No hay venezolano que no esté conmovido por el anuncio hecho por el comandante Hugo Chávez de su estado crítico de salud, de su Plan B de designar al Vicepresidente Nicolás Maduro como candidato presidencial ante una imposibilidad de no poder ponerse al frente de la conducción del Estado por su estado de salud.
El de Chávez fue un anuncio desgarrador, duro, dicho por un hombre amado y seguido por millones cuya circunstancia, fatalidad o enfermedad inducida desde afuera como piensan sectores del país. La operación de 6 horas, y el post operatorio igualmente es complejo.
Dijo el presidente algo de significativa importancia, que una revolución no depende, o no debe depender, de un solo hombre, porque una revolución es un país, una nación, un pueblo y, ya lo demostró nuestra historia varias veces en el siglo XIV, el XIX y el XX.
El asesinato de Guaicaipuro a manos de los soldados sicarios y asesinos de Diego de Lozada frustró la lucha libertaria de todas las etnias indígenas del centro de Venezuela (hoy Vargas, Miranda, Aragua y parte de Carabobo) que se habían confederado en el Congreso Indígena de Macuto y nombrado a Guaicaipuro jefe supremo. Esa muerte, al faltar el líder indígena, afectó sensiblemente el posible triunfo sobre las armas españolas y se perdieron las conquistas militares alcanzadas a raíz de la invasión del Tirano Aguirre.
Bolívar fue llevado a la muerte por los enemigos de la Gran Colombia. Santander y los oligarcas neo granadinos, en alianza con los Estados Unidos sabotearon el Congreso de Panamá y ya para 1830 el patrioterismo y chovinismo de los nuevos oligarcas cometieron el crimen de lesa patria al disolver la gran obra del Libertador, la Gran Colombia.
Cuando la bala asesina de San Carlos mató al general Ezequiel Zamora (siempre se pensó que fue el propio Guzmán Blanco), se perdió la victoria de la revolución agraria y todo el proceso libertario del pueblo oprimido lo enterraron sus asesinos en el Pacto de Coche.
En el siglo XX, cuando las fuerzas revolucionarias dirigidas por el Partido Comunista de Venezuela, la Juventud Comunista y el MIR, toman las armas para defenderse de la matanza y guerra civil desatada por el Estado en manos de un torvo personaje, Rómulo Betancourt, emerge en el liderazgo de la izquierda un líder singular que no sólo avanza en el plano militar en los estados Lara, Trujillo, Portuguesa, sino en el plano político. Argimiro Gabaldón el líder comunista y revolucionario político de los 60’ que capitalizaba miles de voluntades en lucha. De nuevo una bala, ¿asesina o accidental?, frustró una esperanza de victoria revolucionaria en aquel aciago 13 de diciembre de 1964.
¿Estamos ante ese sino trágico de nuestra historia donde siempre las esperanzas de redención de los oprimidos de Venezuela se frustra en la punta de la victoria revolucionaria?
Estoy convencido que esa no es la situación actual, los avances y logros de nuestra revolución son sólidos y el masivo apoyo del pueblo a la gestión revolucionaria así lo patentizan. No obstante el propio presidente Hugo Chávez asomó la posibilidad de no estar en condiciones físicas de enfrentar el próximo gobierno, abrió entonces la posibilidad de un sustituto suyo, el camarada Nicolás Maduro, ante la inevitabilidad de unas nuevas elecciones presidenciales como lo establece la Constitución Bolivariana.
Evidentemente que esa posibilidad, en la que nadie desea que Chávez esté ausente de la escena política, le da un giro estratégico de 180 grados a la política revolucionaria venezolana y no podemos dejar de abordarla por la trascendencia que tiene y la obligación que tenemos los revolucionarios de toda la vida de dar nuestro criterio sobre el futuro de la Patria y de la Revolución.
Lo primero que hay que resaltar es que se plantea acentuar la dirección colectiva a todos los niveles como forma de combatir el individualismo, las ambiciones personalistas, los caudillismos baratos que la contrarrevolución quintacolumnista, aliada de la oligarburguesía, va a tratar de fomentar, sólo esperan el momento y que se dé una debilidad.
Pero es necesario dar un gran debate entre las fuerzas revolucionarias, en primer término para elaborar una política revolucionaria de dirección colectiva a todos los niveles que refuerce el poder popular. Un debate para enfrentar la desviación que significa el burocratismo y su control de algunos aparatos políticos y administrativos en el Estado. Igualmente enfrentar la desviación política que es el sectarismo de muchos cuadros y militantes de nuestro Psuv, que además de ser injusto porque desconoce las luchas de años de otros grupos y dirigentes de la izquierda, subestima los aportes que pueden dar –y han dado– a la Patria y a la Revolución, infinidad de estos camaradas, hombres y mujeres, están marginados, desempleados y no pocas veces han sido agredidos y humillados.
El comandante Chávez habló en su alocución de la necesidad de la unidad de las fuerzas revolucionarias y de todo el pueblo. Esa es una bolivariana política que debe tener prioridad en la dirección revolucionaria. El enemigo oligarca, la contrarrevolución fascista, el injerencista imperialismo yanqui ya están intrigando para tratar de socavar la necesaria unidad. Todo su poder mediático lo están utilizando para subvertir el proceso y debilitar la unidad de las fuerzas revolucionarias.
La unidad en la revolución es la bandera más importante que se tiene y el mejor legado que nos ha dejado el comandante Chávez todos estos años. No se debe perder de vista ese hecho político. Perder la unidad es abrirle las puertas a fuerzas torvas y criminales que no descansan tratando de destruir la revolución. Hay que tener presente experiencias lamentables ocurridas en nuestra América, tal fue el caso de la revolución de la Nueva Joya en la isla caribeña de Granada que dirigía Maurice Bishop. Las ambiciones internas, la lucha por el liderazgo personalista, las maniobras que minaron la unidad, el sectarismo llevaron al asesinato absurdo e insensato de ese extraordinario líder revolucionario que fue Bishop (obra directa de agentes de la CIA infiltrados en el partido), las luchas por el poder del gobierno se desataron y en aquel río revuelto, agitado por los órganos de inteligencia norteamericanos, pescó el imperialismo yanqui que no dudó un instante, bajo el gobierno criminal del sicópata Ronald Reagan, en enviar tropas de sus detestables marines y arrasaron por la fuerza militar con los militantes revolucionarios granadinos y asesinaron decenas de internacionalistas cubanos que colaboraban con el pueblo de Granada construyendo un moderno aeropuerto y en apoyo a la salud. Hay que mirarse en ese y otros espejos donde las revoluciones han sufrido golpes desgarradores.
Chávez orientó –de ser ese el caso de no recuperarse para su toma de posesión– votar por el camarada Nicolás Maduro en unas posibles elecciones presidenciales. Hay que cerrar el cuadro en torno a Nicolás, entendiendo que hay una nueva realidad y un nuevo cuadro político para la revolución bolivariana. Con la bandera del Programa Socialista para los próximos seis años.
(humbertocaracola@gmail.com)
(Con Hugo Chávez, el Programa Revolucionario y la revolución bolivariana y socialista, todo) (Juntemos fuerzas junto al camarada Nicolás Maduro)