El día 10 de enero fue para nuestro país un día histórico, de acciones revolucionarias, de demostraciones de militancia y compromiso, y de conmemoraciones a fechas patrias que siempre estarán en nuestra memoria colectiva, en nuestra identidad como nación.
Ese día histórico el pueblo se volcó a las calles. De todos los pueblos y ciudades del país llegaron, desde muy temprano, los militantes de la revolución. Todos con el firme propósito de defender el proyecto, de apoyar al líder y asumir el nuevo mandato constitucional 2013-2019. Porque esta vez, todos los venezolanos acudieron convencidos de que eran ellos, y no solo un hombre, el que asumía la dirección del país. Esto, por otra parte, fue también una demostración de militancia y unidad en torno al partido de la revolución. Días antes al 10 de enero, la dirección del partido convocó y convocó sin descanso. Al final, el pueblo acudió envuelto en una mística alegre, profundamente revolucionaria.
Este 10 de enero, para nuestro país y su historia, fue una demostración contundente de fuerza. De fuerza para con una idea. De fuerza de un pueblo para con su líder. Las calles se llenaron de rojo, en una cristalización de los logros que se han venido acumulando en los últimos meses, y en una demostración, para el mundo, de que el chavismo es una fuerza mayoritaria, indetenible e irreversible en Venezuela.
Por otro lado, ese día también se conmemoraron los 153 años de la desaparición física del general del pueblo, Ezequiel Zamora. En la conmemoración, llevada a cabo desde muy temprano en la plaza que lleva por nombre Ezequiel Zamora, arriba de las también históricas escaleras del Calvario, se pronunciaron discursos de elevada importancia para la reflexión. En medio de milicianos, campesinos, estudiantes y, en fin, de todo un pueblo revolucionario, el camarada Elías Jaua, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, realizó un brillante análisis, en el cual establece un paralelismo histórico entre la revolución dirigida por Ezequiel Zamora a mediados del siglo XIX, y la dirigida por el Comandante Presidente, Hugo Chávez.
En este análisis, el camarada Elías argumentaba la esencia, objetivo y disciplina de la revolución campesina de Zamora. Apuntaba que esta, profundamente cohesionada en torno a su líder, pudo enarbolar las banderas de todo un pueblo engañado y traicionado por los intereses más mezquinos de la época, representados en la figura de Páez. Este, ensalzado en los logros obtenidos cuando cabalgaba junto a Bolívar, pudo engañar a vastos sectores de aquella sociedad, y arrastrarlos a la traición para con el padre de la patria, Bolívar. En las entrañas de esta traición, y sus objetivos, todo un pueblo quedó desprotegido, sin tierra y sustento; en la más profunda pobreza. De ese pueblo vejado nace Zamora, y de ese sentir general nacen las banderas de su revolución, profundamente popular. Zamora, gracias a una bala proveniente de la quinta columna, como el mismo Elías la llama, no pudo acometer su objetivo. Con su muerte, todo ese grupo revolucionario de combatientes fue dispersado, atacado, desarticulado. Y así, la revolución de Zamora murió, en manos de una maldita traición.
Esa revolución de Zamora, al igual que la de Chávez, nace a partir de la organización de un pueblo históricamente saqueado y golpeado por intereses de una minoría que ostentó el poder. Chávez, al igual que Zamora, es un producto histórico que nace en los pueblos y llega a reivindicar a los desprotegidos, a las clases trabajadoras. Son hombres nacidos para dirigir la revolución de los pueblos en donde los desmanes de grupos de poder hacen de la vida un caos de sufrimientos y desaciertos.
La primera se perdió. La segunda, hoy más robustecida que nunca, ha de defenderse con todos los medios que sean necesarios. La militancia, un elemento del que habló Elías, debe ser una sola, cohesionada en torno a la dirección estratégica de la revolución. Un pueblo revolucionario, desatado y sin dirección, corre el peligro de caer en el más absurdo anarquismo, lo cual lo llevaría irremediablemente al fracaso.
Hay hechos históricos que tienden a semejarse y a asimilarse de últimos a primeros. Chirinos, Boves, Zamora, Chávez. Elías ayer ha dado una lección histórica, ha brindado una profunda reflexión sobre lo constituyente de nuestro proceso revolucionario. Una reflexión con un objetivo renovador y ratificador a la vez: unificación y compromiso en torno a la revolución y su proyecto.
@Franc_Ojeda
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