¡Te Consumiste en defensa de Tu pueblo, Amado Comandante!

Tú, no partiste a la eternidad de los muertos: Tú, te quedaste en el corazón de tu pueblo para conducirlo y guiarlo a las grandes batallas que aún nos esperan en el sombrío horizonte. ¡Comandante!

Tus ansias de lucha para liberar a tu pueblo no reposaban un momento. Desbordando los límites demasiado estrechos concedidos por nuestro organismo a su desarrollo, corrías siempre inquieto en busca de nuevas emociones, sin examinar su naturaleza ni su origen, con tal que sacudieran profundamente tus sentimientos. Chávez pudo decir, transformando el entimema de Descartes: siento, luego existo. Estudiabas las ideas, el Universo mundo, con el socialismo en el fondo de tu alma, con el frio análisis, ayudado por la experiencia de las circunstancias, el trabajo y las luchas del porvenir; medías al pueblo por tus propias pasiones, medías el mundo por sus propios vicios, las ideas por tus propias y heredadas creencias, expresabas lo que sentías; y llegabas al amor, no por las inspiraciones de la fantasía, sino por la acción de la vida. Ver, experimentar, padecer o reír, luchar, vivir y pensar: he ahí el carácter de nuestro Amado Comandante Chávez. Su política es la acción. Su evangelio es Cristo. En su sentir, la política no es el sueño escondido en las profundidades del alma, sino en el bajo relieve grabado en las entrañas de la naturaleza. Venezuela, tu pueblo, el cielo, se reflejarán en las corrientes de esta política libertaria, tomando sus propios tintes, la necesidad de sentir te llevó al seno del dolor del pueblo, al culto de las ideas más humanas y más justas, como la necesidad de expresar tus sentimientos, para volverse a saborearlos nuevamente, te llevó al más sublime amor.

Hay ciertos hombres observadores, que semejantes al águila, tienen una extraordinaria clarividencia en cada uno de sus poros. Chávez podía decir que en cada uno de sus poros palpitaba el amor. Sus ideas vienen a ser otras tantas sensitivas. El cuerpo humano es como un gran árbol, que después de pasar por las raíces, el tronco, las ramas, termina allá, en los confines del cielo, con esa flor esférica; que se llama por su forma cabeza, por su contenido cerebro. Pues bien: la vida de Chávez termina en el corazón. Yo creo que lo llevaba en la cabeza, y que allí era el péndulo, y la aguja, y la máquina que movía, que sonaba todas las ideas.

Pues sí, los venezolanos llevamos gravadas en el cerebro las huellas del verbo Chávez; el siglo actual lleva por doquier huellas de las obras y los dolores de Chávez. Ha exprimido su corazón como una esponja sobre la frente del pueblo, y nos ha bautizado a todos con su sangre. No hay ningún hijo(a) de nuestro pueblo, que no encuentre allá en el fondo de la conciencia algunas gotas de sangre exprimidas por Chávez y allá en el fondo destrozado del corazón algún estremecimiento de desesperación. No hay ninguno(a), pues, que no lleve algún canto y dolor de Chávez en la conciencia, como existen después del 4 de febrero de 1992, absolutamente muchas. ¡Ojalá hayamos aprendido la lección, y no caigamos en “cantos de ballena” de los que nos explotaron durante quinientos años!

Nuestro dolor nace de la desproporción del ideal que llevamos en el alma con las fuerzas y el tiempo que tenemos para realizarlo. Pero concluyamos en breves palabras este período de su vida, que abrazado a Cristo. Deseoso de conocer más espacios y más tiempo, por consecuencia, más vida. Una aspiración viva por la felicidad del pueblo le henchía el corazón, y otra no menos viva a un panteísmo sentimental la inteligencia. Era necesario oírlo para admirarlo, dos mundos se miran desde el principio de su llegada allí cara a cara, se acercan cual si quisieran abrazarse, y casi nunca se comprenden. Es el uno el mundo de los jerarcas de la Iglesia, del despotismo, de la casta, del racismo, de la fatalidad; es el otro el mundo de lo Infinito, de la Filosofía, de la Democracia, de la Libertad. Más no hay imposible que el amor no venza.

Nuestro Amado Comandante Chávez tenía atado a sus pies o sus alas esos fragmentos de dolor que le recuerdan siempre su cuna de barro y su sepultura de polvo. Tenemos un culto por todos los calvarios donde hemos sufrido. Y al fin de la vida amamos hasta la corona de espinas y las llagas que la idea ha abierto en nuestras sienes, como las llagas que el sentimiento ha abierto en nuestro corazón. La vida es una lucha. La gloria es el resultado de ese continuo combate del trabajo. El corazón se retuerce en el dolor causado por la inmensa desproporción que hay entre la idea y sus pálidas manifestaciones. Toda obra halaga mientras se dibuja por los espacios del alma, pero angustia en cuanto cae sobre su lecho mortuorio de palabras. Más el dolor que siente por todos los dolores, la aspiración que tiene a todos los bienes, la necesidad de consolar, de socorrer, de alentar, obligan al Comandante a producir. Y en esta necesidad de su naturaleza, llega algunas veces a producir sus obras maestras y a tocar con su frente en la inmortalidad. Entonces, ya pasa a representar uno de los símbolos del siglo en que ha nacido.

¿Y cuánto debemos agradecer su trabajo a este hombre extraordinario? “que nos enseñó a hacer Patria, a tener Independencia, a tener Identidad”, que nos ha hecho reposar en sus Misiones Sociales. Ellas nos han dibujado un mundo encantado, envolviéndolas en colorido de esa luz creada por Chávez que se llama pensamiento. ¡Todos somos Chávez! Somos seres humanos, que al encontrarnos en comunicación estrecha con lo infinito, decimos: ¡Soy humanidad! La belleza es la luz que baña de melancólicos resplandores las noches del alma. ¡Bendita seas Doña Elena por haber parido a Chávez! ¡Bendito seas Chávez! ¡Bendita sea, la Inspiración que has tenido para crear la Constitución Bolivariana, las Leyes Habilitantes y las Misiones!, la inspiración que nos señalan como término de nuestra carrera lo infinito.
Cito a José Martí: “Y cuando alzó el vuelo, tenía Limpias las Alas”.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cinco cubanos héroes de la Humanidad!

¡ElPuebloEstáConChávezLaBatallaContinua!
¡Hasta la Victoria Siempre, Amado Comandante!
¡Bolívar Vive!

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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