Si, construir la Revolución Bolivariana es una labor titánica, compuesta por retos que aún siendo gigantes, traen siempre tras suyo nuevos, complejos y por qué no, también gigantes retos, a los que estamos obligados a responder en nuestro compromiso de seguirla erigiendo y fortaleciendo. A las obligatorias tareas de arranque orientadas a confrontar las profundas injusticias sociales heredadas de la IV República, el tiempo ha sumado nuevas deudas propias de la V República, en una ecuación que tenderá al infinito en la medida que no se confronten frontal y radicalmente ya no sólo los viejos, sino fundamentalmente los nuevos vicios. Por donde se mire, la realidad social nos presenta retos tan diversos y complejos que obligan no sólo a confrontarlos propositivamente sino a desplegar mayor creatividad y osadía en las acciones, en especial cuando desde el Estado se iza la bandera de una praxis revolucionaria con máxima eficiencia y acciones ejemplarizantes.
Intentaré plasmar uno de los principales retos y compromisos que sigue pendiente en la gestión pública nacional, para lo cual me valdré de una metáfora tomada de la mitología griega. El burocratismo y la ineficiencia que hoy vive campante en algunas expresiones de lo público son una gran hidra que con su aliento y sangre venenosamente corruptora parece destinada a duplicar sus cabezas cada vez que se encarna un Hércules y se atreve a mutilarle alguna. Sólo cercenando cada cabeza, arrasando cada caso desde su raíz y aplicándole el fuego de la solución definitiva y ejemplarizante, se podrá triunfar sobre esta bestia en apariencia invencible. Y a la cabeza final, esa supuestamente inmortal y encarnada en la cultura del “así somos y poco o nada podemos hacer”, debemos darle un golpe de gracia, materializado en el cumplimiento no de ese viejo arte de ser críticos de tribuna y exigir a los demás acciones ejemplares y heroicas -arte tan finamente practicado por muchos- sino de otro mucho más difícil y menos practicado: el de aplicarse profunda autocrítica, exigirse máxima eficiencia y dar el ejemplo desde nuestra praxis.
Es definitivo: el derecho de pedir gestiones transparentes y eficaces, de ser autocríticos y propositivos y más allá, de reclamar praxis ejemplarizantes, sólo podremos exigirlo cuando confrontemos y derrotemos nuestras propias hidras.
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