Nos hemos quejado con amargura del estado de inopia en que se encuentra la ciencia en el país, precisamente en el gobierno que hubiéramos jurado la desarrollaría al máximo, para lograr saltar del subdesarrollo y garantizar el mayor bienestar posible de la nación. Sabemos muy bien que nuestra ciencia nunca estuvo en buenas manos, en parte por la ignorancia crasa de la mayoría de nuestros gobernantes, en parte por el carácter de élite social que asumía ser una parte de nuestros científicos, pero principalmente porque el modelo productivo rentista nacional la supone innecesaria y no existe ningún interés en abandonar dicho modelo. Expresado en forma más directa: No han existido en la Venezuela contemporánea proyectos que realmente propongan una salida del subdesarrollo y la dependencia. Hemos tenido muchos discursos y promesas sobre estos temas, pero no reales acciones en la dirección de su obtención concreta.
Si bien es cierto, repito, que nuestra ciencia nunca estuvo en buenas manos, también lo es que las actuales son las peores manos en que ha estado en su muy corta historia. Y no lo afirmo solamente por las graves limitaciones de conocimientos que tienen quienes están al frente del desarrollo científico nacional, ni por el hecho de no ser investigadores científicos, ni por sus complejos y resentimientos académicos y sociales, ni siquiera por las ideologizaciones absurdas de que son víctimas. No son sólo estas taras, claramente demostrables, las que me hacen llegar a la dramática conclusión anterior. Es la existencia de una realidad, que es claramente visible por cualquier mortal del sector no prejuiciado ni fanatizado, cosa difícil de hallar dentro de las filas profesionales y académicas de quienes apoyan al gobierno, pese a que en el pasado fueron muy quisquillosos, exigentes y mezquinos con los gobiernos y dirigentes de las ciencias de entonces.
Voy a relatar un caso concreto actual, muy emblemático por tratarse del instituto insignia de los gobiernos adecocopeyanos y por haber sido un objetivo de cambio paradigmático en relación con la ciencia “alienada” e “impertinente” del capitalismo salvaje del pasado. Me refiero al estado actual del Instituto de Investigaciones Científicas (IVIC), así como de los proyectos científicos, tres de ellos bandera de la revolución bolivariana, que deberían haberse desarrollado y estar dando hoy sus inmensos frutos a la nación, a la integración sudamericana y al conocimiento humano en general. Proyectos alegóricos a la construcción del “socialismo del siglo XXI” y del nuevo hombre de ciencia y a la demostración de su superioridad total en relación con el agonizante capitalismo y los investigadores traidores a la patria de ayer.
El primero que presentaré será el proyecto de creación de la “Escuela Superior de Ciencias Básicas”, el cual aprovecharía la experiencia de medio siglo del IVIC en investigaciones precisamente en el área básica de medicina y salud: biofísica, bioquímica, microbiología, parasitología, inmunología; con investigadores de muy alta calificación, reconocidos internacionalmente y con amplia experiencia en la docencia de postgrado en el nivel de maestrías y doctorados acreditados, actividad envidiable en cualquier parte del mundo y muy útil en la formación de investigadores venezolanos y de Latinoamérica. Pues bien, ya ni siquiera se habla del tema, los trabajos de la planta física fueron abandonados totalmente, al extremo de que las obras fueron saqueadas por delincuentes que se llevaron todos los materiales allí acumulados.
Un derrumbe se llevó parte de los 280 pilotes de concreto de 15 metros, que habían sido colocados para proteger el cerro y la construcción. El colmo es que hubo investigadores que denunciaron que el suelo del sitio escogido para la planta física no era apropiado para la misma, pero sus advertencias fueron desatendidas y respondidas, como ocurre siempre con los ignorantes en el control de cualquier proceso, con burlas y calificativos inapropiados. El tiempo y la acción de la naturaleza parecen haberle dado la razón a los “caprichosos” que proponían la utilización de terrenos al otro lado de la carretera Panamericana. Estos son hechos concretos y claros de la irresponsabilidad que va desde el director del instituto hasta los más elevados niveles del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
El olvido también alcanzó al proyecto bandera que pretendía crear el Polo Científico del ALBA en el IVIC, el cual lleva ya dos años paralizado y posiblemente es totalmente desconocido para las autoridades del instituto, del Ministerio de Ciencia y Tecnología y para el poder popular. Este proyecto se preparó durante tres cumbres del ALBA, con instrucciones de la Presidencia de la República y de la Cancillería y estaba acoplado a la ya mencionada Escuela Superior de Ciencias Básicas y a la llamada Red ALBA de Nanociencias, que tocaremos posteriormente. Es más que evidente que el proyecto está perdido sin que parezca importarle a nadie en el país, no sabemos en el exterior, pues se trata de un programa a desarrollar con el ALBA.
La Red ALBA de Nanociencias y Nanotecnología fue completamente desmantelada y lo que se ofrece en esta materia, en forma por demás rimbombante, no es un producto del IVIC sino la escuela manejada por Anwar Hasmy y un grupo de profesores de la UCV, la ULA y la US, junto con unos franceses muy amigos del dinero y con una actitud, según me informan, arrogante y colonialista. Llegaron a la Venezuela petrolera que todo lo paga, sobre todo si no es venezolano. La empresa Quimbiotec parece también estar mal y su producción se ha reducido en dos tercios de lo que se hacía. No se sabe que haya arrancado los proyectos de producción de vacunas, ni de recombinantes ni de antivenenos. La exposición sobre la obra de Fernández Morán nunca se abrió al público y la están desmontando, con lo que se tiraron a la basura 600 mil bolívares.
El Archivo General del IVIC, que fue proyectado con la visión de las grandes instituciones del conocimiento, no sólo lo abandonaron, sino que fue desarmado en forma inescrupulosa y desmantelado desde su raíz. El Programa Antártico Venezolano, cuyo coordinador es ahora el propio director del IVIC, está sumamente atrasado en el pago de su servicio satelital telefónico, lo que indica la seriedad que le ponen a un programa de alcance mundial. Por último, ya no del IVIC sino en relación con el programa satelital venezolano, de gran importancia para el país pues entraña el problema de nuestra soberanía comunicacional, parece ser que el nuevo satélite Francisco de Miranda es incompatible con los equipos de recepción del Centro Venezolano de Percepción Remota (CVPR), que funciona en el IVIC pero depende del Ministerio del Ambiente.
En este caso, la negligencia del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCyT) es más que criminal y lesiva a los intereses de la patria. Es inentendible que luego de 10 años de organización del CVPR, el MCyT, responsable del satélite, no haya coordinado con aquél la compatibilidad del satélite con los equipos de recepción. Inaudito que para nuestro satélite de imágenes el CVPR no sirva. Se queda cualquiera sin palabras para calificar este tipo de situaciones, que en cualquier parte del mundo acarrearía para los responsables la inmediata destitución y la aplicación de sanciones adicionales. Así marcha la ciencia venezolana en la actualidad: de la peor manera que haya podido alguna vez marchar.
La Razón, pp A-7, 9-12-2012, Caracas
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