Después de una larga espera por parte de Venezuela, la UNESCO aprobó un justo y merecido reconocimiento a una de las más importantes expresiones de nuestra riquísima cultura nacional popular, los Diablos Danzantes. La declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad es un justo y merecido título no sólo a la tradición sino a la lucha permanente, terca, histórica de nuestro pueblo por preservar sus tradiciones culturales que tienen una enorme carga de luchas y sacrificios, primero por existir, después por preservarse y desarrollarse.
Debemos señalar que no es del todo cierto que los Diablos Danzantes fueron una expresión religiosa única y exclusiva porque señalarlo así le quita, los despojas de su origen de lucha social por parte de los oprimidos, de los esclavos que se enfrentaban a sus opresores, los esclavistas. No es sólo la ingenua imagen de la lucha del bien contra el mal, es algo más profundo, una lucha social, de clases, si se quiere emplear un término más científico y exacto.
El diablo es una metáfora cultural, la forma como el oprimido, el esclavizado ve al amo, al que lo oprime, al que lo ata al cepo o le pone las cadenas, al que casi no lo deja dormir y debe trabajar 15 y 18 horas quedando exhausto, agotado; que es mal alimentado; que sus hermosas mujeres se las quitan los esclavistas a la fuerza, las violan o tienen con ellas una relación sexual violenta, opresiva, igual a como lo hicieron los primeros invasores españoles o los encomenderos. Por eso, transmutan sus creencias mágicas, su sincretismo donde el diablo cristiano no existe, es otra figura que tiene que ver con la naturaleza, con las cosechas, con las lluvias.
No es una evolución lineal la que tienen los Diablos Danzantes porque los tiempos históricos van cambiando. Como los opresores no le permiten al pueblo esclavo expresar sus creencias, estas se van mimetizando en la religión dominante, el cristianismo en nuestro caso, porque la religión es el instrumento ideológico de la dominación esclavista.
No son los Diablos los únicos símbolos del sincretismo de los muchos pueblos africanos que fueron arrancados a la fuerza y violentamente de sus naciones: Uganda, Dahomey, Gana, Costa de Marfil, Kenya, Angola… Yemayá es Santa Bárbara, San Juan, San Benito Palermo y muchísimos más expresan esa especie de mimetismo que, sin dudas, enriqueció el catolicismo, es decir, las creencias paganas se hicieron cristianas para sobrevivir como parte de las culturas que vinieron de África o que en el crisol de las luchas sociales y de clases dentro de la dominación colonialista, el pueblo fue construyendo como parte de la cultura nacional popular.
Se fue el imperio español arrojado de Venezuela y la América Hispana por las armas revolucionarias del pueblo patriota, pero quedó la oligarquía que continuó oprimiendo al pueblo y sus expresiones culturales, nació, entonces, la cultura de la resistencia cultural que permitió ir construyendo movimientos sociales que se enfrentaban a las siempre dominantes oligarquías, al imperialismo cultural, política y económicamente dominante, el imperialismo yanqui.
En el siglo 20 venezolano todos sabemos que la dominación yanqui se acentuó y una forma de esa dominación fue la cultural a través de las nuevas tecnologías: la radio, la televisión, el cine. Las clases dominantes criollas, la burguesía y la mediana pequeña burguesía o clase media alta, atadas al carro de la dominación yanqui, arremete contra las múltiples expresiones de la cultura nacional popular a través de los medios de comunicación que controla monopólicamente, ya sea ignorándolos, deformándolos o con una avalancha de anti valores culturales que producen asco y las ignoran, las invisibilizan.
Pero, como dijo el padre Alí Primera, “el pueblo es sabio y paciente”, y eso funcionó para la pervivencia y desarrollo de los Diablos Danzantes en sus diversas expresiones y manifestaciones de nuestra enorme geografía en todos estos años. La cultura de resistencia del patrimonio cultural nacional no cedió sus espacios y no pudo ser derrotada durante la Cuarta República. A veces se replegó, otras ananzó.
Claro la Iglesia Católica, no se tragan esas expresiones paganas de los infieles, pero trata de manipularlas y ponerlas a su servicio. Pero el pueblo del Cristo de los pobres, vestido de rojo –como siempre se ha imaginado es Lucifer, Belcebú, mandinga o simplemente el diablo de la mitología cristiana– con sus máscaras de horripilantes seres mitológicos creados por la imaginación y la inventiva popular para simbolizar el mal, expresa el día del Corpus Cristi su pasión creyente, pero también su crítica a la dominación, esa postura crítica es una reminiscencia, una raíz que la tradición esclava, africana con sus añadidos de la cultura indígena e incluso la europea que los Diablos Danzantes no pueden perder.
Debía, finalmente, llegar a Venezuela un proceso revolucionario, con la revolución cultural como uno de sus principios fundamentales en la reconstrucción cultural de nuestra nacionalidad y nuestra identidad nacional y latinoamericana, para comenzar un agresivo rescate de las expresiones más genuinas de la cultura nacional popular en todas sus manifestaciones.
La construcción colectiva de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela permitió, por primeras vez, introducir el tema cultural en una constitución expresado en el capítulo VI, De los derechos culturales y políticos. Igualmente en El Preámbulo se establece la pluriculturalidad de nuestro pueblo.
La gestión del Gobierno del presidente Hugo Chávez le da el apoyo a las manifestaciones, estímulo a las cofradías o instituciones populares que preservan la expresión cultural llámese Diablos Danzantes, Parranda de San Pedro, culto a San Juan, reproducción y escuela que mantenga vivos todo el complejo que constituye cada manifestación o expresión cultural. Podemos decir con orgullo que Venezuela hierve en actividades culturales, no sólo en el espectáculo –que los hay de todos los calibres y niveles de calidad– sino en la creatividad y la difusión creciente de las expresiones populares, desconocidas muchas de ellas para la mayoría del país.
Igualmente fue un acierto político el elevar ante la UNESCO esa importante y bellísima –por el juego de la estética del arte popular en la creación de máscaras, vestuarios, movimientos corporales, cantos, juegos musicales e instrumentación– manifestación del arte popular es más que un acto de soberanía cultural, es la decisión de un país de defender uno de los componentes de la cultura nacional popular con la carga de dignidad de nuestro pueblo.
El reconocimiento de la UNESCO no es una graciosa concesión, es el reconocimiento a una fortaleza cultural de un pueblo en revolución.
(humbertocaracola@gmail.com) (Con Chávez y la revolución, todo) (Libertad ¡ya! para los cinco héroes cubanos presos injustamente en la mazmorras yanquis) (Todos con Palestina y su pueblo heroico, cese a las agresiones y crímenes del gobierno israelí)