Si hay medio comunicacional alguno, que haya brindado importantes aportes al proceso revolucionario que se impulsa en Venezuela, miren entonces el multidiscusional espectro que brinda al mundo las páginas de Aporrea. La crítica y autocrítica se pasean con elegancia por los folios del pensamiento socialista que guarda con diligencia el riquísimo archivo de Aporrea.
Pero no solo es la gerencia pluripensante del medio quien debe mantener con la acción los más elevados preceptos de cordura, respeto y estima para quienes usamos este imponente medio de presentar el pensamiento revolucionario. También los colaboradores o autores y escribidores, como suelen muchos auto denominarse, deben elevar su espíritu en ese mismo orden de comportamiento. La crítica puede ser cruel pero cuando el respeto le antecede se monta entonces el jergón que la amortigua. Por eso la crítica respetuosa logra sus objetivos finales.
Pero hay circunstancias y se han hecho presentes aquí en varias oportunidades, en que la crítica a connotados compañeros y en cualquier aspecto de su trajinar político o profesional, se convierte en un toma y dame de escritos que al final lo que dibuja es un concierto de chismes o sensibilidades lesionadas dispuestas a responder con la misma arma de la descalificación.
Con la misma admiración que este escrito permita expresar al camarada Néstor Francia es probable que haya estado sobrecargado emocionalmente cuando respondió al compañero Juan Torres, en uno de estos ritornelos. No pareció notarse alguna falta de respeto en el escrito que Néstor explosivamente respondió. Pero éste es solo un ejemplo. En casi todos estos tipos de encontronazos escriturales, a alguno de los antagonistas se le ocurre indicar con expresos rasgos de prepotencia que “este es el último escrito y no te voy a responder más”. Allí se asoma una ulterior falta de respeto bien escondida. De manera que es necesario contener el estallido a la crítica y si se pretende dar respuesta debe hacerse con racionalidad y alejado de las hipersensibilidades.
Todo esto me hace recordar una anécdota de mi fallecido padre, quien en una oportunidad intentaba separar a un compadre que se abalanzaba a golpes con otro paisano. Cuando mi padre le preguntó la causa del pleito, este le dijo que el paisano lo había mandado pal carajo. A lo que mi padre inmutable le respondió, pero compadre, cuando lo manden pal carajo, no vaya compae, no vaya…
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