No es fácil escribir cuando el dolor nos oprime el espíritu. Es un sentimiento profundo que se aloja en lo más hondo de nuestro ser. Es difícil de describir y explicar. Cuando este profundo dolor surge como consecuencia de la muerte de un hombre público, un líder en su verdadera dimensión, nos sorprenden las dimensiones de ese sentimiento; evidentemente que éste se produce por razones que brotan y brillan como luceros que emanan de la vida y obra de ese ser que ha sido fiel a sus principios y los ha plasmado firmemente en sus ejecutorias. Y cuando palpamos que ese sentimiento es generalizado y compartido sinceramente por millones de personas, no sólo en nuestro país sino a nivel internacional, nos percatamos de la excepcionalidad de este líder.
Hugo Chávez, nuestro Comandante, desaparece físicamente para agigantarse y multiplicarse depositándose en millones de corazones que palpitan sin cesar, insuflando de energías para materializar sus sueños de justicia e independencia.
Pobres aquellos los que no pueden sentir, o siquiera aproximarse a entender este sentimiento que compartimos los millones de seres que han sido tocados por la vida y obra de un hombre digno, virtuoso y justo.
Pobres los que han permanecido sufriendo de una grave incapacidad para palpar esta realidad que fluye y nos envuelve, elevando nuestros espíritus. Allá ellos que, por el peso de sus miserias, no pueden alzar el vuelo, quedándose adheridos al suelo. Con su insensibilidad y frialdad revelan su ineptitud para poder atraer para sí, el apoyo y la simpatía de ese pueblo que menosprecian y marginan.
Su voz, su mensaje, sus sueños perdurarán en el tiempo y sus legítimos herederos proseguirán su obra recibiendo el apoyo masivo de los que creemos en una Patria Grande donde cabemos todos. Por eso hoy más que nunca somos Chávez, quien vivirá para siempre, mientras la lucha sigue.
¿Cómo enterrar y borrar de la memoria a quien está tan presente en nuestras vidas, en nuestro presente y futuro? ¿Cómo borrar el nombre de “El Comandante Chávez” cuando debe seguir siendo el protagonista de muchas batallas? ¿Cómo pedir que no se mencione su nombre en esta competencia electoral, cuando la continuidad de la República democrática, bolivariana, comunal y socialista, está en juego? ¿Cómo pedir que no se grite el nombre de Chávez, cuando la expresión “yo soy Chávez” se ha multiplicado millones de veces?
Y el modelo “Chavista”, no es un modelo importado como quieren afirmar, es el modelo venezolano de revolución democrática y socialista, estimulada e impulsada por El Comandante, pero elaborada por el propio pueblo desde sus bases y con sus propias características. La de los opositores si es un modelo importado, apátrida, contrario al modelo de inclusión social que se ha venido desarrollando y que continuará vigente, fundado sólidamente en el apoyo de un pueblo que cada vez da más muestras de haber adquirido plena conciencia política. El que no lo quiera ver, maravillosamente manifestado en estos días de duelo popular, es porque tiene una ceguera incurable que lo hará estrellarse, una y otra vez, contra la realidad del escenario político nacional y latinoamericano.
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