Uno procura estar de pie en la madrugadita para colar el café antes de salir porque si te vas al kiosco el café es aguao y encima de eso te quieren quitar un ojo de la cara.
En eso, apareció el susodicho adeco -Antonio Ledezma- hablando necedad y etc bravuconadas un tanto divertidas, ciertamente por lo cómico, en la tele, de tal manera que evoqué cuando durante el “Caracazo”, Ledezma, que era gobernador del entonces Distrito Federal y Vargas, ordenó abrir los penales de su jurisdicción y masacrar a los presos, quienes de manera inmisericorde fueron lanzados heridos pero, inclusive vivos, al río Guaire.
De ahí que, desde entonces, el pueblo le adjudicó el calificativo de Vampiro por el cruel baño de sangre que él desató sobre Caracas.
Se dijo entonces que la cruel jugada de Antonio Ledezma tuvo asidero en la partida de dinero presupuestada para la “comida” de los presos, que de tal modo pasaba a engrosar su ya repleta cartera personal.
No obstante habría que ir más a fondo de ese macabro suceso y escarbar en las entrañas de lo que fue la política de Estado de la IV República contra el indefenso pueblo venezolano.
Los crímenes cometidos por Ledezma contra el pueblo, no prescriben, así que sería bueno que la Fiscalía Nacional asuma investigar y someterlo a la justicia.
La impunidad nos llevará por el camino equivocado.
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