Se
me dio la oportunidad de presentar en la Feria Internacional del Libro
de Quito (Ecuador) la obra "Cuentos del arañero" de Hugo Chávez. Se
trata de una compilación realizada por los compañeros cubanos Orlando
Oramas León y Jorge Legañoa Alonso, a quienes, por cierto, el pueblo
venezolano estará infinitamente agradecido por habernos transcrito a
"ese" Chávez.
Presentar
dicha obra me obligó a ir más allá del punto de vista del mero lector, y
adentrarme en las esquinas, pasadizos secretos y aguas turbias de este
libro. No fue fácil el trabajo de compilación que hicieron los
periodistas cubanos de más de trescientos "Aló, Presidente"para extraer
aquellas anécdotas íntimas de un Chávez "humano, demasiado humano", como
diría Nietzsche. Pero el resultado fue un "capo lavoro" del realismo
mágico. Sí, leyeron bien: realismo mágico.
No
exagero yo al tildar este libro de realista mágico. Es más, hablaría de
un realismo mágico del siglo XXI, en el cual ya el autor no escribe
sobre lo mágico de la realidad, sino que se transcribe lo mágico de la
oralidad de un pueblo, a través, en este caso, de los cuentos de un niño
arañero.
No
fue pues desde el silencio de un escritorio que surgió esta obra
literaria, sino más bien desde el bullicio de muchos "Aló, Presidente".
Desde la conversación de un líder con su pueblo, al lado de un río,
frente al Mar Caribe o, acaso, al calor de una obra de infraestructura
en cualquier rincón de la Patria.
Este
libro no es otra cosa que la radiografía sentimental de Hugo. Un
venezolano que, en sí mismo, refleja la identidad de todos nosotros:
nuestras vicisitudes, frustraciones, anhelos, amores, chistes y
contradicciones. He aquí acaso el aspecto más bello de esta obra: nos
hace entender a los venezolanos, y a los latinoamericanos en general,
que ahora nuestros líderes se parecen a nuestros pueblos.
Muchas
de nuestras repúblicas ya no tienen sólo jefes de estados, sino líderes
populares cuya identidad, sentimientos y sueños se confunden con los de
sus pueblos. Chávez, Evo, Lula, Correa, no son otra cosa que personajes
populares que bien hubieran podido estar reflejados en Cien años de
soledad, La casa verde o algún cuento de Cortázar. Evidentemente, no en
cuanto presidentes, sino en cuanto líderes campesinos, obreros,
estudiantiles y soldados de la Patria.
Si
alguien quiere saber las razones politológicas del triunfo de Chávez el
7-O, yo le contestaría, más bien, con razones sentimentales, del
corazón: hay que leer Cuentos del arañero para entender las razones
íntimas que hacen de Chávez un venezolano modélico, que tiene décadas
conversando, haciéndole "el cebo" a todo un pueblo: reflejándose en un
pueblo que, a su vez, se refleja también en el Huguito que vendía
arañas, que se fue a la Academia para ser Grandes Ligas, que salió de
los cuarteles a golpear la oligarquía el 4-F y que, incluso, prometió
luchar hasta contra la muerte misma para seguir bregando con todo un
pueblo.
Como
decía Pascal: "El corazón tiene razones que la razón misma no
entiende". La fría razón nórdica, cartesiana, cuadriculada, difícilmente
entenderá al arañero de Sabaneta y su relación amorosa con un pueblo
que, después de catorce años de gobierno, lo hace ganar democráticamente
por doce puntos.
Como
Chávez mismo expresa en su libro, citando al Gabo: "la escritura revela
lo real". Vaya si en este libro se revela lo real de Hugo Chávez y su
pueblo. Con El Principito digo pues: "Lo real es invisible a los ojos".
Si se lee este libro, no con la mente, sino con el corazón venezolano,
entenderemos mucho más del huracán que nos ha traído hasta aquí.
Fidel
dice de Chávez que él "rellena" cuando echa sus cuentos, que exagera.
Estoy seguro que Fidel sabe bien que, no sólo Chávez exagera, sino, con
él, todos los Latinoamericanos. No fue acaso una exageración el asalto
al Cuartel Moncada, la lucha guerrillera boliviana de El Che, la
resistencia en el Palacio de la Moneda de Allende, o la quijotada de
Chávez el 4-F.
Sin
la exageración de un pueblo que con Chávez habla de un caimán de casi
50 metros o de una tragavenado "gruesa como un caucho de carro", quizás
no hubiesen surgido revoluciones reales-mágicas como las que en este
momento resisten a los gigantes cocodrilos y culebras del neoliberalismo
mundial.
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