La deuda social por ser cancelada a los trabajadores sufre un significativo deterioro con la devaluación. La deuda social que tiene el empleador con los trabajadores se contrae de golpe y porrazo en un 47%. Esto quiere decir que el capitalismo de Estado o los dueños del capital privado sólo tendrán que pagar a sus empleados o trabajadores un 53% del valor de su fuerza de trabajo utilizada.
La disminución del salario real de los trabajadores se exacerba con las medidas económicas devaluacionistas porque se agrava la explotación del hombre por hombre, la especulación y la inflación que son el pan nuestro de cada día característico de la economía de mercado vigente en Venezuela. ¡Gracias a Dios! Dirán los creyentes, que tenemos un gobierno con vocación socialista cristiana para ayudar a mitigar la situación catastrófica que se avecina. Las misiones, las iniciativas contra la especulación y la política de contenido social puestas en práctica por el gobierno chavista, con todas sus deficiencias, probablemente logren evitar un estallido social, lo cual no justifica en absoluto el pragmatismo capitalista de la devaluación porque teóricamente no deberíamos comulgar con la filosofía neoliberal. Si la MUD estuviera en el gobierno seguramente también hubiera devaluado nuestra moneda pero sin los beneficios de las Misiones y de las demás políticas sociales del gobierno que aligeran la carga de la depreciación monetaria. La derecha venezolana que es neoliberal por la calle del medio nos hubiera llevado directo al despeñadero con el paquetazo de la MUD, pero eso no debe servirnos de alivio porque “mal de muchos consuelo de tontos”.
La economía capitalista parece no haberle dejado otra alternativa al Gabinete Económico chavista que tomar el atajo de fortalecer al dólar imperialista a costa de nuestro desamparado bolívar fuerte. La economía política aplicada a la búsqueda de construir una economía socialista no aconseja empobrecer a los trabajadores, enriquecer a la burguesía importadora y al capitalismo de Estado apuntalando las relaciones de producción capitalistas. El gran capital con sus arcas repletas de divisas obtiene fabulosas ganancias mientras los trabajadores carentes de la moneda imperialista se quedan sólo con el bagazo del bolívar Fuerte al cual se le extrajo, esta vez, el 47% de su valor adquisitivo.
El tradicional aumento salarial en el mes de mayo, acostumbrado en estos últimos 14 años, ya se lo tragó la devaluación. Si el aumento llegara al 47% del salario mínimo apenas se compensaría el desaguisado. Los pensionados pasarían a recibir Bs F 987 adicionales a la pensión que reciben actualmente con lo cual quedarían igual que antes porque el aumento sería irreal. Diría mi progenitora, “lo que hacen con las manos lo destruyen con los pies”.
En el caso de las mejoras reivindicativas de los trabajadores los gremios deben asumir su responsabilidad y empezar las discusiones de los contratos colectivos a partir de una escala donde el 47% de aumento se corresponda con el cero en la tabla de incremento salarial. Esto es lo justo porque no se les puede pedir a los trabajadores que paguen todo el costo de la devaluación en un estado capitalista donde la burguesía obtiene ganancias hasta del 400% y más. En un estado donde las relaciones de producción son capitalistas el deber de los revolucionarios es estimular la lucha de clases para el mejoramiento de la calidad de vida de los más humildes. Estas luchas no podrán ser tildadas de economicistas ni confundirse con la demagogia de los sindicatos de la derecha si los trabajadores revolucionarios en vez de pelear solamente por sus justas mejoras salariales, luchan con conciencia de clase también por nuevas relaciones de producción socialistas, si tienen claro que los enemigos fundamentales de la clase trabajadora son el fascismo y la ultraderecha, si se unen al lado de los militares patriotas contra cualquier amenaza de golpe de estado y si son solidarios con las políticas sociales del gobierno bolivariano. Si los trabajadores bolivarianos son capaces de reclamar sus reivindicaciones salariales poniendo acento en su ideología de clase y en su rol político revolucionario, entonces estarán contribuyendo a construir una poderosa clase trabajadora que sea protagonista en la transición al socialismo capaz de romper con la actual coyuntura de convivencia entre el capitalismo y el socialismo que paraliza y no deja avanzar a la revolución.
Esta es una imperdible ocasión que se le presenta al movimiento gremial de los trabajadores bolivarianos para consolidarse como una fuerza revolucionaria significativa si sus dirigentes evitan la tentación de suplantar sus ideas clasistas revolucionarias por las de Giordani y Merente que no tienen nada que ver con la ideología revolucionaria de la clase obrera. Tienen la palabra los trabajadores para probar que la clase obrera es la más revolucionaria de todas las clases sociales.
(*) El autor es profesor universitario de filosofía jubilado de la UPEL. Fue Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.
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