Es verdad que todos somos Chávez, lo decimos, lo gritamos, pero la verdad es que aún así, unidos todos, no hacemos ni una milésima de lo que siente, de lo que podía y visionaba el gran Comandante.
Cómo duele y escuece tu ausencia.
Hace falta que nos hables de la Campaña Admirable que este año Bicentenario, tú todo se lo hubieras dedicado a ella, recordando tramo a tramo la odisea vertiginosa, y de vértigo, que realizó el prodigioso Hombre de las Dificultades. Cuántos recuerdos habrían brotado de ti rememorando las batallas de La Grita, Niquitao, Barinas, San Carlos, los Horcones y Taguanes.
Refiriendo aquel encontronazo en La Grita entre Bolívar y Santander, cuando el futuro Libertador le dice:
—No hay tiempo que perder ni otra alternativa: o me fusila usted, o lo fusilo yo.
Hace falta Comandante que nos hables de la economía nacional, del tema de la agricultura, de la salud y de la educación; del trauma todavía persistente que enfrenta la unidad de la Patria Grande.
Que recorras las calles, los campos, los hospitales, los liceos, las plazas, los cuarteles, las carreteras, las viviendas en construcción, ... del país.
Que vuelvas a hablarnos de los libros que has leídos o estás leyendo, y que nos recuerdes esos pasajes tan propios de tu alma incendiaria que se te revelan en “Así hablaba Zaratustra”.
Otra vez dialogando con los pobres y desdentados que encuentras a tu paso, de madrugada, en cualquier parte de esos recorridos inesperados y sorprendentes que sueles hacer.
¿Quién nos va a hablar ahora de libros que ha estado leyendo, y de sus ideas y conclusiones?
En todo haces falta, y en todo se siente tu ausencia. En pueblo te lleva en su corazón, pero aún hace falta que tu corazón se haga pueblo.
POR SIEMPRE.
jsantroz@gmail.com