En la actualidad, la Revolución Socialista Venezolana es la clave del retome humanista, pacifista y solidario entre los habitantes que interactúan en la patria del Libertador. Sin embargo, la barbarie que se halla en ciertos sectores disociados de la población criolla, ha sido capaz de establecer modos de vida que difieren del: respeto, la tolerancia y el correcto discernir de la praxis socio-política, cultural e ideológica que se infunda en sus pueblos. No importa, si se trata de sagrados rituales religiosos, actividades deportivas, proselitismo de calle u otro axioma que se edifique de la sabiduría popular y que infringe los linderos de la razón, la ética y la moral.
La idiosincrasia, emerge dentro de la ciudadanía para justificar en alto contraste, todo ese espíritu festivo que ha de celebrar la negación de nuestros ancestros, en propiciar un clima de civismo en la sana interacción Hombre-Medio. De allí, que la Sociedad Moderna y su perversa introspección, se viene encargando de canalizar todo ese sacrificio de perecer por la astucia de la guerra, en un proceso de evolución humana que sigue y seguirá priorizando: la violencia, el ventajismo, la sed de venganza y la necesidad de rentabilizar el sufrir ajeno.
Precisamente, las “Corridas de Toros”, afloran el más inicuo de los deseos ecocidas que impera en la mente de quienes: organizan, asisten y disfrutan esa fiesta taurina de la muerte. Los miles de bastardos, que anualmente participan con avidez en esos eventos públicos, sólo demuestra la terquedad en consumir cualquier tipo de diversión, sin importar lo morboso, sangriento y despiadado que podría ser. Por culpa de la ignorancia, la estupidez y la miseria espiritual que llevan a cuestas, se gozan ese atroz crimen, que sin duda violenta los derechos de los animales.
El infame camuflaje de ocultar ese maltrato, como si fuera una actividad religiosa, un deporte, una gala artística o un tradicional jolgorio popular, jamás justificará la sangre que se atesora en las cenizas del sacrilegio. El show circense del “Diablo”, se regocija de todo un círculo vicioso que pretende adueñarse de la razón del público asistente. Las empresas que preparan con antelación el delito taurino y los medios de difusión social que tras recibir el funesto pago, se deciden a fomentar con gratitud toda esa toxicidad a full color; reflejan la forma en que el veneno de manipular la psiquis de las personas, es una adicción que surte su efecto comunicacional, al acudir puntualmente y en primera fila a la infernal cita taurina.
Por maldito dinero, privan al Toro de su libertad, en la que un día fue bautizado por la genuinidad de la Naturaleza. Sin demora, lo enjaulan en el cautiverio de la noche que se topa con algo más que un incierto destino. Ya en suelo bendito, lo lanzan al escenario “Monumental”, en medio de pistachos, cervezas y chistes. Luego, el “lazarillo” de la muerte, vestido brillantemente a capa y espada, se encarga de humillarlo frente a la multitud. La gente, fiel a sus gustos más mórbidos, se “alegra” de las incontables idas y vueltas que el instinto del Toro ha de obedecer para el disfrute de todos.
Allí, se aprecia con fervor como esos afilados pinchazos, le perforan a traición sus entrañas. Una vez consumada la crueldad animal, las personas glorifican su muerte, gracias a los: aplausos, gritos y la euforia colectiva que desata la presencia del ecocidio. Para completar la faena, se le corta la oreja que se niega a escuchar en alta definición, el inicuo sacrificio de cruzar el umbral de los gemidos, la impunidad y las balas perdidas.
Quisiera saber qué se visualiza en la mente de quienes disfrutan ese delito. Me pregunto: ¿Cuál es la razón que justifica el asistir a las corridas de Toros? Primero, llegan a las taquillas del estadio, esperan el turno para comprar las entradas y pagan por los tickets. Luego, buscan a sus familiares, se sientan en los asientos preferenciales y desean con ansias el inicio de la faena. Es tiempo de alzar los brazos y hacer la tradicional “ola” española, tomar muchísimas fotos de la sangre del Toro y regocijarse de su calvario. No sin antes, “twittear” el llanto de sus heridas en las redes sociales que coexisten a escala global.
Tras presenciar la muerte en vivo y directo, van al estacionamiento vehicular, prenden el carro y rememoran en palabras los mejores momentos de la función ecocida. Ya en la tranquilidad del hogar, caen presos del placer carnal y se rinden en los brazos de Morfeo, quien los invita a brindar por un nuevo amanecer. ¿Qué los motiva a ser tan perfectos? Mirándote fijamente a los ojos, quizás tú, seas mi anhelada respuesta en el horizonte.
