Realmente no sé si con la blasfemia que el cura Palmar ha derramado públicamente en contra del presidente Hugo Chávez, luego que al mandatario le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el área pélvica, lo que diga en una oración pueda llegar a Dios, en todo caso, de corazón le imploro una plegaria por la salud del periodista Leopoldo Castillo.
Debería pedirla el país entero, que se efectúe una oración colectiva, así como se hace con Chávez, y la población abarrota iglesias, plazas, casas, cualquier parte, pidiendo por la sanación del máximo líder de la revolución venezolana, que sigue librando una de las más duras batallas en contra de la enfermedad que lo afecta.
Roguemos por la salud de Castillo sin odios ni rencores y que esto, más bien sirva de lección a la gente que es capaz de pedir la muerte del prójimo como hacen con Chávez tan sólo por disentir políticamente de él, empezando por ese presbítero, quien no ha vacilado en expresar por Twitter deseos macabros como: ¡Qué viva el cáncer del comandante”. El mismo Palmar, según una entrevista que le hicieron en el periódico Ultimas Noticias, admitió que escribió tal mensaje. Eso fue el año pasado cuando al Presidente le descubrieron el terrible mal.
Ahora que el mandatario tiene una recaída, el sacerdote vuelve por sus fueros y anuncia que está próximo a fallecer en un tuit no sólo diabólico y vulgar, sino burlón, con un tono de alguien que no tiene aprecio ni respeto por la salud de sus semejantes. Dijo: “Quién iba a decir que a 20 años de la revuelta del 27-N, el comandante esté pidiendo pista”.
Ha proferido además en su cuenta frases sombrías como: “Mientras la presidenta del CNE leía el boletín en la noche del 7-O, frente al Sagrario sentí este oráculo: El gana y muere” y "Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres (Mt.24,28). Se juntan los rapiñas rojitas en Miraflores. Falta poco”. El cura ha expresado muchas otras abominaciones que no vale la pena repetir.
La cuestión no se trata de bajar la cabeza ante la oposición, de poner la otra mejilla; se trata simplemente de ser humano, de demostrar que no se alberga odio sino amor, que se tiene estima y consideración por el prójimo; se trata lectoras y lectores, de imaginar aunque sea por un instante que uno esté frente al oncólogo en el consultorio y que éste se vea en la obligación de decirnos: “tienes cáncer”.
Que tristeza. Qué aflicción. Que abatimiento. ¡Mi esposa, mis hijos, mis padres, yo, mi vida, desapareceré, no estaré más en este mundo!; levito, algo o alguien me empuja hacia un túnel, está oscuro, no hay luz, no veo salida, desespero...Lloro, no palpo lágrimas en mis ojos, me falta aire, respiro con dificultad, me asfixio, agonizo, intento retener la vida; la agarro, se me escurre entre los dedos de mis manos empuñadas, una secuencia de imágenes se me confunden en mi cabeza, escucho voces mudas, rostros de personas nunca antes vistas que me hablan; mis entrañas se desagarran, que feo este final, me duele mucho, mucho, no siento nada, absolutamente nada, ¡Dios míooo… Sálvame!
No sé cuantas cosas pudiera uno sentir o pasarle por la mente con una trágica noticia como esa…Que no habrá sentido Chávez en ese momento, para que luego vengan unos monstruos a desearle la muerte…Que no habrá sentido Castillo y tanta gente en este mundo cuando lamentablemente les han dicho que tienen cáncer.
De aquí para allá no hay ese odio para devolver la pelota con la crueldad con que ellos no las lanzan; no nos sale del alma, del corazón, no tenemos esos sentimientos, más bien vamos a enseñarles a esos opositores de boca fúnebre, que debemos valorar la existencia de los demás como queremos que nos valoren la nuestra.
Y desde aquí, desde esta tribuna, vamos a rogar por la salud de Leopoldo Castillo quien, si alguna vez se sintió contento por las células cancerígenas del Presidente, no importa, quizás ya hasta esté arrepentido de eso; ahora tengámoslo presente en esa permanente oración colectiva que mantiene de pie a Hugo Chávez y que no los devolverá sano y salvo de Cuba.
Ahhh y no se olviden, ¡por favor! del cura Palmar, échenle a él también una rezadita, para que Dios le de mucha vida.
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AlberMoran