¡No todos creen en la revolución!

No se me ocurre que debo escribir sobre el camino perdido que ha tomado una parte de nuestra juventud, sino que como periodista estoy obligado a escribir sobre ello. Incluso, parte de esto lo escribí en un libro dedicado a las niñas a, las jóvenes venezolanas y lo seguiré en otro ensayo.

Y lo que está pasando es que, lamentablemente, hay un sector de nuestras niñas y jóvenes venezolanas y venezolanos, que por la carencia de buenos padres, de padres éticos, de padres que los amen, que vivan por ellas y ellos, para ellas y ellos, permiten que se dejen perturbar por otros jóvenes desorientados, con zarcillos en las orejas, pelos pintados, zapatos de gomas coloridos y pantalones amarrados por encima de los tobillos y con audífonos que les suministra música pegajosa, repetitiva, que no les permite pensar. Todo esto sin contar que no haya drogas de por medio.

¡Esto es lo que hay!, como dijera una conocida y más madura chica cuando me exhibió su cuerpo.
Y como de este asunto no se preocupa ningún servicio público, ¡y mucho menos algún dirigente político preocupado! tenemos en el país un aluvión de chicas y chicos que no saben a donde van ni por donde van.
¡Claro que tenemos una juventud que piensa, que reflexiona, que sabe de gobiernos nefastos, de complicidades, que conoce de política, que ha vivido perseguida y que sabe de las persecuciones del pasado, que ha estado muy en contacto con sus padres, hermanos, abuelos, primos y amigos perseguidos!
¡Una gran verdad!

Pero reconozcamos todos los que creemos en la revolución bolivariana, que existe otra tanda de jóvenes que ha perdido el camino, que es una juventud que se vuelve loca por ponerse una franela que diga:
¡ Love NY i,
¡ Manhattan is beautiful!

Y vainas por el estilo, asunto en el que también han caído unos cuantos maduros tontos o cretinos, que viven financiando a las transnacionales sin darse cuenta.

El gran problema es que la revolución no entiende ese peo y lo menosprecia. ¡Disculpen! No lo menosprecia, sino que lo ignora y no le da la debida importancia, cuando es el propio asunto de educar a la gente en la calle, es decir, educación de la calle, asunto que nuestros excelsos revolucionarios todavía no logran entender, comprender.

El terrible asunto –disculpen- y hay que decirlo, es que no podemos ver el país como maravilla porque el “camino de la reina está limpio, hermoso” , mejor interpretado esto, vendría siendo algo así como: ¡Como estoy en mi oficina y desde ella todo se ve limpio y hermoso y reluciente y por ende, la ciudad está igual de hermosa!
¡¡Esa es la realidad!!

Los funcionarios públicos andan en camionetas con los vidrios oscuros, guardaespaldas, altas velocidades y, como dice el líder de la revolución, ¡Ojala estuvieran metidos en un monte, en Sarría, viviendo y durmiendo por allí!

Ese asunto debería ser interpretado como que están bien alejados de la realidad. Nuestros presuntos líderes piensan que mientras sus discursos se vuelven más abstractos y complejos ellos son más inteligentes y, la gente de la calle no los ve de ese modo.

Sigo pensando en esos jóvenes, si se quiere extraviados, pero que preñan a otras jóvenes extraviadas, que son hijos de padres irresponsables, que hoy día constituyen un caso del estado revolucionario, pero no podemos seguir ignorando el asunto como lo hacemos hoy.

¡Creo en la revolución, pero no en todos los que dicen ser revolucionarios, porque siguen ignorando lo que ocurre en la realidad!

estacio_conac@yahoo.com


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Pedro Estacio


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