiciones se limitaban en la mayoría de los casos a impulsar proyectos personales, para el uso y disfrute del poder político.
Estos nuevos liderazgos, tuvieron expresión electoral en los comicios internos del Partido socialista unido, a los cargos de representación popular.
Esa escogencia, - necesaria pero no la más adecuada-, fue posible porque a partir del 2004, durante el proceso de revocatorio, se articuló una fuerte corriente de participación en defensa de Chávez, que sobrepaso la lógica del Movimiento de Movimientos.
Pero careció de conducción natural, entre otras cosas por falta de un pensamiento político que la identificara y la diagnosticara correctamente, por lo incipiente de las formas de organización, y el agotamiento práctico e intelectual que dejo la lucha fratricida de los años anteriores en la dirigencia revolucionaria.
Prueba de la incapacidad de conducción natural, se presenta en las elecciones internas para escoger la dirección nacional del PSUV. Algunas figuras mediáticas obtuvieron, altas votaciones, fueron incorporados al partido maquinaria, y posteriormente desaparecieron de los espacios políticos con la misma rapidez que llegaron.
Las críticas a los burócratas políticos, no tiene porque convertirse en una perorata, maniqueísta de asco y hastió hacia la dirigencia revolucionaria.
La orientación correcta debe ser llamar e invocar la unidad de todos aquellos que creen en la construcción de un nuevo tipo de partido, vinculado directamente al pueblo y sus dolores, como en la célebre parábola de Emaú: es decir acompañar al pueblo, escucharlo en sus quejas diarias, asesorarlo para que abra los ojos, y guiarlo por los caminos.
Debemos ubicar y contactar todas aquellas formulas organizativas, y a partir de allí, con el debate y la participación construir una nueva referencia con vocación de poder y vocación de servicio público.
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