No hay quien le gane…a Morel Rodríguez que come tigres y tiburones y sardinas a montones, reparte bolsas de comida con su diez por ciento, botes, motores fuera de borda, carros, alambre para nasas, casuchas, construye vías, canchas deportivas y, no sabemos -por todo ese ajetreo- cuánto le queda sin meter las galleras y las peleas de gallos que son sus desagües favoritos después, de tanta iniciativa en el fogueo diario en la gobernación que como gobernador estira su tiempo sin nada que envidiarle al presidente Chávez que tiene el Fonden como su almohada de acción económica y, él conserva una talega de cuero francés con ocho entradas, que la llama “el fondeadero particular”, en que esconde y ahorra con devoción permanente todos los tipos de billetes y monedas nacionales en particular con que solucionará los enredos del poder estadal y, a veces con un afiche de su persona aviva a sus partidarios.
Al levantarse lo primero que hace es leer una página de El Príncipe de Maquiavelo y luego la relee en la noche antes de acostarse y, en eso lleva todos los años de su vida desde que se metió a político culto y cada vez que puede, lo cita como si fuera el mismísimo Maquiavelo y le fascina cuando sus amigos cercanos lo llaman el príncipe margariteño y, en ese ir y venir de su actuación se ha hecho consultor y asesor nacional de muchos políticos adecos que no dejan de visitarlo en la isla o, cuando el apremio es grande lo llaman corriendo.
Morel es creyente de todos los santos y de algunas santas, entre ellas, la Virgen del Valle, a quien le reza con ahínco que lo mantenga en el poder hasta que Chávez no se vaya y, es consuetudinario visitante de los brujos y brujas que más prestigios conservan en el terruño insular y, se vanagloria de su suerte de político rumbo al santiamén de su historia en que algún día batirá el récord mundial de permanencia en el poder sin contagio ninguno y, desde que Magdalena la Fuña lo ensalmara con un tabaco habano sin candela a, él le quedó la sensación de que Fidel vive en él como su guía espiritual sin su consentimiento.
Desde que estudió en la escuela normal de La Asunción se destacó por su silencio intruso al ras y con su cuaderno bajo el brazo se trazó los miles caminos por andar no como maestro que fue un fracasado orientador que en vez de enseñarles a sus alumnos a leer y a escribir los ponía a jugar el escondite y, cuando éstos se fastidiaban de tanto juego, no le quedaba otro camino que saltar la cuerda con ellos y, si estaba activado de humor les declamaba: Píntame angelitos negros de Andrés Eloy Blanco que se lo sabía de memoria.
Y, de la noche a la mañana después de un olvido prolongado que hasta una miss lo derrotó y, por la infame y desastrosa actuación de un gobernador nuestro y, gracias al referendo aprobatorio de la enmienda constitucional que revocó varios artículos constitucionales que le vino como horma de su zapato, lo mantiene enquistado en el poder como un paladín de la democracia adeco-copeyana y afines que, posiblemente será hasta que la muerte lo separe de su cargo de servidor público.
La isla sigue igual con sus calles sin asfalto, rotas sin cloacas ni servicios públicos, penetrada como nunca por la delincuencia que está dentro y fuera de las policías, droga y alcoholismo a cualquier hora, vicios de todos los tamaños y gustos con una galopante penetración de extraños contradictorios, más malos que buenos en busca de Mariño y, Maneiro como ubicación satisfactoria de buen gusto de inversionistas, asfixia social de encarecimiento de productos y, en fin, Morel en la gobernación pintado al natural, respirando y aspirando hoy más que ayer y, hasta que...
Le oí un comentario a una persona que en ese momento, decía: si Morel se dispusiera a gastar diariamente millones, no le alcanzarían los años del S-XXI por venir para gastar todos los que tiene –vea usted, pues- y, es tan ahorrador que no malgasta ni las palabras que en eso se ganó a Capriles en su modestia comunicativa que es más comedido que él.
Amigo, Mata Figueroa, quiere usted ganarle la gobernación del estado a Morel Rodríguez, entonces échele pichón que, ese sabe por viejo y tramposo y, no se va dejar ganar tan fácilmente, mire que al margariteño le gusta que le den, aunque, sea sin pedir, pero le gusta.
¡Suerte! Y no coma cuento.
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