Decía Simón Rodríguez que “la insensibilidad es ignorancia de sentimiento”. Al contrario de lo que expertos televisivos en predecir desenlaces prometían a sus audiencias; después de la partida de nuestro amado Presidente, el chavismo no está desmovilizado y mucho menos desmoralizado. Lo que tenemos, sí, es un dolor tan grande como nuestras fuerzas para seguir luchando. Basta ver esas largas filas de pueblo proveniente de muchas partes, después del cansancio que supone su traslado; transcurrir su espera con entusiasmo, sólo para llegar junto al féretro de nuestro líder y decir: “aquí estoy Comandante”.
Estamos viviendo el momento que tanto nos atormentó durante los últimos meses; ese que no queríamos que llegara nunca. La orfandad que supone la despedida de este héroe nuestro que se conectó como ningún otro con el alma del ser venezolano y latinoamericano; que no es de celuloide como los héroes gringos. Este Libertador que hablaba como su pueblo y era hijo de una madre como las nuestras; que tuvo una abuela cuentera que le legó la memoria a su vez heredada de otros abuelos. Tradición, Identidad, Orgullo Histórico y Orgullo Étnico; son solo parte de lo que nos deja como herencia este gran hombre que un día dijera: “no voy a traicionar mis orígenes, no voy a traicionar mi infancia de niño pobre”.
En medio de este duelo colectivo que ha congregado a millones de personas, una provocación criminal de quien no soporta ver tantos gestos de amor juntos, pretende revolver las aguas del odio. Es obvio que se trata de un burdo plan, incoherente y desesperado cuando en su infinita hipocresía, en su alocución anterior decía: “…para que brille la luz de uno no hay que apagar la de otro”. ¿Dónde quedó su tan ensayada condescendencia?
Desconcertaba en principio el silencio que el oposicionismo nos ofrendó, agradecimos incluso su simulado respeto. Pero ayer, los demonios del antichavismo mórbido fueron liberados en un discurso que quedará para la historia como la ofensa más denhonrosa que un venezolano le haya propinado a su propio pueblo: “quién sabe cuándo murió el presidente Chávez”, “Ustedes tenían todo cuadrado. Llevan semanas en campaña, semanas cuadrando el momento para anunciarles a los venezolanos que ya era irreversible la situación del presidente, y ahora, encima, utilizan el cuerpo del presidente para hacer campaña política”. Estas sentencias sellan la más audaz de las habituales torpezas del infame ungido. Un discurso en el que desconcierta su capacidad sintética para ofender, no sólo al Presidente escogido por el mismísimo Chávez y ratificado por el pueblo, sino además a la rectora del CNE, al Ministro de la Defensa y a la Fuerza Armada y al pueblo que hoy vive el duelo colectivo más grande de su historia. Esto, como bien lo dijo nuestro Presidente, Nicolás Maduro, es una declaración de guerra. Pues sepan, señores, que no vamos a tolerar más ofensas. Llegó el tiempo de no soportar las burlas y los desprecios en cada cola de un banco o del supermercado. Los rumores provenientes de su infinita creatividad desestabilizadora en cada sala de espera o en el ascensor. La burla y el regocijo desparramado por las redes sociales ante el fallecimiento de algún camarada. El odio compartido y las quejas repetidas como rosario en nuestras oficinas públicas. Ya basta. No nos la vamos a calar.
Así como nosotros tenemos nuestro legado de orgullo e identidad, de solidaridad e integración; el antichavismo lega a sus seguidores junto con su egoísmo y prepotencia, una vergonzosa apatía moral, que los hace autómatas acríticos, que cedieron a la canalla mediática su capacidad de percibir la realidad. Quisiera ver a alguno apartándose del idiotismo moral que prolifera en los espacios de debates públicos, sería una buena oportunidad para ser dignos.
Solamente hay algo más triste que la muerte física, que es parte de la vida misma, y es la muerte moral de los infames. Es cosa de ustedes si han decidido suicidarse moralmente. Nosotros tuvimos la dicha de haber transitado el espacio y el tiempo de la mano de este Libertador del siglo XXI, y asumimos el compromiso de legarle a nuestros hijos y nietos lo que aprendimos de ÉL. Esa es nuestra manera de vencer la muerte y trascender este espacio y este tiempo junto con ÉL, nosotros, la nueva generación libertadora. Otros serán recordados por su odio, por su desprecio, por su infamia y su cobardía. Por ser traidores a la Patria o cómplices borregos de sus traidores. Fue el triste papel que decidieron ocupar en la historia de esta independencia que la mayoría luchamos.
¿Quién más fuerte que Chávez? ¿Qué más fuerte que un pueblo que se sabe hijo de Chávez?
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