Pareciera todo una mezcla sin sentido. En primera instancia, el lector desprevenido diría ¿qué tiene que ver Chávez y Perón, con dos teóricos y filósofos políticos actuales?. Aunque parezca risible tiene que ver todo. Comencemos por Enrique Dussel. El filósofo argentino, residenciado hace muchos años en México ha venido desarrollando en diversos textos (Filosofía de la Liberación, 20 Tesis de Política y Arquitectónica del Poder) una serie de planteamientos que giran sobre el urgente y necesario “repensar” de la política. La política en la filosofía postcapitalista neoliberal, es asumida como acto de dominación. Ese acto, basado en la lógica weberiana de poder (capacidad de un grupo de imponerse sobre otros). Ese acto, enajenado- o alienado en el sentido marxista del término- estructura toda la actividad de la acción de fuerzas organizadas en partidos políticos en el mundo actual.
Los partidos, son – siguiendo a Dussel- instrumentos para concretar la dominación, mediante la transformación de la política en un mandar-mandando. Es este el producto de la fetichización de la actividad política. Dicho en buen castellano – o más simplemente- la política se ejerce a través del “parecer” de un liderazgo –personalista, egoísta- que considera que las cosas se hacen “como yo digo”. Este tipo de política, busca sencillamente alcanzar el logro personal o grupal, pero nunca el colectivo. En contraposición a esta tesis, Dussel formula la idea de mandar-obedeciendo. Mandar-obedeciendo se asume como un acto colectivo de construcción política. Es decir, se acepta que puede existir un “orden” que por sus mecanismos designe una persona que lidera – el caso de Chávez o Perón- un proceso político. Esa persona, no fetichiza el poder para sí mismo, sino que se transforma en un mecanismo de ampliación del poder. Es la ejecución de la noción de mandato imperativo que fue formulada por los griegos y que tan olvidada está. Dussel deja abierta la posibilidad que desde el Estado, aún con su lógica de dominación, las fuerzas sociales y políticas movilizadas puedan ejercer el poder “democráticamente”.
En este aspecto, John Holloway, especialista en Ciencias Políticas y también residenciado en México, entra en contradicción con Dussel, pues afirma que desde la lógica del Estado no puede resolverse lo que él llama la contradicción entre poder-hacer y poder-sobre. Poder-hacer, es la capacidad de “hacer cosas”, que es un poder siempre social, pues está siempre relacionado con el “hacer de otros”. El poder-sobre, rompe esa relación de interacción social, mediante la división del trabajo, la apropiación del plusvalor, la fetichización, la alienación del hombre sobre el hombre mismo. Holloway indica que la lógica del Estado es la dominación y que por lo tanto, hay que superar – dialécticamente – al Estado. Construir una tesis del antipoder, del anti-capitalismo y para ello es necesario abrir “grietas”. Las “grietas” surgen de las contradicciones, la sumisión, la dominación que impone el orden capitalista. Las grietas se presentan en formas territoriales (Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia, Argentina son casos de grietas no iguales), pueden ser temporales (así Cuba fue una ruptura temporal 1959, luego Chile en 1973, la revolución sandinista en 1979, la revolución bolivariana en 1998, Brasil en 2002, Argentina 2003, Bolivia 2005) o con actividades particulares (la Guerra del agua en Bolivia, el rescate de Chávez en 2002, La constituyente en Ecuador, los indignados ahora).
Esas grietas tienen sus particularidades y especificidades en cada país. No hay un modelo exportable, hay una acumulación de experiencias y respuestas a las contradicciones. Así Perón entendió el papel del movimiento obrero y la necesidad en la década de los 50 de construir un espacio desde nuestra americanidad (José Martí). Chávez, por su parte rescató el debate sobre el socialismo del marasmo dogmático y escéptico en que había caído luego de 1989 con el derrumbe de la URSS. Perón en la década de los 40 y 50 abrió una senda que aún marca la Argentina. Esa senda es una “grieta” en el sistema-mundo. La “grieta” es diferente a la venezolana pero tiene un espacio común: la idea de emancipación o de construir un anti-poder contra el capitalismo. Por supuesto, el principal aporte de Chávez es no sólo la reconceptualización de la idea del “socialismo”, su adecuación epistémica a un nuevo contexto histórico. La esencia del accionar práctico no es superar el capitalismo, es destruirlo y con él, sus prácticas. Por eso, en el caso venezolano se vive la contradicción de avanzar sobre el Estado, para superar el Estado. La “geometría del poder” implica redefenir el uso del espacio, adecuarlo a nuevas dinámicas sociales que superen el “hacer-enajenado” que se le da. En Venezuela, la geometría del poder se articula con los espacios – o grietas- que crea el poder comunal – o poder popular- en el espacio de poder liberal. Superar la lógica del mandar-mandando (poder-sobre) y avanzar en el mandar-obedeciendo (poder-hacer). Es ese el reto de América Latina y que se asume en forma de miles aguijones que buscan “matar” al capitalismo, no de una puñalada en el corazón sino a través de miles de picaduras en múltiples espacios. Así Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández en Argentina, José Mujica en Uruguay, Dilma Russef en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela entre otros, hincan aguijones al capitalismo y los hace peligrosos.
El autor es: Dr. Historiador