Trágico y difícil son los calificativos que definen el escenario político venezolano de hoy. Y lejos de alegrarme, como se alegran a otros, me entristece, me mortifica y me inquieta. Nunca quisimos un desenlace de este tipo, y lo decimos con la mayor sinceridad y sentimiento que se puedan tener en momentos tan angustiosos. Es muy desagradable ver a un ser humano, hasta hace nada lleno de vida, realizando sus más añorados deseos y en la cresta de la ola de sus éxitos políticos y personales, derrumbarse totalmente ante una terrible enfermedad que no da cuartel y que destroza sin piedad ninguna. Es imposible saber lo que haría cualquiera en una situación parecida, en momentos similares, al sentir el inexorable llamado de la muerte sin poder hacer absolutamente nada para enfrentarlo. Jamás le deseamos este destino al Presidente, ni tampoco el sufrimiento que del mismo se deriva en sus familiares o en sus seguidores más fervientes y sus amigos.
Pero por encima de este pesar por la salud del Presidente, nuestra tristeza y preocupación adquieren dimensiones gigantescas, ante el manejo de la situación con el pueblo venezolano, cuya ingenuidad, simpleza y credulidad han sido explotadas inmisericordemente, mediante una política de desinformación oficial que le hace creer que es posible la recuperación del líder amado, siempre y cuando se proceda a través de la oración y la devoción. La afirmación de que “Chávez vivirá y triunfará” quizás sea una letanía más, de las muchas inventadas, para el cogollo gubernamental, pero para el venezolano creyente es una contingencia posible, sobre todo si hace lo único que sabe hacer: la ratificación de su devoción religiosa por Dios, la Virgen, Jesucristo, José Gregorio, santos y beatos, así como por deidades paganas y por el propio Presidente de la República y su inmersión total en rezos, súplicas y promesas.
Ese pueblo que ha sido manipulado siempre; que lo fue en el pasado cercano, durante décadas, por adecos y copeyanos, que se presentaban como redentores, y a quienes siguió en sus momentos también con veneración religiosa y acompañó devotamente con sus oraciones de siempre. De la misma manera en que por centurias lo hicieron los distintos gobiernos venezolanos y los líderes de las montoneras que violentamente se les enfrentaban. Pueblo de múltiples necesidades insatisfechas, entre ellas la de una educación de calidad que lo trasladara realmente al siglo XXI, al sacarlo de la ignorancia y las supersticiones en que ha sido mantenido conscientemente, por lo menos desde 1958 en adelante. Creencias absurdas que hoy curiosamente impulsan quienes ayer hacían gala de ser “materialistas científicos” y acusaban a algunos partidos de valerse de la religiosidad de nuestra gente.
Necesitamos patriotas entendí que dijo el presidente Chávez en su última alocución a la nación. Sí Presidente, por fin estamos de acuerdo. Son patriotas lo que necesitamos. Patriotas en nuestras relaciones con EEUU y la Europa desarrollada, patriotas en la defensa de nuestro territorio y de nuestra gente, patriotas en el resguardo de nuestros intereses en los organismos multinacionales donde estemos. Patriotas en la defensa de nuestra moneda, en la definición de nuestra política exterior, en la protección de nuestro petróleo y demás recursos naturales. En la defensa de nuestras aguas y bosques. Patriotas en el diseño de nuestra educación, de nuestro sistema de salud, de nuestra política urbanística. En el manejo de la seguridad nacional, de las comunicaciones, de la industrialización del país. Patriotas en nuestra Fuerza Armada Nacional y en todas las empresas del Estado.
Pero ser patriota significa oponerse a cualquier tipo de tutelaje extranjero sobre nuestra patria, venga de donde venga, por más hermanados que pudiéramos estar con quienes tengan esas pretensiones. Nos causa enorme pesadumbre y preocupación ver a nuestro país bajo el tutelaje de una nación vecina, que apoyamos y admiramos durante años por su valentía al no doblegarse ante el imperialismo estadounidense. República a la que acompañamos en sus críticas públicas, algo tardías, a la Unión Soviética, que ya en privado conocíamos desde tiempo atrás. No somos contrarios a la solidaridad internacional; sería una contradicción con nuestra historia libertaria. Pero el internacionalismo de cualquier tipo: socialdemócrata, proletario o bolivariano, presupone la existencia plena de la nación y en ningún caso su sumisión a los intereses de otras naciones. Venezuela ha pecado mucho por defender lo ajeno antes que lo suyo. De no ser así, tendríamos 2 millones de km2 de territorio y no la mitad.
Presidente. Es aquí donde usted debe estar. Cerca de su pueblo y de su gente, quienes bastante amor le profesan y le demuestran en forma permanente. Más de la mitad de los venezolanos lo apoyan y dentro de la otra mitad una buena parte es solidaria con usted, en este trance amargo que le tocó vivir. Sinceramente, no creo que esté mejor en Cuba que en su país. Nadie está mejor en un país extranjero; ni siquiera los cubanos que abandonaron su patria y se fueron a Miami. Como usted mismo dijo: Necesitamos patriotas, y los necesitamos aquí, no en otra parte.
La Razón, pp A-6, 13-1-2013, Caracas.
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