Pareciera anacrónico pero no lo es, decir que el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. El problema es definir a cuál revolución nos referimos porque aquí en Venezuela llamamos revolución desde una revuelta hasta un cambio estructural del sistema. Las primeras han sido muchas en la historia política venezolana pero la última sigue siendo una utopía posible. Tratemos de ubicarnos en el status quo de Venezuela 2013 con el PSUV y el gobierno bolivariano en pleno ejercicio del poder político. Hay una vanguardia bolivariana que arrastra electoralmente a las masas en todo el país pero que en catorce años, sin fecha de vencimiento, sigue muy lejos de sustituir al Estado Capitalista o al capitalismo de estado rentista por el Estado Socialista o sea, no se ha avanzado en cambiar las relaciones de producción capitalistas por relaciones de producción socialistas. Esa es la verdad y ellos, la izquierda hegemónica, lo saben y lo reconocen públicamente, sin subestimar todos los cambios políticos, sociales, económicos, éticos e internacionales alcanzados por el gobierno bolivariano dentro de la democracia burguesa.
El chavismo que domina la escena política, a pesar de los peligros indudables que lo acechan, parece tener la voluntad de hacer la revolución estructural, así lo percibe la mayoría, pero su vanguardia no sabe cómo hacerla sin despertar los diablos del 11 de abril y más recientemente los infiernos de Libia y Siria. En otras palabras, para algunos moderados, el camino correcto no es avanzar en la sustitución del sistema capitalista por el sistema socialista sino eludir, evitar y disuadir la resistencia armada de la burguesía que se concretaría si se alteraran las reglas de la democracia burguesa imperialista.
Lo paradójico de todo este cuento venezolano es que los orígenes ideo políticos de la coyuntura 1998-2013 están enraizados en la gesta heroica de nuestros libertadores, en la huella dejada por los acontecimientos violentos del 27 de febrero del 89 y del 4 de febrero del 92 sin restarle importancia a los antecedentes de la lucha armada de los años sesenta y setenta. Es decir que la historia del chavismo, en su génesis y creación está indisolublemente vinculada con el concepto de la vía armada revolucionaria. Ahora ese camino fue derrotado, todos lo sabemos y como el Ave Fénix, Chávez se levantó triunfante hace 14 años por la vía pacífica interrumpida temporalmente sólo por las intentonas fallidas de la ultraderecha en el 2002 que provocaron la repuesta del gobierno con avances significativos del proceso democrático en la FANB y en PDVSA.
Todo parece indicar que por el camino de la legalidad burguesa imperialista el proceso de la revolución bolivariana ha entrado en una etapa de estabilidad democrática atrapada por el capitalismo de estado y el empresarial privado sin dejar de estar amenazada por el fascismo. Nos encontramos en un estado de vida latente histórica caracterizada por un gobierno socialista dominado por el capitalismo. A mi juicio hasta aquí llegó el experimento de alcanzar el socialismo por la vía no revolucionaria. Podemos disfrutar, respaldar y hasta celebrar los 14 años de gobierno democrático por sus muchas bondades sociales y sobre todo por sus buenas intenciones de construir el socialismo pero sin dejar de poner los pies sobre la tierra. Dicho en términos bíblicos, los movimientos sociales y los capitalistas no viven en el paraíso pero tampoco en el infierno, estamos pues en un verdadero limbo histórico sin lucha de clases. Un limbo político signado por la convivencia pacífica entre el socialismo y los vicios del capitalismo, con la desventaja para el socialismo de la reproducción incesante del capitalismo que lo fortalece, sin que nadie lo detenga, en detrimento de la esperanza del cambio histórico revolucionario.
Defender la paz y la estabilidad de la República Bolivariana de Venezuela son objetivos específicos loables y positivos pero no a costa del objetivo superior del socialismo, porque la paz y la estabilidad también pueden servirle al capitalismo y al imperialismo cuando ellas garantizan la perpetuación de la democracia burguesa en Venezuela. Si el gobierno bolivariano avanza en la construcción del socialismo las fuerzas de la ultraderecha no se quedarán de brazos cruzados y van a comenzar los tiros de allá para acá, pero para evitarlos no es posible caer en el chantaje de mantener incólume la propiedad privada de los grandes medios de producción comprometidos con la conspiración desestabilizadora y con el imperialismo como Globovisión, las Empresas Polar y el Banco Venezolano de Crédito para nombrar sólo a un medio de comunicación fascista, a una empresa capitalista acaparadora de alimentos y a una directiva bancaria golpista. Más allá de estos tres medios de producción capitalistas emblemáticos el problema es sistémico, derrotamos al capitalismo o el capitalismo, por la vía que sea, nos cierra la puerta abierta al socialismo con tanto esfuerzo y sacrificio.
Con excepción de la ultraderecha insurgente, aquí nadie desea la guerra. Nuestro pueblo es amante de la paz, las instituciones la reclaman y hasta a los capitalistas les conviene el mejor clima pacífico para la prosperidad de sus negocios, la explotación de los trabajadores y la especulación. Todos condenamos la desestabilización producida por los enemigos de la democracia pero no hacemos nada para salir del limbo político donde nos encontramos detenidos y que impide el avance del socialismo. Ni siquiera podemos decir que vamos por un mal camino, la verdad es que no avanzamos por ninguno, estamos acampando en medio de una encrucijada histórica sin saber hacia dónde agarrar. No es un campamento precario, allí descansa estacionada la gigantesca burocracia del gobierno y del capitalismo de estado encabezado por PDVSA, Corpoelec, CANTV, el Banco de Venezuela y las empresas de Guayana.
La izquierda venezolana representada por los bolivarianos en el gobierno tiene en sus manos la posibilidad de no cometer los mismos errores de la izquierda encabezada por el PCV el 23 de enero de 1958 a la cual se les fue de las manos la revolución en aquél momento de auge revolucionario. Ahora la izquierda bolivariana tiene otra vez a su lado a las masas al igual que la Junta Patriótica las tuvo en aquella coyuntura política donde se perdió la oportunidad histórica de hacer la revolución con el apoyo de la oficialidad patriótica de las fuerzas armadas como ahora también la hay y con mayor fuerza en la FANB.
Ojalá que la historia no se repita y los revolucionarios, ahora los bolivarianos en el gobierno, no vuelvan a perder otra oportunidad histórica de hacer la revolución igual que la izquierda en el pasado que desperdició el momento preciso y aceptó el reto de la guerra cuando ya era muy tarde. Ese dislate ocurre con frecuencia en el devenir de las luchas de los pueblos por su liberación y también lo contrario que es lo deseado. Si queremos patria hay que derrotar al capitalismo en Venezuela, eso hay que tomarlo en cuenta. No nos engañemos, mientras el sistema capitalista imperialista tenga sus manos metidas en Venezuela, como hasta ahora, tendremos una patria mediatizada, maniatada por las fuerzas del capital que no sólo generan dependencia económica sino ideo política también. Si queremos tener patria hay que derrotar al capitalismo.
* El autor es profesor de Filosofía jubilado de la UPEL y fue Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.
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