Críticos y estudiosos de la política –que, por supuesto, están en contra de la politiquería y necrofilia opositora-, en serios análisis que comparto han expresado que el hecho de que buena parte de los medios de comunicación de la derecha nacional e internacional expresaran que el presidente Hugo Chávez nombró a Nicolás Maduro como su “sucesor”, tiene una inmensa carga de perversas intenciones tendentes a calificar al comandante de tirano, dictador, monarca; hacer énfasis en que se salta la Constitución Bolivariana de Venezuela cuántas veces le venga en gana o la estira y la encoge de acuerdo con su conveniencia.
Solamente el País de España en un editorial fechado el 12 de diciembre, dijo de entrada: “No lo han planteado sus adversarios, sino él mismo. El anuncio del presidente venezolano de que no había vencido al cáncer y se tenía que operar una cuarta vez en su admirada Cuba ha abierto la perspectiva de un chavismo sin Chávez. Aunque el inventor de la revolución bolivariana no suele dar puntada sin hilo, esta vez puede ir en serio, tanto como para pretender, desde una óptica autoritaria que no le abandona, dejar todo atado y bien atado”.
Pero hay otro detalle que se debe interpretar: salvo excepciones de algunas empresas periodísticas que quizás no actuaron con premeditación y alevosía, cuando la canalla mediática habló de “sucesor”, lo hizo para dejar sentado que el máximo líder de la revolución bolivariana no regresaba con vida de Cuba o, si regresaba, venía sin capacidad de asumir la presidencia. Decretaron el fin físico y político de Chávez. De forma irresponsable tal cual han procedido siempre, de inmediato lo inhabilitaron de sus funciones. Procesaron y destacaron la noticia como si fuese el comienzo de la debacle del proceso revolucionario.
Chávez antes de partir a Cuba advirtió que su situación era riesgosa, es decir: morir o que lo inhabilitaron estaba dentro de las posibilidades, no ocultó nada; la cuestión sólo era de que alguna vez esos medios de comunicación valoraran ese gesto gallardo, responsable del comandante, y tuvieran un poco de dignidad, prudencia, de respeto por la vida de un ser humano enfermo, por la investidura presidencial, por Venezuela, porque a fin de cuentas el objetivo es esta Patria que nos vio nacer.
Pero qué va, aunque parezca mentira eso era mucho pedirles y sin ninguna compasión enseguida comenzaron a ejecutar en su contra una especie de asesinato mediático, evento que luego de su operación reforzaron necrofílicos en las redes sociales diciendo que había muerto.
Los medios se brincaron a la torera la idea central de la intervención que el comandante hizo antes de marcharse, la cual se trató de una explicación tendente a generar tranquilidad, sosiego. Y soltaron con gozo evidente el ovillo de las bajas pasiones emulando el golpe de estado del 11 y 12 de Abril cuando titularon: “Cayó Chávez”, “Chávez se rinde”, “Se acabó”, “Chao Hugo”, creyendo que era lo último; y después el 13, cuando el pueblo lo trajo de regreso, algunos se radicalizaron, pero otros comenzaron a recoger poco a poco la hilaza o pabilo hasta convertirse de nuevo al chavismo.
El sábado 8 del mes en curso, Chávez dijo y, permítanme, amigos lectores y lectoras, que les recuerde esto que ya ha sido publicado infinidades de veces; pero creo que se debe insistir: “Si como dice la Constitución, si se presentara alguna circunstancia sobrevenida - así dice la Constitución-, que a mí me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, en los pocos días que quedan; y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.
Chávez jamás nombró a Maduro como sucesor basado en términos autoritarios ni principescos, pasando por encima de la Carta Magna, pero algunos medios de comunicación valiéndose de un descarado eufemismo y desestimando la inteligencia de la población, se las ingeniaron para seguir llamándolo autócrata y dejar entrever su incapacidad o pronto fallecimiento; todo mediante una nueva forma de desearle la muerte, de llevar el mensaje mortuorio firme, inequívoco, contundente, sin que eso les genere la condena en contra que se produce cuando opositores de boca fúnebre le desean que fallezca de manera grotesca y morbosa.
Anhelar la desaparición física del comandante –y más en estas circunstancias- es un acto de cobardía política. Un gesto de miseria humana. Desde el punto de vista democrático no tienen posibilidades de salir de Chávez, porque definitivamente Chávez trascendió, es un pueblo entero que lo admira, lo sigue, comparte su proyecto y lo respeta como máximo líder de esta revolución que no tiene vuelta atrás.
En Venezuela pasarán muchos años, para que vuelva a nacer un hombre como Chávez. Esa es la impotencia, el odio, el rencor y las frustraciones que envuelve a la oposición. No tienen esperanzas de regresar, de ponerle de nuevo la mano al poder y se desesperan, se desquician, se vuelven locos. Ellos, como decimos en criollo: no le llegan ni a los tobillos.
Dios y la Chinita de Maracaibo nos libren de gente así y le den mucha vida y salud a ese soldado, guerrero soñador que sigue los pasos de Bolívar obedeciendo a su pueblo con la espada empuñada.
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