Matar no es un arte. El Hombre nunca llegó a la luna. Todo es relativo en la villa del Señor. Los antivalores nos fulminan a diario. El mundo se acabará el 21 de diciembre. Morir es parte natural de la vida. El “Big Bang” fue la atracción fatal del Universo. Las pesadillas son sueños reprimidos. El amor es el alimento del alma. El dogma esclaviza una verdad a ciegas. La ciencia te da más alas que el “Red-Bull”. La gente es la forma y el fondo de la gente. ¡God! Perdónalos, pues ellos no saben lo que dicen, piensan y hacen. Ahora, podrías entender la razón principal por la que la Tierra, es el gran centro de gravedad que alecciona.
Es triste reconocer, que más allá de: campañas ecológicas, peticiones a organismos públicos y hasta increpar personalmente al público asistente; la impunidad de las balas perdidas florecerá en esas inicuas plazas de Toros, que estarán llenas de esa infernal gente, quienes apostarán el futuro de sus inocuos hijos, al dejarlos presenciar libremente toda esa basura ecocida. La verdad, es que la “fiesta” taurina pone a prueba nuestros más profundos valores pacifistas. En países, como: España, México, Venezuela, EEUU y Colombia, se ingiere a diario la sangre del Toro, sólo para satisfacer al vil lucro, acrecentar el odio repulsivo de la gente y violar la integridad de un animal, que será promesa de redención divina.
En estados venezolanos, como: Mérida, Táchira, Lara o Zulia, se generan espacios de horrible recreación para que la gente asista con gran deseo de contemplar el abuso. De hecho, en el estado Zulia, las corridas de Toros, forman parte de la “Feria de la Chinita”, en la que a mediados del mes de Noviembre, toda su feligresía conmemora los sagrados rituales religiosos, que incluyen: la visita a la “Basílica”, el juego de beisbol de las “Águilas del Zulia”, y el irreverente amanecer gaitero, que al golpe tradicional de la: violencia, el rencor y el ajuste de cuentas que se percibe en las peligrosas calles marabinas, se produce una feroz tensa calma.
Creemos que detrás del hampa común, el crimen organizado y las mafias que operan en la tierra del “Sol” amada, se esconde una proyección de antivalores auspiciados por esa clase de eventos ecocidas. Junto al infalible acordeón que confía en transculturizar la psiquis del público asistente, los zulianos van a las corridas para que la introspección que aguarda la luz relampagueante del “Catatumbo”, se siga alejando en la soledad de los mal llamados íconos de la Zulianidad
Ya es hora que las leyes que imputan los delitos ecológicos venezolanos, como la: “Ley para la protección de la Fauna doméstica, libre y en cautiverio” o la “Ley penal del Ambiente”, se hagan sentir legalmente en el seno de la colectividad bolivariana y se prohíba perentoriamente la práctica de las fiestas taurinas a nivel nacional. De lo contrario, mientras se discute: realizar referéndums consultivos, transmitir o no las corridas en televisión abierta y hasta considerar alzarlos como patrimonios culturales regionales, los únicos que salen perjudicados son los derechos de los animales, que se siguen violentando y que requieren de una decisión drástica del Estado venezolano.
¿Intolerancia? Por supuesto que NO, sólo pretendemos que los individuos se atrevan a ponderar el sentido común y se decidan a instalar el “chip” del Respeto, capaz de reorientar su modo de vida con la Naturaleza y la gran biodiversidad que la alberga. Si usted quiere celebrar tradiciones populares festivas, vaya: a un parque con sus seres queridos, disfrute de la belleza del silencio, descanse de la jornada laboral, lea un buen libro o haga cualquier otra actividad que no cercene los derechos de los animales o de la Madre Tierra.
Las personas deben iniciar un proceso de autodescubrimiento, que les permitirá enfrentar la violencia que se vive dentro de la realidad socio-cultural que cotejan diariamente. El Toro no es la consecuencia del atropello al civismo, sino el reflejo de una tendencia agresiva en la ciudadanía. Detrás de ese crimen, se esconde una gran indiferencia ecológica entre sus habitantes, quienes al ser cómplices de todo ese inicuo evento de crueldad animal, ahora lo pagan en la tinta indeleble de mis palabras. Y recuerda que la Tierra, es el centro de gravedad que nos alecciona en la Vida.
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